
Idolos de fútbol de punta a punta
Francisco Varallo y Esteban Cambiasso: la misma pasión, pese a que todo es distinto
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No es fácil resumir cien años de fútbol argentino. Por su rica historia, por los logros en el exterior y por la cantidad de nombres ilustres. Sería injusto intentar apretar tantos partidos, tantos goles y tantas figuras. Siempre quedaría alguien sin mencionar. Por eso la idea de juntar a Esteban Cambiasso y a Francisco Varallo. Por un lado, el presente y el futuro de nuestro fútbol, y por el otro, la historia misma.
Varallo: -¡M´hijo! Disculpá que te hice venir hasta acá.
Cambiasso: -Por favor, para mí es un placer.
V: -Es que estoy viejo, no me gusta salir.
C: -Yo quería conocerlo, y por el viaje no se preocupe que ahora por la autopista es rápido.
El saludo se produjo en el estrecho pasillo de la vieja casa de don Pancho, en La Plata. La misma que le construyó a sus padres cuando cobró sus primeros pesos gracias al fútbol, en 1931. Cambiasso manejó su auto desde Avellaneda, apenas terminada una práctica con Independiente.
Esteban Matías Cambiasso es el mejor ejemplo de la vorágine del fútbol de hoy. A sus 19 años ya sabe de transferencias a Europa, de discusiones por contratos millonarios. Y con sólo treinta partidos en primera división ya es una de las máximas figuras de Independiente. Francisco Antonio Varallo, de 89 años, es el único sobreviviente de aquel plantel subcampeón que disputó la primera final de la Copa del Mundo en 1930, en Uruguay. Con sus goles fue partícipe de los primeros revuelos en el comienzo del profesionalismo y su pase de 10.000 pesos (de Gimnasia a Boca) fue de los más resonantes de la época. Es el máximo goleador de la historia de Boca. Y aunque todo aquello también hizo ruido en su momento, la falta de una estructura mediática tan avanzada como la de hoy, le permitía caminar por Buenos Aires sin soportar el acoso de los hinchas.
"Cuando pasé a Boca -cuenta Varallo-, salía a caminar por la calle Corrientes con Roberto Cherro. Y lo encontrábamos seguido a Gardel, que nos había visitado en Montevideo durante el Mundial. Carlitos se nos acercaba, nos tarareaba un tango y después nos decía: Vamos a tomar un cafecito. Todavía recuerdo esas charlas en el café La Meca, uno muy grande en Cangallo."
"En Madrid lo conocí a Andrés Calamaro -dice Cambiasso-. Pero no fue algo muy frecuente, porque por lo general sus horarios son muy distintos de los míos."
Para Cambiasso, la vida social ya es más difícil. "Casi no puedo ir al cine ni salir mucho, pero lo tengo que aceptar, son las reglas del juego y no me puedo quejar. Aunque mi novia nunca se va a acostumbrar." Su imagen es toda una tentación para las adolescentes. Rubio, ojos celestes, de sonrisa fácil, sereno y siempre respetuoso con cada persona que se le acerca. Es común que pierda varios minutos al salir de la cancha firmando autógrafos y sacándo se fotos o, de vez en cuando, recibir en un entrenamiento a su club de fans, que delira entre gritos y cantos.
Son diferentes hasta el extremo, pero basta mencionar al fútbol para que se internen en una charla que le escapa al tiempo. Allí los dos viven en el mismo planeta. El planeta fútbol.
Cambiasso observa una vieja foto colgada en una pared: la imagen recortada de Varallo a punto de patear al arco.
C: -¿Usted era zurdo?
V: -No, ¿lo decís por la foto? En realidad le pegaba con las dos. Mi gran problema era cabecear, no era bueno para eso. Aparte, si te pegaba con la parte del tiento te abría la cabeza.
C: -Le habrá pegado bastante seguido al arco...
V: -Imaginate, hice 181 goles con Boca y si hice 5 de cabeza son muchos.
C: -Yo no le pego mucho al arco. Cuando hago un gol es casualidad. Lo mío está en otro lugar.
V: -Así que venís de la práctica. ¿Cuántas veces por semana se entrenan?
C: -Casi todos los días. Si no nos entrenamos es porque jugamos, y entre el campeonato local y la Copa Mercosur, apenas si podemos descansar.
V: -Me acuerdo que mis compañeros se entrenaban nada más que los jueves, pero yo iba todos los días. Después, cuando pasé a Boca iba tres veces por semana y Mario Fortunato, que era mi entrenador, me tenía que echar para que me fuera.
C: -¿Y nunca tuvo alguna lesión?
V: -Sí, querido. A mí me mató ésta ( dice golpeándose la rodilla izquierda ). Tuve que dejar el fútbol a los 29 años. Una patada que me dieron en el Mundial de 1930, en Montevideo.
C: -¿Se imagina ahora? Cualquier lesión de rodilla se recupera en no más de dos meses.
V: -Y bueno, querido, en esa época me operaron, pero igual quedé mal. Pero te decía que me pegaron los uruguayos. Después algunos se enojan, pero en aquella final nos achicamos. Los uruguayos eran durísimos. Y los argentinos no guapeábamos como lo hacen ustedes ahora. Yo era muy pibe y a Lorenzo Fernández le tiraba la pelota larga y me iba fácil, él era un tronco y después me decía: "A la vuelta te hundo en el pasto, botija". Si me agarraba me mataba.
C: -Nosotros con la selección juvenil también tuvimos muchas batallas. Según me cuenta usted no cambió nada, porque los uruguayos son los únicos del mundo que con nosotros se agrandan. Porque los brasileños, generalmente, se achican.
V: -¡Muy bien, pibe, muy bien! Qué alegría me da escuchar que digas lo mismo, qué fenómeno.
C: -Uruguay siempre fue el equipo que más nos costó. Perdimos varios partidos con ellos, pero el que era más importante lo ganamos en Malasia, por la final del Mundial (2 a 1). Tienen eso, se matan para ganarnos a nosotros y por ahí después no le pueden hacer un gol a Venezuela, porque no tiene fútbol y nosotros sí.
V: -Siempre fue así.
C: -Mire, yo le puedo contar lo que nos pasó en el Sudamericano Sub 17, y en Malasia, porque en los dos lugares compartimos el hotel. Cada vez que nos cruzaban nos guapeaban, estaban en todos lados, nos puteaban. Pero nosotros con José Pekerman sabemos que no podemos reaccionar, porque te sacan. Después de ganarles en el Mundial estuvimos dos días más juntos, pero no aparecieron.
V: -Yo lo viví. No sabés las cosas que nos hacía José Nasazzi (el capitán uruguayo), me las daban todas a mí y a Stábile. Si te contara lo que le pasó a Monti, que le mandaron una carta diciéndole que lo iban a matar a él y a sus hijas. Así también nos ganaron en la final.
Don Pancho se entusiasma con la charla. En su pequeña espalda carga con toda la historia del fútbol argentino. Ha comenzado a desempolvar sus recuerdos. Esteban casi ni se anima a interrumpir. A pesar de los casi setenta años entre el fútbol de uno y de otro, quedan puntos coincidentes, aunque de los amargos. Los que quieren olvidar.
V: -Cuando pasé a Boca, acá a La Plata no podía venir. Los hinchas de Gimnasia me mataban si me veían. Una vez vine en tren y me dieron una de palos que no te cuento. Me apedrearon la casa.
C: -Yo estoy por la misma etapa. Cada vez que juego con Argentinos siempre hay un grupo que me insulta porque me fui al Real Madrid.
V: -No te preocupes. Con el tiempo se van a dar cuenta. Después a mí, en 1957, me llamaron para ser técnico. "Son locos -les dije a los dirigentes-, me van a matar." Sin embargo, cuando entré en la cancha me ovacionaron y yo no pude aguantar, me puse a llorar como un chico. Por eso te digo que a pesar de todo uno quiere al club de barrio, al equipo chico.
Por supuesto, el fútbol de hoy también es tema de conversación.
V: -A mí me vuelve loco el fútbol. Lo llevo tan adentro que aunque voy a cumplir 90 años no puedo olvidarme. El de hoy es otro fútbol. Yo tengo agarradas con la guardia vieja, con los jugadores de antes, porque vivo el presente. Y te explico por qué defiendo a los chicos de ahora: nosotros jugábamos más tranquilos. El que armaba el juego, que en mi caso en Boca fue Roberto Cherro, estaba libre y tenía tiempo para darme la pelota. Yo también la recibía solo. Ahora, veo que cuando uno quiere agarrar la pelota, te la dan de todos lados. Presionan mucho más.
C: -Yo alguna vez pude ver videos de la década del 60 y se jugaba muy distinto. No me quiero imaginar cómo sería la época en la que jugaba usted, Pancho. Yo nací con esto y me acostumbré, pero hay momentos en los que me gustaría parar la pelota, mirar más el juego.
Buenos Aires, 1930. Los ruidosos tranvías eran los dueños de las empedradas calles de la Capital. Apenas comenzaban a utilizarse los colectivos y también eran una novedad los subtes. En abril de 1933, llegó a nuestro país el cine sonoro. La mayoría de las salas estaban en las calles Lavalle y Corrientes. Zona también poblada de restaurantes y cafés. El fútbol ya apasionaba, pero para seguir el Mundial de Uruguay, sólo unos privilegiados tenían su radio y sus casas se convertían en parlantes de toda la cuadra.
Buenos Aires, 1999. El nuevo milenio golpea las puertas. Las calles de la Capital viven congestionadas, igual que la Red de Internet. A cualquier hora se puede encontrar la película favorita en un shopping. El fútbol sigue atrapando a los argentinos, pero las canchas están semivacías. Todos los partidos están al alcance de la TV. Y en cualquier momento los hinchas hasta podrán elegir el ángulo de televisación desde su casa.
V: -En Gimnasia era amateur. Nos pagaban 10 pesos por domingo, porque me dieron un empleo como encuadernador... y fuimos campeones, ¿eh? Ahora pagan primas bárbaras. Cuando pasé a Boca me dieron 8000 pesos y después otros 2000 y yo me hice esta casa... Encima me pagaban 800 pesos por mes.
C: -No hable mucho, Pancho, que le cae la DGI.
-Esteban, ¿en qué gastaste tu primer sueldo?
-El primer contrato lo cobré en España, y el club me dio la casa. Acá vivo con mis viejos, el auto que tengo (Fiat Palio) es gasolero. Gasto algo en ropa, pero no es mucho. Prefiero guardar, porque nunca se sabe lo que puede pasar.
V: -A mí en Boca también me pagaban todo. De los 800 pesos gastaba 100 y el resto se lo traía a mi padre, que me ayudó mucho. El me cuidaba todo. Por eso después del fútbol pude ir tirando.
-Pancho, si le hubieran ofrecido ir a jugar a Europa a los 16 años, la edad en la que se fue Esteban al Real Madrid, ¿lo habría aceptado?
-No. Me vinieron a buscar dos veces. Apenas pasé a Boca, llegó la gente de Genoa, de Italia, pero después se lo llevaron a Stábile. ¡Me daban 30.000 pesos y 3000 más por mes! ¡Una barbaridad! Yo vine entusiasmado, le dije a mi papá que me quería ir. Entonces mi madre se puso a llorar, se asustó. Y mi padre me gritó: "¿Qué querés? ¿Hacer morir a la vieja? ¡Andate a Boca y se acabó!" Otra vez, en 1937, también vinieron de Nápoles y me ofrecían cualquier plata. Después de eso, cuando tuve que arreglar con Boca, me dijeron: "¿Cuánto querés?" Y les pedí 20.000 pesos. Te imaginás, pedir tanta plata. Los dirigentes contaron todo por los altoparlantes de la cancha de Boca y los hinchas me querían matar. Igual después renunció la comisión y arreglé por 18.000 pesos. C: -No me imagino a un dirigente haciendo eso.
V: -Vos que estuviste en España, ¿cómo anda Alfredo Di Stéfano? Yo soy muy amigo de él.
C: -Alfredo en Madrid es un Dios. Lo ue diga él lo tienen muy en cuenta.
V: -¿Y allá estuviste con tu familia?
C: -No. Estuve con mi hermano Nicolás, que también fue a jugar.
-¿Qué lugares conocieron gracias al fútbol?
C: -El lugar más insólito en el que estuve fue Nigeria, aunque Malasia también fue increíble.
V: -Conociste bastante. ¿Qué edad tenés?
C: -19.
V: -A esa edad y ya conociste más que yo.
C: -Y si tengo suerte, estoy en el Sub 23 y si nos clasificamos para los Juegos de Sydney, voy a conocer los cinco continentes. Ya conocí Asia (Malasia), Africa (Nigeria), Europa (España) y me faltaría Oceanía, aunque espero conocer Australia.
V: -Yo, en 1930, me fui de gira con Vélez, que me pidió prestado, junto con Bernabé Ferreyra. Fuimos en barco hasta Washington, pero antes pasamos por Perú, Cuba, Colombia. Hasta que volvimos, la gira duró nueve meses. No sabés, cuando jugamos en Lima, quería picar y me parecía que todavía estábamos en el barco. Fueron veinte días en barco antes de cada escala para jugar. Una cosa de locos.
Llega el momento de la foto. Varallo tiene en las manos la camiseta con la que ganó el Sudamericano de 1937, todavía con algunos manchones de pasto por alguna revolcada. Cambiasso también muestra la suya, del último Sudamericano juvenil que ganó en Mar del Plata en enero de este año.
Varallo ya no es El cañoncito del bosque y mira su camiseta preocupado: "Me parece que ésta no me va a entrar". El Cuchu Cambiasso lo mira con picardía, no duda un instante y le dice: "A mí sí me va a quedar bien. Usted póngase la mía". Y en ese instante único, el fútbol argentino quedó reflejado de principio a fin.
Esteban Cambiasso
Fecha de nacimiento: 18 de agosto de 1980, en Capital Federal.
Puesto: volante.
Trayectoria: inferiores en Argentinos Juniors (hasta 1996), Real Madrid B (1996/98) e Independiente(desde julio de 1998).
Debut: el 15/8/98, en Newell´s 2 v. Independiente 1.
Partidos: 30*.
Goles: 4*.
Títulos: con la selección juvenil fue tercero en el Mundial Sub 17 de Ecuador, en 1995; campeón Sub 20 en el Sudamericano de La Serena, Chile, en 1997; campeón Sub 20 en el Mundial de Malasia, en 1997, y campeón Sub 20 en el Sudamericano de Mar del Plata, en 1999.
* Hasta el 23 de agosto.
Francisco Varallo
Fecha de nacimiento: 5 de febrero de 1910, en La Plata.
Puesto: delantero.
Trayectoria: Los Hornos (1924/27), Gimnasia y Esgrima La Plata (1927/31) y Boca (1931/39).
Debut: en 1927, como amateur, frente a Tiro Federal, de Rosario, y en el profesionalismo, en mayo de 1931, en Boca 0 v. Chacarita 0.
Partidos: 208 (todos con Boca). Además jugó 64 encuentros como amateur, en Gimnasia.
Goles: 181, en Boca (en Gimnasia convirtió 29).
Títulos: fue campeón amateur con Gimnasia, en 1929; campeón con Boca, en 1931, 1934 y 1935. Con la selección mayor fue subcampeón en el Mundial de Uruguay de 1930, y campeón Sudamericano en 1937. Con la camiseta celeste y blanca, jugó 16 partidos y convirtió 6 goles.






