
Juan José Lujambio: El Ripley del fútbol
Es el periodista deportivo mejor y más informado de la radio. Desde los tiempos de Fioravanti y Muñoz, no hay hincha o simpatizante de fútbol que no haya escuchado sus célebres comentarios. Aptra -en la entrega de los Martín Fierro- lo distinguió por su trayectoria
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Rey de las estadísticas, emperador del dato, mago de la información futbolera, biblioteca viviente, computadora humana, monumento a la memoria, son algunos de los muchos apodos que atesora. Capaz de revelar la marca de la tintura que usa Palermo para teñirse el flequillo, de dar el número de los botines que calza Saviola, de decir el nombre del jugador que metió el primer gol del profesionalismo en el país o de acordarse de quién fue el campeón africano en 1990 y dónde se jugó el primer partido en la Capital...
Vive rodeado por diez mil kilos de diarios y revistas y no deja, ni a sol ni a sombra, unos cuadernos, repletos de anotaciones con fechas, apellidos y toda clase de apostillas, que consulta a modo de machete. Obsesivo, Juan José Lujambio (de 62 años, casado, dos hijos, Héctor y Pablo) es el dueño de esa inconfundible voz que por el éter, desde cuando moría la década del 50, se hizo familiar a los oídos de millones de fanáticos al lado de relatores de la talla de Fioravanti, José María Muñoz y Víctor Hugo Morales. Hoy lo sigue haciendo, por Radio Mitre, con Alejandro Fantino. Inventor de los estudios centrales, pone el comentario preciso, el dato que casi nadie conoce. El valor agregado, que le dicen.
Alto, calvo, morrudo, algo encorvado, no para de hablar. Recita equipos con los nombres completos de los jugadores, recuerda partidos perdidos en el tiempo de la memoria y fragmentos insólitos de todas las épocas.
En la última entrega de los premios Martín Fierro fue distinguido por su vasta trayectoria, que amagó brotar siendo un pibe, allá, en su Marcos Paz natal. En medio de la inmensidad del campo, donde sus padres eran tamberos, escuchaba los partidos y anotaba goles, expulsados, recaudaciones, penales convertidos y atajados de la fecha, con minutos y todo. La radio se convirtió en su mejor distracción. "Lo hacía como un profesional y me enloquecía llegar a trabajar en un programa. Mi papá compraba los diarios dos o tres veces por semana y por las tardes yo los leía de punta a punta en voz alta. Tenía buena dicción y era muy difícil que me equivocara. Mamá pensaba que estaba loco. Dejalo que siga, seguro que va a llegar a algo, le contestaba él", recuerda.
En cancha de Ferro, a los 10 años, tuvo su primer contacto con los tablones. El local jugaba contra Independiente (el club de sus amores). Y en el secundario, los datos futboleros competían con los asientos, remitos, cheques al portador, el debe y haber de los libros de contabilidad. Aún pintaba lejano su romance con el micrófono. Sólo a los 18, en un viaje a la Capital para acompañar a su mamá, que debía tratarse en el Rivadavia, tuvo su oportunidad. A pocas cuadras del hospital, en Santa Fe 2043, emitían Radio Argentina, Rivadavia y Del Pueblo. Con la excusa de pedirle autógrafos a los monstruos del relato deportivo de entonces, iba a esperarlos a la salida con otras intenciones. Pegaba la vuelta hasta Arenales 1925 y en Mitre y Antártida repetía la ceremonia.
En Del Pueblo, Alfredo Curcu, uno de los relatores deportivos del momento, conducía Desde la Tribuna, dedicado al fútbol del ascenso. Un día, Lujambio tropezó con Héctor Rombis y Víctor Francis, los comentaristas de ese programa, y se animó. Les pidió que le tomaran una prueba. "Sólo hay lugar para cubrir rugby", le dijeron. Insistió. Los apabulló con una andanada de nombres y fechas. Aceptaron. Lo mandaron a ver Tigre-Newell´s, en Victoria. Era el 5 de mayo de 1957. Esa tarde, los locales ganaron 3-1 y escribió un breve comentario que leyó en el espacio radial de las 21. Sin embargo, los nervios le jugaron una mala pasada: ataron su lengua y no pudo emitir sonido. "Fue un momento de indecisión que por suerte pasó enseguida", dice.
Así empezó. Tuvo un fugaz paso por el programa Aquí Tigre, "porque no quería embanderarme con ningún club". En la tercera fecha, finalmente pudo hablar con Curcu. "Me dijo que podía andar. Y a pesar de que estaba muy verde -sostiene-, tuve la confianza de que podía dedicarme a esto." Aunque Julio César Conte, uno de los creadores de los programas nocturnos con Amanecer argentino (antes las radios dejaban de transmitir a las 12 de la noche) no dejó margen para la esperanza. "Mirá pibe, de esto no vas a vivir, es muy difícil y vas a tener que buscarte otro trabajo", le aconsejó. Como buen hijo de vascos no se resignó. "Estaba preparado para alcanzar lo que quería. No fue fácil, pero mi afán contaba con algo muy importante que es la fe, porque soy muy creyente." La rutina sabatina por Antártida duró tres o cuatro años. Llegó a primera división para seguir la campaña de Boca, con Curcu, primero, y Bernardino Veiga, Ricardo Arias y Ernesto Cherquis Bialo, tiempo más tarde. Los domingos, con los muchachos de Mitre, veía los tres partidos de la fecha (tercera, reserva y primera). Comenzaba a las 11 y terminaba a las 20. Luja iba a los vestuarios, hablaba con los jugadores, les pedía toda clase de datos y preparaba las estadísticas.
Casi sin quererlo la historia comenzó a ser otra. En 1960, Rombis preguntó quién podía quedarse en estudios centrales para reseñar y transmitir ese tipo de informaciones. "Me ofrecí porque me gustaba el trabajo y pensaba que podía sacarle fruto. Claro, en aquellos tiempos la fama se la llevaban el relator y el comentarista. Eran las estrellas. Los demás permanecíamos en segundo plano. Pero fui encontrándole la punta al ovillo y logré hacerme de una posición." Aunque le hubiese gustado ser relator, confiesa: "Nunca me tuve confianza para ubicar a los jugadores en la cancha, por la velocidad con que se mueven".
En 1965, Amleto Maddalena, coordinador y mano derecha de Fioravanti, lo fue a visitar con la propuesta. El Maestro lo quería en su equipo. "Me sorprendí. ¡Tenía la posibilidad de pasar a Radio El Mundo, que transmitía por cadena nacional, y de que me escucharan desde Ushuaia hasta Jujuy!" En una oportunidad, llegó a la Argentina un equipo checoslovaco y él se instaló en la embajada hasta aprender a pronunciar los nombres de los jugadores. No sólo eso: busca la etimología de los apellidos.
"Me documento con libros y revistas y con la ayuda de mi memoria. Realmente, tengo todo en mi cabeza. Pero anoto todo. Mi secreto es saber meter la estadística en el momento justo. Es un laburo de pesquisa. Estoy preparado para lo que tengo que hacer." Da un ejemplo. "El 20 de mayo de 1867 nació el fútbol en Buenos Aires. Thomas Hogg, profesor de una escuela inglesa, con su hermano y otros más, creó en la calle Temple 14 (hoy Viamonte) el Buenos Aires Football Club. Después apareció Watson Hutton, con el Alumni. En Palermo, cerca del Planetario, hay una plaqueta donde dice que allí se jugó el primer partido de fútbol en el país. Los equipos no tenían camisetas porque no existían las casas de deportes. Entonces, se diferenciaban por los gorros. Los de Hogg, rojos, y los otros, blancos. Ganaron los primeros 4-0. Esto fue registrado por el diario The Standard, en inglés. Hasta 1901, todas las crónicas eran publicadas en ese idioma. Este es mi trabajo. Reflejar el dato preciso con detalles que muchos desconocen." Dispara otro datito al pasar: "Pepe Castro, aquel puntero derecho de Vélez Sarsfield, convirtió el gol 62.000 del profesionalismo en cancha de Atlanta".
Su historia siguió con Fioravanti. "Lideraba un equipo de figuras y nos pagaba muy bien, por la Cabalgata Deportiva Gillette" y en 1967 pasó a Radio Belgrano. Un año después, Onganía tomó el poder y centralizó todas las emisoras. La mudanza fue a Radio Libertad, donde trabajó con Alejandro y Vicente Romay y con Yiyo Arangio. "Por problemas de audiencia terminó la Cabalgata y quedamos libres." Corría 1969. "Hablé con Muñoz y me llevó a Rivadavia. Cuando me presentó a su equipo fue como llegar a la Rosada. Con Cacho Fontana trabajé en el Fontana show, uno de los más grandes programas en su tipo. Hacía flashes, notas e información de fútbol todas las mañanas y, si tenía que hablar con el papa, lo intentaba." Lujambio lee, por lo menos, ocho horas diarias, toda clase de diarios y revistas que compra o recibe especialmente sobre fútbol. Llegó a escribir en publicaciones de más de 30 países. "Este es mi medio de vida y un investigador tiene que invertir", explica. No se considera ni el más grande ni el mejor. Pero, en 1971 resultó elegido como la voz más conocida de la radiofonía argentina. El gobierno de Eduardo Duhalde lo distinguió como personalidad ilustre junto con otras figuras deportivas de la provincia de Buenos Aires. Y en la legislatura porteña lo nominaron entre las voces de oro de la radio. "Me equivoco como cualquiera, afirma, pero habitualmente la gente piensa: si este tipo dice tal cosa es porque es cierta. Me creen, y en los tiempos que corren eso vale mucho. Soy simplemente un informativista y estadígrafo." ¿Pelé o Maradona? "No se pueden hacer comparaciones. Es incoherente con la esencia del fútbol, uno de cuyos secretos está en la expectativa tensa y emocionante que genera." Sin embargo, dice que no tiene una pelota en la cabeza. "Estoy enterado de lo que pasa en el mundo más allá del deporte." Admira a los investigadores "porque muestran una gran paciencia", al ex remero Alberto Demiddi, a ciclistas y atletas por el esfuerzo que ponen por ganar una medalla. Fioravanti lo llamó "La Biblia del fútbol". Utiliza mucho la guía de teléfonos y está en contacto con todas las embajadas. Una de sus frustraciones es no haber podido jugar al fútbol. "Me probé en Tigre, pero no pasó nada." Asegura estar reflejado en los diarios. "Si no los tuviera, no existiría." Define al fútbol como "el juego donde el yo está repartido en once".
Con los mejores
- Lujambio habla de aquellos inolvidables relatores y comentaristas con los cuales compartió tantas jornadas en su carrera. Sin duda, los mejores y más escuchados. "Fui como una especie de músico integrante de orquestas que tuvieron directores famosos", confiesa.
- José María Muñoz. "Era la radio. Un obsesionado por el trabajo. Después de estar con él podía hacerlo hasta con la más encumbrada figura mundial. El Gordo fue un gran compañero y de una vitalidad con mayúsculas."
- Fioravanti (Joaquín Carballo Serantes). "El Maestro por excelencia. Algo impresionante estar a su lado, por su señorío y don de gentes. Tuve la fortuna de gozar de su estima y de recibir aquellas sugerencias: cultívense, lean, aprendan, que es algo básico para nuestro trabajo."
- Alfredo Ramón Curcu. "Un gran tipo, con una capacidad impresionante de laburo que prácticamente lo llevó a la muerte. Era capaz de vender un aviso media hora antes de empezar un partido porque tenía que pagar el espacio. Si no lo hacía, no laburaba."
- Víctor Hugo Morales. "Su relato, cuando la Argentina ganó el Mundial de México, en 1986, fue inolvidable. Mencionó a muchos pueblos de la Argentina que imaginaba estaban viviendo verdaderas fiestas populares. Una joya. Lo vi por primera vez relatando en cancha de Ferro y pensé ¡qué fenómeno! Un privilegiado que combina cultura con capacidad frente al micrófono."
- Alejandro Fantino. "Es un tipo que siempre mejora y por eso se nota en él una gran evolución. Tiene buena presencia, labura mucho y tiene un especial gancho con la gente joven."
Lujam...dotario
- Argentinos Juniors se había quedado sin técnico y el equipo, que debía jugar el domingo, estaba concentrado en un polideportivo. Lujambio quería saber el nombre del nuevo entrenador. Llamó a ese lugar y preguntó al que lo atendió quién salía el domingo con los jugadores. "Mañana sale Chávez", le contestó. Ni corto ni perezoso, Lujambio lo dijo por Radio Rivadavia. Después se enteró de que se trataba de una cargada y que el tal Chávez era el portero del club de La Paternal.
- En aquel recordado partido, de 1966, donde River le ganaba 2-0 a Peñarol, en Chile, por la Copa Libertadores de América, el relato de Fioravanti hacía suponer que los millonarios se consagrarían campeones. Sigue Lujambio. "Dejé el estudio de Radio El Mundo, en Maipú 555, y me fui corriendo hasta la sede de River, Suipacha 574, a tres cuadras de donde yo estaba, para obtener algunos datos más sobre la historia del club. Al llegar, escuché el primer gol de los aurinegros y apenas entré, ya estaban 2-2. Conseguí lo que buscaba y al volver a mi mesa de trabajo, el resultado final quedó 2-4 en favor de los uruguayos. Fue una desilusión para todos..."
- "En un partido Boca-River, en 1965, con el relato de Fioravanti y los comentarios de Horacio Besio y Damián Cané, hablaban del clásico de los clásicos. La palabra súper sonaba algo diferente y por eso se me ocurrió agregársela a clásico. El nuevo sustantivo se extendió a los más grandes enfrentamientos del mundo y en Montevideo, Peñarol-Nacional; en Paraguay, Cerro Porteño-Olimpia, y en España, Real Madrid-Barcelona, también son llamados de esa manera."
- La revista Alumni, hasta que llegó la radio portátil, era el medio que permitía a los hinchas saber los resultados con una clave que se ponía en un tablero en uno de los codos del estadio. Al terminar el partido, Lujambio tenía tres minutos, que debía respetar cronológicamente para dar todos los resultados, la tabla de posiciones y la próxima fecha. Y cuando entraba en la trasmisión, Fioravanti decía: Vamos a estudios centrales para conocer la síntesis, la exégesis de Juan José Lujambio. "Entonces, recuerda, pensaba en la gente de Mendoza, de la cordillera, del Litoral, que estaba escuchándome desde la quebrada hasta Ushuaia. Era la voz oficial. Un momento como de misa, impactante. Lo decía con seguridad absoluta. No me equivocaba. Y además me provocaba un honor especial dar las noticias a todo el país. Y cuando terminaba, decía: Fioravanti, amigos, gracias por esta distinción, y cerraba la trasmisión."
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