
Si hay algo que define a Jamaica, y especialmente a su capital, es el aire festivo. En esta nota te recomendamos parques, paseos y playas para respirar ese espíritu isleño.
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Por Pablo Corso
Kingston es una capital intensa y tropical, con bares e iglesias -metodistas, gospel, adventistas - en cada cuadra. Entre puestos de mangos y bananas, la herencia británica sigue bien presente. Las palabras “king” y “royal” invaden la vía pública de una nación que recién se independizó de Gran Bretaña en 1962. Las fiestas son múltiples y temáticas. Hay noches de reggae y desafíos de dancehall, siempre alrededor de parlantes enormes que potencian los hits hasta que salga el sol. Aquí, tres alternativas para imbuirse de su espíritu.
<b>Emancipation Park</b>
Abrió en julio de 2002 y celebra el Día de la Emancipación: el 1 de agosto de 1838 los esclavos africanos fueron liberados después de 200 años. Para sublimar la furia y el dolor, la artista Laura Facey creó “Redemption song”, una impactante escultura de tres metros con un hombre y una mujer desnudos que miran al cielo. El parque es un entorno multipropósito, con un trazado perimetral para correr al amanecer o cuando cae el sol (la frase es literal: los atardeceres de Kingston son tan potentes como efímeros). Hay boot camps para mejorar la condición física, picados relajados y mesas con juegos de mesa. Las damas y el ajedrez se practican con pasión. Además, shows gratuitos de música y competiciones de porristas (sí, las animadoras deportivas).
<b>Devon House</b>

Es la herencia material de George Stiebel, el primer millonario negro de la isla. Hijo de una mucama jamaiquina y de un comerciante judío-alemán, sobrevivió a un naufragio en Venezuela, donde invirtió en minas de oro y volvió a su país como un hombre rico. En 1881 construyó una mansión famosa por sus fiestas majestuosas, aunque las muertes jóvenes en la familia le dieron un sino trágico. La casa, de líneas formales y simétricas, aloja una colección de antigüedades que cuentan la historia de la alta sociedad de las Indias Occidentales en la era victoriana. Después de que un nuevo linaje de millonarios se hiciera cargo del espacio, hoy es un entorno de restaurants, negocios de artesanía, un museo africano y la mejor heladería del país. El parque de 45 mil metros cuadrados sintoniza con la cadencia nacional: ruiseñores, palomas blancas y mariposas vuelan armoniosos entre fuentes y palmeras.
<b>Hellshire Beach</b>

En la zona de Portmore, a media hora en auto desde Kingston, compone la postal por excelencia de la playa caribeña: agua turquesa, horizonte infinito, vida relajada. Es ideal para pasar la tarde nadando o haciendo la plancha en el mar cálido. También conocida como “la playa de los pescadores”, Hellshire es un enclave que usan casi exclusivamente los jamaiquinos: no es extraño que se acerquen para examinarte y hacer decenas de preguntas sobre el lugar exótico del que venís. Se puede alquilar una reposera, probar su famosa comida al paso -langostas y pescados fritos- o pasar el rato tomando una cerveza sobre la arena. Todo mientras sopla una brisa bienvenida y -allá a lo lejos- asoma la silueta sugerente de las Blue Mountains. La playa explota los fines de semana y se enciende de noche, cuando se arman fiestas con chicas en bikini y los productos que hicieron mundialmente famosa a esta nación alegre.







