
La adrenalina como profesión: vidas de aventura
Desde un marino que organiza travesías en su velero de Ushuaia al cabo de Hornos hasta un periodista argentino que recorrió a pie la Muralla China y realiza tareas humanitarias, éstas son historias de hombres que han hecho de la pasión por el riesgo una herramienta de trabajo. La fascinación por estar al límite, como elemento de la vida diaria
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De Ushuaia al Cabo de Hornos
- Nombre: Alejandro Da Milano
- Actividad: marino
Igual que a Paul Gauguin o a Robert Louis Stevenson, a Alejandro Da Milano también se le metió un buen día entre ceja y ceja dejarlo todo y embarcarse rumbo a la isla polinesia de Tahití. Pero a diferencia del pintor francés y del novelista británico, el Mono no necesitó buscarse una embarcación para cumplir ese repentino afán viajero. Le bastó con hacer acopio de ganas, izar las velas de su Mago Segundo y, desde el Río de La Plata, enfilar la proa con dirección a las aguas más aus-trales del continente americano. Al llegar al cabo de Hornos, sucedió algo imprevisto: una especie de imán retuvo a Da Milano, un avezado marinero, dicho sea de paso, en el punto que comunica los océanos Atlántico y Pacífico; una fuerza poderosa a tal extremo que todavía hoy, diez años después de aquel episodio, nuestro marinero sigue navegando morosamente por las aguas del fin el mundo.
La fascinación del Mono Da Milano por la geografía magnética de la isla de los Estados, el canal de Murray o el mar de Drake no parece haber mudado ni un ápice en todo este tiempo. Lo único distinto es que Da Milano –un hombretón de ojos azul atlántico y melena cana y leonina; espaldas anchas de titán– ha tenido que ingeniárselas para encontrar un modus vivendi que le permita permanecer anclado como quiere en los alrededores del cabo de Hornos. La empresa, en verdad, no lo ha tomado por sorpresa al patrón del Mago: durante décadas, el Mono había conseguido vivir del mar alternando su participación en regatas internacionales con la prestación de un servicio de piloto para marineros aficionados (cuenta que se dedicaba a trasladar por encargo embarcaciones de recreo entre distintos puertos: de Buenos Aires a Río de Janeiro, de Antigua, en el Caribe, a Punta del Este…). Por eso, y visto lo visto, el plan urdido por el Da Milano resulta bastante adivinable: ahora vive de organizar travesías marítimas desde Ushuaia para gentes deseosas de emular al capitán Fitz Roy o al científico Charles Darwin, por citar tan sólo dos de los nombres que han hecho famosa la zona. También, siempre y cuando los aventureros ocasionales dispongan de arrestos suficientes, de organizar viajes que se aventuran hasta la Antártida.
Alejandro Da Milano lleva tantos años subido a un barco –el último, un velero de 16,30 metros de eslora y 4,8 de manga, bautizado Mago del Sur y que construyó con sus manos– que difícilmente es capaz de concebir una vida distinta de la que lleva. "A estas alturas ya no sé si me gusta navegar. Sólo sé que para mí es lo más natural: tanto o más que caminar", dice.
–¿Y qué fue del viaje a Tahití?
–Todavía estamos navegando hacia Tahití. Lo que pasa es que no creo que lleguemos más…
S. S.
Cuatro mil kilómetros de Muralla China
- Nombre: Diego Azubel
- Actividad: periodista y fotógrafo
Caminar es lo mejor para documentar y para conocer gente", afirma el fotógrafo y periodista Diego Azubel. Su afán por capturar imágenes, descubrir nuevos lugares y enseñárselos al mundo lo llevó a emprender una aventura que quedará registrada en la historia: desde octubre de 2000 hasta diciembre de 2001, recorrió más de 4000 km de la Muralla China. Los últimos nueve meses caminó solo. "Aprendí que si no hacés las cosas por vos mismo, nadie las va a hacer. Si yo no camino, nadie va a venir a mover las piernas por mí para avanzar. Soy yo el que tiene que llegar al final del camino."
Su vida de aventura y descubrimiento comenzó en 1996, cuando se fue a Europa para hacer una nota sobre la ruta de los vinos, en el sur de Francia. Diversas circunstancias lo llevaron hasta la India, y luego a Camboya, donde realizó trabajo voluntario haciendo fotos en Handicap International, una ONG que ayuda a víctimas de las minas antipersonales, mientras vendía sus notas a Brasil, Noruega e Inglaterra. "Soy un tipo que no se puede quedar mucho tiempo con lo mismo; tengo que cambiar, y la fotografía te lo permite", asegura. Así, buscando nuevos escenarios para captar con su máquina, llegó a China y a Mongolia.
Diego emprendió su aventura por la Muralla casi por casualidad, y nunca imaginó a lo que se enfrentaría. "Tan poca idea teníamos que mis amigos me preguntaban cómo me iba a bajar de la Muralla, y yo pensaba que iba a ver una escalera para bajar", comenta. Con una mochila de 35 kg sobre los hombros –en la que llevaba un trípode, la cámara de video, dos máquinas de fotos de películas, una cámara digital, ropa de invierno y de verano, una bolsa de dormir y un calentador–, comenzó la caminata, que terminó el 31 de diciembre de 2001 en el mar de Bonhai.
Este joven periodista y fotógrafo en poco tiempo tendrá un nuevo viaje épico para mostrar. La caminata de la Muralla China fue sólo el puntapié inicial de una serie de desafíos que Diego se propuso enfrentar. Su próxima aventura será recorrer, a pie, una ruta desde Nepal hasta Lhasa y de Lhasa hasta el monte Kalash. "Esta expedición no fue copiada, y muy pocos saben de ella", cuenta Diego, que ha decidido caminar solo, tal como lo hizo el único hombre que la recorrió: un indio, hace 139 años.
C. E.
Aventurero de tiempo completo
- Nombre: Ernesto van Peborgh
- Actividad: empresario, expedicionario de competencias de alto riesgo
Para mí, la aventura, cualquiera que sea, debe ser un escape que tenga su cuota de preparación y de sueño por cumplir. Se disfruta desde el momento en que uno se sienta a planearla, a preparar el equipo, la estrategia y las provisiones. Se disfruta el antes, el durante y el después. La aventura es también entrenarse todos los días mientras uno va a trabajar. Recorrer la ciudad en bicicleta o corriendo, con la idea de que pronto uno lo hará en lugares que quizá nunca antes han sido recorridos por otros."
Así explica su obsesión por la aventura Ernesto van Peborgh, empresario, que si bien no ha hecho de la adrenalina una profesión, la lleva encima a diario.
Participa en numerosas competencias internacionales. Por eso, su entrenamiento, como cuando se fue a Nueva Zelanda para el Eco-Challenge, consiste en correr a diario desde su casa, en La Horqueta, los 28 km que lo separan de su oficina, en el centro porteño. "Trato, por lo general, de hacer uno de estos eventos por año, así como un Ironman, que es una carrera de un día donde se nadan 4 km, se hacen 180 km de bicicleta y se corre una maratón de 42 km, todo junto."
Hace poco participó del Racing the Planet: desde el planeta Tierra hasta Marte. Según relata en primera persona, "una ultramaratón de 250 km a través del desierto de Atacama: durante siete días, los participantes deben autoabastecerse, deben llevar sus propios alimentos y equipos. Sólo reciben una ración de agua por día en puestos predeterminados. Atraviesan el salar de Atacama, el Valle de la Luna y el Valle de la Muerte, considerados los lugares más secos del planeta. Las temperaturas son extremas.Tentados por ese desafío extremo, y con algún grado de inconsciencia –reconoce ahora–, Carlos Lamarca y Fernando Mayorga, mis inseparables compañeros de aventuras, y yo nos registramos como los únicos competidores argentinos. El nombre de nuestro equipo: Espíritu Argentino.
"En la helada mañana del domingo 4 de julio, a 4100 m sobre el nivel del mar, 66 competidores que representábamos a 21 naciones nos reunimos en las cercanías del poblado de Machuca. Allí, bajo la dirección de Yatiri, un chamán de las etnias incaicas, y acompañados por un grupo de músicos atacameños, realizamos una ceremonia de homenaje a la Pachamama. Tras la bendición del chamán, que nos auguró un viaje seguro, los sudamericanos, conocedores de sus propiedades para aplacar el mal de altura, obtuvimos de los pobladores unas hojas de coca.
"El comienzo del primer día fue muy duro: a 4100 m hay un 40% menos de oxígeno que a nivel del mar. Esto hace que cualquier esfuerzo sea extenuante. Con náuseas, dolor de cabeza y fatiga corporal, y acarreando mochilas con alimentos para una semana, cubrimos los primeros 32 km de un montañoso camino que tiene más de mil años de antigüedad.
"A la hora de la puesta del sol llegamos a un campamento armado en un descampado sobre el río Grande. Llevábamos con nosotros raciones que nos proporcionaban unas 2000 calorías diarias, en forma de pastas deshidratadas, charque, cereales, golosinas y frutas disecadas.
"La etapa prevista para el segundo día era aún más larga: 47 km. La mayor parte del recorrido debía hacerse dentro de las aguas del río Grande, que a medida que descienden hacia el desierto se encajonan en un cañón. Cubrimos la distancia en ocho horas y media, y esa noche acampamos en la margen norte del salar de Atacama.
"A la mañana siguiente atravesamos 34 km de arena y rocas, hacia el Sur, por el contorno del enorme volcán Licancabur (5916 m), para llegar a las cercanías del poblado de Toconao, donde nos esperaba el siguiente desafío: los primeros 42 km de uno de los salares más grandes y desolados del mundo: el gran salar de Atacama.
"Me preguntan qué me permite completar estas travesías, de dónde saco la fuerza y por qué las hago. Aquella noche, dentro de mi bolsa de dormir, yo me hacía esa pregunta.
"El séptimo día corrimos la última etapa, de 16 km, en apenas una hora y media, y al cruzar la meta, mientras nos abrazábamos, los tres nos comprometimos a correr a través del Sahara el año que viene."
Un cineasta con causa
- Nombre: John Varty
- Actividad: documentalista, ambientalista
Las dos pasiones conocidas de John Varty tienen relativamente poco de insólito: es un aficionado del cine documental y también un vehemente defensor del medio ambiente. Lo que sí hace en cambio la diferencia en el caso de este hombre nacido hace cincuenta y pico de años en Sudáfrica es su habilidad para convertir su cinefilia en la mejor y más efectiva arma en esa cruzada conservacionista. Aunque tampoco la cosa se agota ahí... No es tan sólo que haya aprendido a utilizar el cine como elemento amplificador de su mensaje, sino que además ha sabido implicar en su causa a las productoras de televisión, siempre ávidas de contenidos nuevos y originales, para financiar proyectos verdes que sin su concurso serían de difícil financiación. El último de estos proyectos, titulado en su versión televisiva Experimento Bengala, ilustra muy a las claras de qué va esa película que ha sabido tramar el bueno de Varty (considerado uno de los mejores especialistas en la filmación de los hábitos de los felinos del continente africano). Alarmado ante la progresiva desaparición del tigre salvaje, que en los últimos años ha sido registrada por los naturalistas del planeta –quedan unos 10.000 ejemplares en cautiverio, pero eso no debería ser consuelo–, el cineasta sudafricano ideó una producción pensada para ligar en un mismo proyecto un programa conservacionista y a la vez una serie de televisión. La cosa –contada en sinopsis escueta, ya que en realidad duró cuatro años– sería más o menos así: se agarran un par de cachorros de tigre de Bengala nacidos en un zoológico de Ohio, en los Estados Unidos; después de llevarlos a un zoo de Toronto (Canadá) se los educa en la caza y la supervivencia; una vez "rehabilitados", como dice el propio Varty, se conduce a los pequeños Ron y Julie hasta un santuario natural en Sudáfrica; y, por supuesto, se pone exquisito cuidado en filmar esta aventura (54 horas de película) a caballo entre tres países para que después pueda exhibirse en todo el mundo a través de canales de tevé como Animal Planet (la señal que difundió la historia entre los televidentes argentinos).
Experimento Bengala no es la primera cruzada ni la primera película que Varty –fundador de una reserva natural en Sudáfrica, Londolozi, que en zulú significa "la protectora de todas las cosas vivientes"– rueda en la naturaleza salvaje del Africa negra.
S. S.
Textos: Sergio Sotelo y Cecilia Escribano
Para saber más
www.magodelsur.com.ar
www.sames.org.ar
Estrés y adrenalina
Por Daniel López Rosetti
En Occidente, el trabajo rotula a la persona; de hecho, define el modo de vida del sujeto, que va más allá de la cuestión económica.
Hay trabajos que escapan del denominador común en términos riesgosos, como los que se nombran en esta nota. Este tipo de personajes, que están entre los menos, consi-guen un buen manejo de los estresores: amenazas, ansiedad, miedo, riesgo o peligro.
Esto quiere decir que estos factores son gober-nables por la persona en cuestión, que, a su vez, frente al riesgo, "disfruta" del alto nivel de adrenalina, de manera tal que esta hormona se comporta como una sustancia deseable y necesaria para el sujeto.
No me animo a hablar de una tendencia; lo que sí es cierto es que cada vez son más los que se acercan a los deportes o los trabajos de alto riesgo. El desafío a la muerte es cada vez mayor. Cuando uno enca-ra este tipo de actividades sabe que del otro lado de la línea está la muerte, y desafiarla genera una adrenalina deseable.
Por lo general, este tipo de personas consigue manejar las emociones negativas y transformarlas en vivencias placenteras.
El autor es presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés y autor de "Estrés, cómo entenderlo, entenderse y vencerlo".
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