La polémica cultura porteña del levante, según dos escritores norteamericanos
Tras indagar en la nuevas formas del romance alrededor del mundo, los autores califican a los argentinos como "monstruos carnívoros"
La reconfiguración de la búsqueda del amor impulsada por las nuevas tecnologías delimitó un escenario confuso, que todavía estamos atravesando y se encuentra en constante movimiento. Algunos cambios son difíciles de procesar y no son pocos los que optan por manifestarlo desde el humor: es el caso del actor y comediante Aziz Ansari, conocido por su rol en la serie Parks and Recreation, que cómico tomó estos dilemas como tópicos de sus shows de stand-up en numerosas ocasiones, pero también entendió que, para comprenderlo verdaderamente, hace falta un análisis más profundo.
Ese fue el origen de "Modern Romance", el libro el cruce entre el amor y la tecnología que presentó esta semana. Para su investigación, se asoció con Eric Klinenberg, profesor en la Universidad de Nueva York. "Aziz quería trabajar con un científico social y ambos sentimos un vínculo inmediato por nuestras inquietudes y perspectivas similares", recuerda Klinenberg en diálogo con LA NACION. "Mi trabajo fue desarrollar preguntas, liderar el proceso de búsqueda, analizar los descubrimientos y co-escribir el libro". Así, pasó un año entero averiguando cuáles son los desafíos de buscar el romance en la era digital, en diferentes latitudes del planeta, incluyendo Buenos Aires.
"Estuve en varias ciudades de Estados Unidos, como Nueva York y Los Angeles, París, por su reputación como la ciudad del amor y la infidelidad, Tokio, porque atraviesa una crisis en la que la tecnología no suma y, por supuesto, Buenos Aires, famosa por su pasión y romance", desarrolla el sociólogo. La capital japonesa padece una calamitosa pérdida del interés en el contacto sexual que alarma al gobierno por la posibilidad de la baja en la tasa de reproducción. "En 2013", cuenta Ansari en su libro, "el 45 por ciento de las mujeres de entre 16 y 25 años no estaban interesadas en o despreciaban las relaciones sexuales y más de un cuarto de los hombres sentían lo mismo". El periodista Maki Fukasawa denominó a estos individuos sexualmente pasivos como "herbívoros".
Hace unas semanas, en una de las escalas de su tour de prensa, el comediante y autor disparó contra la cultura porteña del romance: "Si Tokio es la tierra de los herbívoros, entonces Buenos Aires es el hogar del monstruo idiota carnívoro". ¿Qué pueden haber escuchado Ansari y Klinenberg de los locales para llegar a esa conclusión?
Allie Lazar, periodista gastronómica nacida en Chicago, con residencia porteña desde 2006, estuvo presente en uno de los focus groups, en los que se mezclaron nativos con expatriados, entre 20 y 40 años, todos solteros activos: "Una amiga de una amiga es la grad student de Eric. Nos conocimos en un bar, me contó sobre el proyecto y ahí mismo empezó a preguntarme cómo son los argentinos, desde el punto de vista de una norteamericana". En el encuentro del que participó, los comentarios más comunes pintaron a los hombres como agresivos, insistentes al punto de que un "no" no significa "no", sino que pueden seguir intentando convencer hasta el cansancio.
Klinenberg recuerda haberse sorprendido por un participante que le dijo que el no es sólo un preludio al sí: "Esto no pasa en Estados Unidos. ¡A todos nos enseñaron que no significa que no!". Lazar opina que en Argentina muchos hombres nunca aprendieron a controlar un instinto primitivo de expresarse verbalmente cuando ven a una mujer que los atrae. "En un contexto en el que el receptor es parte de una cultura que no está acostumbrada a eso, tiene sentido que lo piensen como un monstruo carnívoro", concluye.
Santiago Mateo, manager de una comunidad de reseñas de negocios locales, fue el único argentino en su grupo, y pudo presenciar el shock de los extranjeros ante estas particulares tácticas de "seducción": "El comentario más común era que acá las reglas son distintas, que las mujeres esperan que el hombre se esfuerce mucho más y, del otro lado, los hombres sentían que tenían que forzar la situación e insistir para conseguir una cita. Ellas llegaron a afirmar que se senían carne siendo cazada. Eso puede haber llevado a la frase, aunque suena a una exageración para buscar un efecto cómico".
Consultado sobre la durísima declaración de Ansari, Klinenberg se apuró a minimizarlo como una broma generalizadora: "Ninguno de los dos piensa eso sobre el porteño típico. Hay monstruos en todas partes. Ocurre que son más carnívoros en Buenos Aires y un poco más agresivos, porque aprendieron que deben continuar con su cacería e insistir hasta que las mujeres salgan corriendo". Como ejemplo, destaca la analogía de un participante que comparó a las mujeres con distintos tipos de carne en una parrilla, algunas de cocción rápida y fácil y otras de un proceso más largo y lento. "Le dimos un premio al comentario más sexista que escuchamos en Buenos Aires."
Más allá de los hallazgos sobre la agresión y manipulación, el sociólogo reconoce que las citas en Buenos Aires pueden ser divertidas y que los porteños aplican las nuevas tecnologías de maneras creativas: "Cuando vinimos, Tinder estaba a punto de despegar, pero nos llamó la atención la forma en que convertían a redes genéricas como Facebook y Twitter en sitios de citas".
Valeria Schapira, especialista en vínculos y representante del sitio de citas Match.com, es una de las periodistas locales que más estudió las transformaciones que la tecnología trajo a la cultura del romance y destaca que, si bien desde hace unos años el crecimiento de las relaciones nacidas online fue enorme, los prejuicios y temores del qué dirán demoran la naturalización de estos sitios y aplicaciones: "Lo comparo con las compras online. Si hace diez años le decías a alguien que haga una compra por Internet, seguramente iba a pensar que podían robarle la clave de la tarjeta de crédito. Estos fantasmas de a poco van quedando atrás y en unos años lo más normal va a ser conocer gente en línea", anticipa.
Con respecto a las tácticas de hombres y mujeres para conocerse, Schapira sorprende con un dato: con el cambio de paradigma, se desdibujó la idea de que la mujer debe esperar a que el hombre la invite a salir y hoy son las que toman la iniciativa, al menos en los sitios online. "Esto significa que cuando no está bajo la mirada social, se anima mucho más. Hoy se democratizó la seducción y dejó de ser un asunto machista. Pero al ir cambiando la dinámica del encuentro, tanto hombres como mujeres se encuentran descolocados", concluye, en coincidencia con las reflexiones de Klinenberg: "El gran hallazgo de nuestra investigación alrededor del mundo es que las redes sociales están cambiando la manera en la que nos conectamos y que, a la hora de averiguar cómo encontrar el romance, todos estamos un poco confundidos".
Tal vez, cuando el panorama esté más claro y las nuevas herramientas sean comprendidas por todos, la solución al drama de los monstruos carnívoros y sus presas se encuentre en la tecnología y las reglas del romance moderno sean, finalmente, las mismas para todos los jugadores.