Las residencias universitarias se renuevan con el co-living
Varias universidades argentinas ya ofrecen alojamiento "a la americana" para que los estudiantes del interior o el exterior vivan dentro de la institución educativa
Cuando Andrea Viso llegó de Venezuela a la Argentina para estudiar Psicología en la Universidad Austral, no pensó que duraría mucho tiempo en el alojamiento que la entidad le había recomendado. "Quería alquilar un departamento y tener mi propio espacio e independencia", reconoce. La propuesta de la universidad era alquilar uno de los cuartos de Casa Campus, iniciativa a metros de la facultad, con habitaciones individuales y compartidas y espacios comunes donde vivir la experiencia con otros estudiantes. "Cuando llegué, pensé que yo no era ese tipo de persona, pero hoy pienso que el sistema es justamente para personalidades como la mía, porque es necesario empezar la experiencia en este estilo de vida. Te brinda muchísimas ventajas en la adaptación a la universidad y al país", dice.
A su alrededor, Juan Manuel Monasterios e Ignacio y Leonardo Penissi, tres compañeros que comenzaron a estudiar y vivir en Casa Campus al mismo tiempo que Andrea (también provenientes de otros países, Bolivia para Juan Manuel y Venezuela para los hermanos), asienten. Todos coinciden en que en ese espacio hicieron sus primeros amigos y aprendieron a moverse en el mundo universitario argentino. Y aunque hoy, algunos años más tarde, han alquilado casas particulares a unas cuadras más lejos, este puntapié inicial fue la clave para conocer amigos con quienes compartir un alquiler.
La llegada, todos los años, de miles de estudiantes del interior o del exterior a la gran ciudad no es algo nuevo. Decidir cursar una carrera en alguna universidad de Buenos Aires resulta una constante entre los chicos de muchas provincias que acaban de terminar la escuela secundaria. Esto significa tener en cuenta una serie de ítems costosos y que provocan muchas inseguridades en las familias del joven migrante de 18 años: ¿dónde va a vivir?, ¿estará cómodo?, ¿cuánto cuesta?, ¿es cerca de la universidad?, ¿podrá manejarse solo? Si bien los estudiantes del interior terminan arreglándoselas muy bien socialmente (hacen sus propias fiestas y tienen sus circuitos en Capital), el tema de la vivienda resulta complejo. Alquilar requiere de una garantía en la ciudad (que las familias del interior no poseen), equipar un departamento, buscar con quién compartir el alquiler para disminuir gastos y depositar en el joven estudiante responsabilidades que podrían afectar su rendimiento. Es cierto que siempre hubo residencias estudiantiles, pero tradicionalmente pertenecieron a instituciones religiosas con sistemas rígidos de convivencia y admisión.
El modelo de residencia estudiantil moderno, tipo campus americano, no es muy común en la Argentina. Y un poco terminó desarrollándose porque hoy algunas universidades tienen sede fuera de la Capital Federal, en la provincia de Buenos Aires. El co-living, en verdad, es un concepto exitoso y de una larga historia en ciudades como Londres y Nueva York. Pero hoy cobra otra dimensión, porque uno de los factores que suelen afectar a los chicos que viven solos y lejos de sus hogares familiares es el aislamiento tecnológico: o sea, estar todo el día conectados con las amistades del lugar de origen y no desarrollar nuevas relaciones sociales. Estos campus proponen espacios que favorecen la interacción y la formación de grupos, no sólo para estudiar o trabajar sino también para compartir experiencias sociales de todo tipo.
Aunque no depende de la Universidad Austral, pero tiene una fuerte recomendación de esa institución, Casa Campus, por ejemplo, recibe también alumnos de otras universidades y hasta emprendedores con ganas de fomentar la creatividad mediante la vida en comunidad. "Es una nueva concepción de hogar. Un lugar con detalles de alta calidad y diseño de vanguardia y una solución que combina muy bien la intimidad de la vida privada con las áreas comunes donde se puede interactuar con otros, compartir servicios, momentos de ocio y formar un grupo", explicaron los responsables. Abierta en 2015, más de 2000 personas han pasado ya por sus instalaciones en Pilar, y el éxito del sistema es tal que este mismo año abrirán nuevas residencias en Congreso y San Telmo, en la ciudad de Buenos Aires. La membresía mensual cuesta 12.000 pesos promedio.
En la propia universidad
No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que más allá de la solución para los estudiantes existe un potencial negocio poco explotado. Otras universidades también han tomado nota y construido sus propias residencias especiales para sus alumnos. Es el caso de Fundación UADE y Universidad de San Andrés, que en sus instalaciones de Monserrat y Victoria, respectivamente, han generado espacios para que sus estudiantes puedan vivir y estudiar ($ 8770 por mes por residente).
En San Andrés, este sistema de dormis, con un edificio especial ubicado en la manzana vecina a la universidad, data de fines de 2011, cuando se inauguró con 55 plazas en habitaciones dobles. Dado el sistema de becas que posee la institución, que en ocasiones puede contemplar la inclusión de este alojamiento, la demanda fue creciendo, y en julio de 2016 se amplió el espacio gracias a una donación, y sumó 64 plazas en habitaciones cuádruples y ocho en dobles. En total, unas 127 plazas de las que este año ya están ocupadas 125, con un 60% de becados.
En UADE, mientras tanto, el edificio especial para las residencias se encuentra dentro de la misma manzana de la fundación, y existe con espacio para 105 alumnos y una ocupación promedio del 90%. "En estos años han pasado más de 800 alumnos", ilustra la licenciada Claudia Cortez, decana de la Facultad de Comunicación.
Además de ofrecer habitaciones individuales y dobles, sala de estudio, de juegos, lavadero, cocina y áreas comunes en todos los pisos, se utiliza como formación profesional para estudiantes de la carrera de Turismo y Hotelería. "Está alineado con nuestro compromiso de «aprender haciendo», al complementar la formación teórica de las clases con la formación práctica", agrega la decana.
Para Lucas Decoud, de 19 años y oriundo de un pueblo de Entre Ríos, Crespo, esta solución le resultó ideal para lograr aclimatarse más pronto a la ciudad. Estudiante de Economía y Finanzas en Fundación UADE, estar solo en un departamento en el centro porteño no le resultaba muy alentador. "Acá la mayoría son del interior o hasta del exterior, y tenemos como las mismas ideologías y rasgos, con otro ritmo de vida al que tienen los porteños, y está muy bueno poder compartir esa sensación y adaptación con otros", expresa. Pablo Gauna, de 29 años, nacido en Santa Fe y compañero de residencia aunque estudiante de Ingeniería, agrega que el sistema también le soluciona problemas de inseguridad: "Ya me había conseguido un departamento en Recoleta, pero cuando me contaron de esta posibilidad, elegí quedarme acá. Trabajo de 9 a 6 y curso de noche, entonces me resultó mucho más seguro ya estar dentro". Como programador web, a veces también trabaja a distancia durante el día en su habitación individual o en la sala de estudio "o hasta en la biblioteca de la universidad, que está acá nomás".
Más estudiosos
En ese sentido, varios de los estudiantes consultados coinciden en que esta modalidad los incentiva a ser mejores alumnos. Además de no tener que ocuparse de los servicios generales (amén del orden básico, en todos los casos hay servicios de limpieza y lavaderos) y poder enfocarse sólo en el estudio, el hecho de tener la universidad cerca hace que las consultas a profesores y las idas a la biblioteca u otras áreas de trabajo sean un paso muy simple y común. Y claro, el hecho de ver a otros en la misma situación genera la constante percepción de que el estudio acecha. "A veces salís a tomar una cerveza y ves que todos se quedan estudiando, e incluso mientras estás en tu salida pensás en el estudio que tendrías que estar haciendo, como los otros...", sonríe Anabela Salinas, en cuarto año de Ciencia Política en San Andrés. "Pero no es que sos re nerd por vivir acá. Lo que sí es cierto es que tenés muy disponible la universidad y no te deja olvidar de que existe, así que es menos probable que se te pase leer un determinado texto", complementa Nicole Aranovich, su compañera de habitación y estudiante de Economía.
Para Lucas, en tanto, si bien puede parecer raro estar viviendo dentro de la universidad, son más las ventajas que las contras, desde levantarse casi sobre la hora de clase hasta el ambiente académico que se genera, "que te ayuda a ser más responsable y tener siempre en mente el estudio y tu foco".
Entre otros beneficios de estos espacios se encuentra el no requerimiento de garantía, los muebles y equipamiento ya brindados, los servicios centrales incluidos, la seguridad permanente y la posibilidad de pagar sólo por los meses que se usan, en la mayoría de los casos renovando el sistema cuatrimestralmente. En Casa Campus y San Andrés, incluso, hay pileta, quincho con parrilla y canchas de fútbol, hockey y rugby. Todo, a años luz de la realidad inmobiliaria argentina. "Sí, tiene sus reglas, como lavar los platos en el día u horarios de visitas y de ruido, pero vivir solo trae muchos otros desafíos que no siempre tienen que ver con el gran sueño que algunos se imaginan. Acá pagás mensualmente y el contrato no es tan rígido, podés irte cuando querés. Para mí, te soluciona todo", apunta Pablo.
Aunque lo más destacado por todos son las amistades que se generan en este ambiente. "En un año armás vínculos que afuera te tomarían mucho más tiempo. Convivís, sabés qué le gusta comer al otro, su orden y desorden, sus manías y gustos. Es como una gran familia: al principio podés no llevarte superbien, pero al tiempo son como hermanos.", ilustra Anabela.
En el caso especial de San Andrés, además, el convivir con chicos de diferentes realidades, y de todo el país, también brinda una diversidad que amplía mucho su mirada. "Te das cuenta de que realmente, con las mismas oportunidades, todos podemos llegar a los mismos lugares", agrega la alumna. "Salir del colegio y venir acá te hace madurar mucho. Nos formamos. Acá se pone en práctica lo que nos enseñan en la universidad sobre conocer distintas realidades; es una experiencia muy enriquecedora", apunta su compañera Nicole.
Asimismo, se genera un espíritu de ayuda y contención muy importante. El grupo de WhatsApp de San Andrés se pone en acción cada vez que alguien regresa tarde y hay que acompañarlo a hacer la bajada de la estación de tren hasta el edificio; en UADE una psicóloga está siempre presta a aconsejar y acompañar a los alumnos con dudas y añoranzas, y en Casa Campus la organización propicia que los estudiantes armen actividades comunes para integrarse y conocerse más. "Coordinábamos comidas, noches de películas o partidos de fútbol y podíamos invitar también gente de afuera", recuerda Leonardo Penissi. Y por supuesto y como en toda convivencia, se van destapando distintos roles. "Van surgiendo líderes", apunta Juan Manuel, de Casa Campus, "está la persona que sabe cómo cocinar o cómo limpiar, el que organiza a los otros. Yo lideré mi cocina y ganamos un concurso de limpieza". A la par de los organizados, además, se contraponen los menos avezados en cuestiones domésticas. "Hay gente que llega literalmente sin saber hacer un café con leche. Teníamos un compañero que sólo comía atún y tomate...", continúa Juan Manuel entre risas. También son muchos los desteñidos o quemados de ropa y hasta las notas dejadas en la heladera con indicaciones de cómo guardar o lavar ciertas cosas. "El camino siempre te inclina a hacer cosas que no hacías antes, a aprender e independizarte", resume Ignacio.
Sobre si ven esta alternativa como el futuro de las universidades, todos asienten con entusiasmo. "Creo que este concepto tiene mucho futuro en la Argentina, porque viene mucha gente de otros países y del interior a estudiar a Buenos Aires", opina Juan Manuel.
Para Andrea, es un paso natural: "Aunque es algo nuevo en Latinoamérica, en los Estados Unidos, donde también se pude estudiar, no hay universidad que no aplique este sistema. Incluso en el primer año de carrera te obligan a vivir de este modo, porque se dieron cuenta de que es la mejor manera de que un estudiante comience bien integrado su vida como tal".
El fenómeno en números
Las cifras del alojamiento "a la americana"
En Fundación UADE, la mayoría de los residentes son alumnos de carreras de grado.
- 55% mujeres
- 45% varones
- 80 / 85% son del interior del país
- 15 / 20% son del exterior. Su alojamiento dura entre un año y un año y medio
- 55 plazas tenían los dormis que se inauguraron en la Universidad de San Andrés en 2011
- 72 espacios más se agregaron en 2016 debido a la demanda
- 127 son las plazas totales, y para este año ya tienen 125 tomadas
- 60% son becados
- 2000 residentes ya pasaron por Casa Campus y cuentan con 350 socios inversores
- U$S 20 millones fue la cifra que alcanzó la inversión total a enero de 2017. Planean aperturas en los barrios de Congreso y San Telmo para los próximos meses, llegaría a una capacidad operativa de 1000 residentes
- U$S 750 es el costo de la membresía mensual, o $ 12.000 promedio
Producción de Gabriela Ballesi
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