
Los padres de la criatura
Intuición, mirada social y pulso narrativo: tal es la receta con la que Claudio Villarruel y Bernarda Llorente dieron forma al suceso televisivo del año
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Sociólogo él, licenciada en ciencias políticas ella, aseguran que el éxito de sus productos proviene de una sabia síntesis de intuición y lectura de la realidad social. Con esa fórmula, Claudio Villarruel y Bernarda Llorente –director artístico y subdirectora artística de Telefé– impulsaron telenovelas que, como Resistiré en 2003 y Montecristo en la actualidad, se convirtieron en verdaderos fenómenos de audiencia y respuesta social. "Luego de romper todos los códigos con Resistiré, decidimos volver a las fuentes –comenta Villarruel–. Queríamos hacer una historia diferente, pero con la estructura del melodrama clásico. Por eso pensamos en Alejandro Dumas, que es un poco el inventor del folletín. El gran problema era cómo adaptar El conde de Montecristo, escrita en el siglo XIX, a una versión libre ambientada en la época actual."
–El desconocimiento de la identidad es uno de los grandes contenidos del melodrama clásico. ¿De allí surgió la idea de incorporar el tema de la apropiación de niños?
Llorente: –Se dio naturalmente. Llegamos a la cuestión de los desaparecidos porque es difícil contar una historia de alguien que está ausente diez años sin que su familia sepa qué pasó con él. El riesgo era grande, pero decidimos asumirlo sin dramatismos. Nos pareció que era el momento para una novela con esa temática.
–¿Nunca temieron que, en relación con el rating, la temática de los derechos humanos se les volviera en contra?
Villarruel: –Por nuestra formación, podemos aplicar determinadas variables de análisis al devenir del gusto de una sociedad. En este caso, veíamos que ya habían pasado 30 años desde la dictadura, que la herida había cicatrizado y podía repensarse lo que había ocurrido. Sentíamos que la sociedad estaba madura para aceptar una ficción que hiciera mención al terrorismo de Estado. Claro que, como ocurre con todo proyecto de ficción, cuando salió nos "temblaron las patas", como decimos en la tele. Nuestras preguntas eran: ¿realmente cambiaron las demandas artísticas y los gustos de la gente? ¿Se modificó eso que el crítico literario Raymond Williams llamaba la "estructura de sentimiento" de una sociedad? Hoy entendemos que sí.
Llorente: –La sociedad argentina es una sociedad muy particular. Lo ha sido en sus tragedias y también en su forma de no olvidarlas. Si miramos el resto de las experiencias latinoamericanas –o incluso mundiales–, respecto de la revisión de la historia y los modos de saldar esa historia por medio de la justicia, encontramos que la nuestra es una sociedad excepcional. Creo que Montecristo refleja algo de eso. A 30 años del golpe hubo una Argentina interesada en revisar su historia. Una de las cosas que pensamos fue que íbamos a perder la audiencia más joven. Pero nos equivocamos: a la telenovela la miran niños, adolescentes y gente de hasta 40 años.
–¿Conocen otros casos de telenovelas que incorporen estas temáticas?
Villarruel: –Hay algunos ejemplos aislados, tangenciales. Pero nunca una historia así, con una heroína hija de desaparecidos y apropiada durante la dictadura, con casi tres millones de personas que la miran todos los días. Pienso que Montecristo se va a recordar como la primera ficción que tocó desde un lugar humano esa tragedia vivida por los argentinos.
–¿Cómo resolvieron la incorporación de Abuelas de Plaza de Mayo?
Villarruel: –Muy atinadamente, la producción recurrió a ellas cuando apareció en la novela la búsqueda de la identidad de Laura (Paola Krum) y de los padres de Victoria (Viviana Saccone). Así, se introdujeron elementos de la realidad, como las grabaciones en la sede de Abuelas. Lo mismo se hizo con otra temática, que es la de las mujeres golpeadas.
–¿Preveían el aumento de consultas al archivo de Abuelas?
Llorente: –Intentamos presentar situaciones que ayudaran a vencer miedos, que los chicos que pudieran tener dudas sobre su identidad se animaran a preguntar. En parte esto se logró, porque hubo una multiplicación de llamadas. Además, han aparecido dos nietos.
–¿De qué manera construyeron esos personajes femeninos tan fuertes?
Llorente: –También son un reflejo de lo que pasa en la sociedad argentina. En general, no hubo padres, sino Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Las mujeres tuvieron un protagonismo muy importante. En el caso de los hombres de la novela, el protagonismo está puesto en otro lugar. Es una historia compleja, donde permanentemente existe un desequilibrio entre lo que es la venganza y lo que es la justicia. En las mujeres quedó la búsqueda del equilibrio. De todos modos, en la sociedad argentina no hubo venganzas. Cuando volvimos a la democracia nadie sabía lo que iba a pasar ni cómo iban a reaccionar las víctimas. Lo cierto es que nunca reprodujeron la violencia de sus verdugos. Su respuesta fue la lucha por la justicia.
–¿Esta telenonovela logró humanizar a los "malvados"?
Villarruel: –Ese fue otro hallazgo. El caso de Lisandro, el personaje de Roberto Carnaghi. Ver que los torturadores no son personas que se pasan el día torturando o matando, sino que cuando llegan a su casa son gente "normal". Que pueden venir de torturar o matar y sentarse a la mesa a comer o hasta rezar.
–Más allá de la coyuntura y del rating, ¿necesitaban hablar de estos temas?
Villarruel: –Hace dos años hicimos un documental sobre el Mundial ’78 y otro sobre Malvinas. Ambos midieron casi 20 puntos. Ahí detectamos algo que ocurría en la Argentina de la poscrisis. Esta sociedad buscaba verse, entender qué había pasado. Como la televisión traduce lo que pasa en lo social, aparecieron muchos programas sobre la vida diaria urbana. Cuando se reacomodaron las cosas, pensamos que era importante ir un poquito más para atrás. Claro, no hay modo de armar toda una programación con esto. Pero sí se puede, en la medida de lo posible, revisar parte de la historia reciente.
–¿Estaba prevista la transformación del espíritu vengativo de Santiago/Echarri?
Villarruel: –Creemos fervientemente en la legalidad; no pensamos que la venganza conduzca a nada. Desde el inicio sabíamos que la que iba a definir todo era la Justicia.
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