Las botas que le dieron como parte del uniforme reglamentario todavía están blancas, impolutas. Le transpiran las manos. La noche anterior no durmió. Tampoco intercambió ninguna palabra con su compañero desde que esa madrugada partieron hacia un matadero de la ciudad de Mar del Plata, uno de tantos que funcionan en el país y que ella se había dispuesto recorrer para documentar lo que sucede puertas adentro. Tiene un nudo en el estómago pero sabe que su propósito no es en vano y que le va a dar las herramientas para luchar por una causa que cree justa.
Aunque se preparó durante varias semanas para esa experiencia, esa mañana la cruda realidad le dio a Malena Blanco (42) un golpe que la dejó sin aliento. Primero atravesó los corrales, una vaca se quedó fija, mirándola. "Ahí me quebré, sentí que algo se había roto en mi interior. Pero me sostuve en mi rol de recopilar la información y me aferré a la cámara que llevaba para tomar fotografías y documentar en video el proceso que las lleva a la muerte. Vi cómo las golpeaban, cómo las empujaban, cómo las colgaban y cómo ellas se despertaban antes de ser degolladas. Después, me inundó el vaho, el olor a bosta. Y la sangre, que salía a chorros de esos cuerpos vejados, alcanzó mis botas....".
Criada en una familia de profesionales de clase media en la localidad de Castelar, al oeste de la provincia de Buenos Aires, e hija de un padre médico cardiólogo y de terapia intensiva fue, quizás, el contacto cercano con la muerte que tuvo en su infancia lo que le enseñó a comprender que esa instancia es, también, parte de la vida. "Me expongo a esas situaciones porque creo que es necesario mostrar la realidad que padecen los demás animales a causa de nuestros hábitos de consumo. Yo puedo contar las atrocidades que hacemos como especie y eso no va a generar que el otro deje de financiar la explotación de los demás animales. Con una palabra no es suficiente para cambiar. Entonces es necesario mostrarlo. Mientras estoy en un matadero pienso en los planos, los encuadres de la cámara, en reflejar lo más fiel posible la escena que estoy viviendo. Me amparo en el arte. Me enfoco en registrar. Ese día ese era mi objetivo. Tenerlo claro me permite no estar mirando a los animales y empatizando con ellos".
Brigitte Bardot y el camino a la empatía
"¿Esas vacas que matan es la carne que comemos?", le preguntó a su mamá cuando tenía once años después de ver el documental de Brigitte Bardot SOS: Animales que emitieron esa tarde por el canal ATC. "Mi mamá me respondió que sí, siempre fue honesta conmigo, nunca me engañaron. Tuve la suerte de crecer en una familia muy hermosa y distinta. Y desde ese día no quise comer más carne y mis padres respetaron mi decisión". La respuesta a esa pregunta y las imágenes de lo que ocurre en el interior de un matadero transformaron definitivamente su alimentación. Pero su recorrido recién comenzaba.
Pasaron veinte años de aquella profunda reflexión hasta que llegó otro cambio en su vida. Trabajaba como creativa publicitaria para grandes marcas, pero algo le hacía ruido. Cambió de rubro, aunque no tanto, y hacia 2004 comenzó una carrera en Editorial Planeta. Luego de varios proyectos exitosos, finalmente consiguió darle forma a su propio sello: PUM Editores, libros para hacer un mundo mejor destinados al público infantil.
En esa misma época, también, tiró un poquito más del hilo de su amor por los animales. Colaboraba como voluntaria en una protectora de perros y gatos hasta que descubrió que la mayoría de los animales que se matan en el mundo son para comida. "Entonces mi trabajo tiene que servir para salvar a la mayor cantidad posible", pensó. Se sumergió en el mundo del veganismo, se formó y trabajó codo a codo con Verónica Cerrato, diseñadora gráfica y militante por los derechos de los animales, creadora de Veganius.
Un viaje a Europa por nuevas experiencias
Al tiempo fundó Voicot (@voicot) junto a Federico Callegari, otro publicista que tampoco quería pensar ideas para las corporaciones y que seguía de cerca el trabajo de Malena en la lucha por los otros animales. La reflexión y el activismo se hicieron cada vez más profundos e intensos. Malena y Federico decidieron vender el auto que entonces tenían, deshacerse de algunas pertenencias y viajar a Europa para conocer cómo era el trabajo de aquellos a los que admiraban. Aprendieron, estudiaron y tomaron contacto con Animal Save Movement, un movimiento internacional donde activistas de todo el mundo se reúnen en la puerta de distintos mataderos para dar un ultimo gesto de amor a los animales. Así también visibilizar en las redes sociales la realidad que padecen el resto de los animales que son destinados a consumo.
"Comenzamos a trabajar para Animal Save Movement, compramos equipo, hicimos buenas investigaciones y profesionalizamos el movimiento y también Voicot, un movimiento artístico que lucha por la liberación animal. Todo tiene una idea, nada está hecho al azar. El trabajo en el matadero de Mar del Plata fue el primero que hicimos con esta metodología. Al salir filmamos nuestras caras y nuestras emociones. Queríamos generar empatía a través nuestro. Eso fue un gran clic, fue una entrega total, cambia todo ver asesinar a alguien delante tuyo".
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Que el árbol no tape el bosque
Después de ese día, Malena Blanco soñó con vacas durante mucho tiempo, tuvo infinidad de pesadillas. Pero sabe que hizo lo correcto. "Fue un trauma y creo que lo pude hacer por la concepción que tengo de la muerte como parte de la vida. Fue muy fuerte y muy doloroso pero muy necesario. Después veía a la gente tomando leche y comiendo carne y pensaba ¿tanto dolor por eso? Es inaceptable".
Mientras, confía en que la pandemia deje algún tipo de enseñanza. "Me gustaría que nos abra el espacio a la reflexión para comprender que la forma en la que habitamos el mundo y cómo tratamos a los demás seres con los que habitamos este planeta es fundamental. Que la forma en la que tratamos a estos animales está relacionada con nuestro encierro, que la naturaleza y el mundo se va a sacudir de nosotros si lo seguimos tratando así. No podemos permitir las granjas de cerdos de China. Los animales son los principales consumidores de antibióticos a nivel mundial. No podemos no tomar una lectura. Debemos dejar de creer que la única forma de consumir es esta. No es el único modelo económico que existe y, si este es el único, estamos equivocados. Es un modelo fracasado porque hay niños que se mueren de hambre y animales que están siendo asesinados. Si no queremos seguir padeciendo estas situaciones no podemos seguir financiándolas. Siento que tenemos la obligación de plantarnos y de salir a la calle a luchar. Espero que la pandemia nos deje una sensación de alerta y de ganas de accionar para que este mundo sea más justo para todos los que lo habitamos".
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