
Martín y Carolina Renzacci: después de la tormenta
Hace un año, la pareja disfrutaba su luna de miel en Australia y una extraña enfermedad lo dejó a él en coma. Hoy, luego de una ardua recuperación, no sólo desbordan optimismo, sino que ayudan a otros que atraviesan la misma situación. Aquí cuentan cómo el dolor los hizo más fuertes
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Aunque la ciencia no se haya ocupado por describir este comportamiento, muchos seres humanos poseen un instinto en común que desarrollan luego de haber sufrido un hecho traumático. Hay un lenguaje, con su jerga específica, que aquellos que fueron víctimas adquieren y utilizan de modo erudito. No importa el origen ni la profesión de estos hombres y mujeres, sino apropiarse de esas palabras y términos, ajenos a su habla cotidiana, como modo de sobrevivir, de aferrarse y de conducir su propio destino.
Suena el celular de Martín Renzacci, 32 años, vendedor de seguros de vida, y comienza una conversación con una mujer, casi una desconocida, que le consulta si es efectivo el curso que está tomando el tratamiento de un familiar que padece el síndrome de Guillain-Barré. Martín responde amable y habla de fármacos, síntomas y dolencias. Habla desde su propia experiencia. Habla desde lo más profundo de su ser, ante la mirada atenta de su esposa.

Ella, Carolina Santori, aún recuerda esa tarde cuando jugaba en la pileta del club Platense. Tenía 12 años. Un chico le pidió su gorra de baño para transformarla en pelota. Ella se la prestó y lo observó sentada al lado de su primo, que la hizo ruborizar con chistes sobre el nacimiento de un gran amor. No se equivocaba. Ese chico de 14 años era Martín.
Martín Renzacci y Carolina Santori se casaron el 2 de julio de 2011. Horas después de esa fiesta de ensueño emprendieron un viaje a Australia. En los primeros días de la luna de miel, Martín comenzó a sufrir malestares. Casi no sentía sus piernas y tenía un fuerte dolor de cabeza. La pareja estaba en Hobart, Tasmania, y una ambulancia llevó al argentino al Hospital Royal. A partir de ese momento, y durante dos meses, Martín estuvo en terapia intensiva, víctima del síndrome de Guillain-Barré, en el que el sistema inmunológico del cuerpo ataca al propio sistema nervioso (ver recuadro). El diagnóstico fue realizado de modo sumarísimo en apenas cuatro horas, cuando en otras ocasiones puede llevar semanas y hasta meses detectarlo.
Martín empeoraba día a día, y los médicos tomaron la decisión de inducirlo al coma farmacológico. "Cerré los ojos y sentí que estaba muerto", dice Martín, hoy recuperado desde su departamento de Villa Urquiza. Carolina, sola en Australia, enfrentaba además otras complicaciones de las que Martín no estaba al tanto. Su cobertura médica había superado el límite de su seguro en el exterior, y apenas una semana de internación costaba 24.000 dólares.
"Tuve mala suerte por haber padecido esta enfermedad, pero desde el primer momento en el que ingresé en el hospital tuve buena suerte", resume Martín. Su caso se hizo conocido en la Argentina y la familia del matrimonio promovió una serie de acciones para reunir donaciones. Desde Bahía Blanca, donde nació Martín, los clubes donde jugó al básquetbol, el estudio de danza clásica donde estudió Carolina, y otros lugares que se solidarizaron con los recién casados, se organizaron eventos para reunir fondos para cubrir su internación y asegurar el regreso del matrimonio, en caso de que Martín lograra recuperarse.

"No podía hablar ni moverme, pero entendía absolutamente todo lo que pasaba a mi alrededor, aunque hablaran en otro idioma. Caro estaba siempre conmigo. Desde las 7 hasta la medianoche. Tuve que volver a aprender a hablar. Me sacaban el tubo de respiración y me ahogaba. Sabía que cuanto más me esforzara en recuperarme, más rápido me darían la posibilidad de regresar a la Argentina", recuerda Martín.
En la sala de espera de terapia intensiva Carolina conoció a una mujer, familiar de un paciente, que la ayudó a conseguir un departamento a un precio mínimo. "Los pocos argentinos que viven allí no dudaron en acercarse a mí. El matrimonio de Juan e Inés Pacheco y otra pareja amiga suya me dejaban la cena en el hospital todas las noches. Esa era casi mi única ingesta del día", cuenta Carolina.
Finalmente, y tras dos meses de internación, los Renzacci recibieron la noticia de que podrían regresar a su país. Debían abordar una avioneta que los llevaría a Sydney y luego un avión sanitario rumbo a la Argentina, en un viaje de 13 horas. Era el principio de un final feliz.
Martín hoy luce un rosario de plata en el cuello y Carolina lleva uno como pulsera, ambos con el mismo diseño. El matrimonio los compró durante la primera salida que tuvieron en Buenos Aires luego del período de internación en Buenos Aires, que se prolongó durante un mes más. "Estoy bautizado y me casé por iglesia, pero no tuve una educación religiosa. Después de la enfermedad me aferré a algo que me hace estar más fuerte", dice.
En Buenos Aires se encontraron además con una novedad: se habían recaudado más fondos de los necesarios, pues el gobierno de Australia les subsidió, antes de su partida, parte de la internación y el regreso. Entonces buscaron la ayuda de Manuel Lozano, de 27 años, uno de los líderes sociales más influyentes de nuestro país, que trabajó con ellos para que ese dinero llegase a obras de distintos puntos del país.
Martín y Carolina ayudan con su palabra y su compañía a aquellos que padecen el extraño síndrome. Además, él se ha ido reincorporando de a poco a su actividad laboral y sueña con volver a jugar al básquetbol algún día. "Recién ahora estamos disfrutando como pareja. Y ya tenemos ganas de volver a pensar en tener chicos. Esto ocurrió en nuestro mejor momento y nos hizo más fuertes", admite Martín.
Carolina es psicóloga. "Seguramente mi profesión dio algunas herramientas para afrontar situaciones difíciles así como el haber hecho terapia tanto tiempo. Pero creo que también tiene que ver con la personalidad de cada uno, y además tuve una enorme contención familiar y de mis amigos. Soy una persona positiva y eso también sumó", dice.
La pareja habla de la resiliencia, aquel otro antídoto que no se encuentra en el vademécum. "Es la capacidad que tenemos los seres humanos de convertir algo malo en algo bueno. En vez de quedarme resentido y preguntándome por qué esto me pasó a mí, después del coma empecé a pensar en estar bien, en las próximas vacaciones."
El matrimonio encontró este mecanismo de autosuperación en la ayuda a los demás. El de Martín Renzacci se convirtió en el caso famoso de una enfermedad poco conocida. A partir de ese momento, muchos pacientes del síndrome de Guillain-Barré comenzaron a contactarse con ellos. "Nos empezamos a involucrar, a hablar con quienes padecen esta enfermedad y a acompañar a sus familiares", cuenta Carolina.
¿Cómo explicar estos hechos? El matrimonio se lo preguntó muchas veces, pero eso ha quedado en el pasado. "Por más que buscáramos, nunca íbamos a encontrar una respuesta. No nos quedamos con lo trágico, sino que nos preguntamos para qué ocurrió. Y creemos que el motivo fue que a partir de la enfermedad empezamos a descubrir cosas nuestras, de nuestra relación, y que nos permitió poder comenzar a ayudar a los demás", dice Martín.
Después de haber conocido allí, tan lejos de su hogar, el miedo y el dolor, ¿qué ocurriría si el matrimonio pudiese viajar a Australia? "Volveríamos", dicen al unísono. "El síndrome se manifestó en Hobart, pero podría haberme ocurrido en cualquier lugar. Regresar allá sería una manera de poder cerrar un ciclo. Entré y salí del hospital en ambulancia. Me gustaría poder agradecerles a los médicos, y a las enfermeras y a toda esa gente que nos ayudó."
Los Renzacci ya cumplieron su primer aniversario de casados. Su departamento respira vida y calor. Carolina le cuenta a Martín que la semana próxima vendrán los pintores. "Esas columnitas las quiero de color naranja. Le va a dar alegría al living." Martín duda, pero luego acepta y se ríe. Son las delicias de la vida conyugal sin sobresaltos. Finalmente, llegó la paz.
¿Qué es el síndrome de Guillain-Barré?
"Martín estaba encerrado en su propio cuerpo", resume Carolina. Su marido siempre hizo deporte, tuvo una vida sana y nunca fumó. Este síndrome autoinmune, que afecta a 1 de cada 200 mil personas, es un trastorno en el que el sistema inmunológico del cuerpo ataca parte del sistema nervioso periférico. La pérdida de reflejos, los hormigueos en las extremidades y la aparición de una visión borrosa son los primeros síntomas en manifestarse.
En muchos capítulos de Dr. House aparece esta enfermedad como uno de los diagnósticos preliminares. El síndrome ataca un sexo u otro por igual y es más común entre personas de 30 a 50 años. En el caso de Martín Renzacci, fueron dos meses de internación en Australia. Luego continuó su tratamiento en la Clínica Bazterrica y su rehabilitación en la Cínica Ulme. Aún sigue siendo atendido por fisiatras para recuperar su calidad de vida. No existe, por el momento, cura para el síndrome y la recuperación puede demorar meses o años.
Contar la experiencia

Despertar en Tasmania es mucho más que un registro de las experiencias del matrimonio durante la enfermedad de Martín. Es una travesía por los orígenes y los rincones de una relación sólida en la que ambas partes se aferraron a vivir. "El único modo de salir adelante es no encerrarse en la tragedia, en mirar más allá y pensar que esto va a pasar pronto. No quiero que suene trillado, pero es la actitud más importante para superar todos los obstáculos", opina Carolina.
Cuando Martín estaba internado, Carolina comenzó a escribir lo que ocurría, para tener un registro de los hechos y para canalizar todas esas emociones. Cuando regresaron a Buenos Aires, esas páginas comenzaron a tomar otro vuelo. Carolina decidió no regresar a su trabajo para cuidar a Martín y juntos fueron dándole forma a un proyecto que les pareció entretenido, tal como ellos califican a ese proceso de escritura. "Contar nuestra historia nos sirvió para terminar de elaborar todo lo que nos había pasado, para escucharnos", dice él, cuya voz –salvo en los capítulos en los que se encuentra en coma– es la que predomina en el libro.
Con la ayuda del periodista Alejandro Gorenstein, epílogo de Manuel Lozano y prólogo de Andy Kusnetzoff, que los entrevistó poco después de que regresaran al país, el matrimonio presentará Despertar en Tasmania (Del Nuevo Extremo) mañana, a las 18, en El Ateneo (Florida 340), con entrada libre y gratuita.






