Microrrituales para no perder el eje en la cuarentena
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No son pocos los que en esta eterna cuarentena se están amigando con el reloj, ¡incluso con el reloj despertador! Sumidos en un loop como el que relataba El día de la marmota (Groundhog Day, 1993), en el que el tiempo se vuelve homogéneo, repetitivo e inevitable, muchos interponen a esa asfixiante sensación de continuo pequeños rituales a partir de los cuales organizar la jornada. Así, por ejemplo, algunos han comenzado a señalar el inicio del día con una sesión de fitness, otros marcan el comienzo de la tarde con un café o una siesta, y otros dan la bienvenida al anochecer con una copa de vino o una sesión de baile.
Es que todo vale a la hora de proteger nuestra salud mental. Porque, en definitiva, de eso se trata: "Lo que estamos viendo es que a medida que pasan los días la cuarentena tiende a homogeneizar el tiempo –advierte el psicoterapeuta Miguel Espeche, coordinador del Programa de Salud Mental Barrial del Hospital Pirovano–, y esto rompe con nuestra biología que pide momentos diferenciados: día, noche, comidas, etcétera. Esta situación puede desestabilizar la salud mental, pues empezamos a vivir una continuidad insalubre y la mente, que está diseñada para interactuar con el medio externo, empieza a no tener un medio externo con el cual interactuar en demasía. Se vive entonces en una continuidad que se torna no solo aburrida, subestimulada, sino que también deja al cuerpo de lado".
"Hoy muchos sienten que el tiempo indefinido y desestructurado se asimila a un infinito, un tiempo muerto y abrumador que se acompaña de sensaciones catastróficas", coincide Ricardo Rubinstein
médico psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), y agrega que, en ese contexto, "las nuevas rutinas cumplen la función de sostener, acompañar y reencontrar a ese sí mismo estremecido. Pequeñas cosas como hacer ejercicios físicos en determinados horarios, salir a pasear el perro, ir de compras cada equis tiempo, las charlas virtuales, alguna clase o aprendizaje nuevo, el horario de películas, van a habilitar retomar, reencontrarse y tener un alivio en este tránsito".
Rituales matinales
Luis Lahite comienza el día preparando su café de especialidad y haciendo yogurt: "Muelo el grano de café y lo filtro en una cafetera de émbolo, con el agua a la temperatura exacta. Es todo un ritual matinal que por el apuro de llevar a los chicos al colegio antes no podía llevar a cabo. También, y con vistas a ahorrar y a hacerme de un mejor producto, compré una yogurtera que pongo en funcionamiento todas las mañanas", cuenta.
Gabriel Di Martino, por su parte, prefiere empezar el día poniendo el cuerpo en movimiento: "Me levanto de lunes a viernes, todos los días, a las seis: como algo sólido y entreno de 6.30 a 9 para, después a las diez, desayunar mientras me voy conectando al trabajo", cuenta y explica el por qué de sus nuevas rutinas de cuarentena: "Fue una manera de ir entendiendo cómo era esto de estar todo el día encerrado, entender los tiempos dentro de la casa, aprovechar momentos a los que antes no le prestaba atención y dedicarme tiempos entre el ocio y las obligaciones laborales".
Gabriel no es el único que recurre al despertador para ponerle un inicio claro a la jornada: "Después de unos primeros días de aturdimiento y de creer que estaba bueno dejar de lado el despertador, volví a usarlo", cuenta Agustín Salvaterra: "en los primeros días de la cuarentena el día empezaba a cualquier hora y terminaba peor, no podía organizar ni el home office ni las rutinas de la casa. Ahora, me pongo el despertador a los 8.30, de lunes a viernes, hago mate y prendo la notebook".
Y así como muchos recurren a pequeños rituales para darle un inicio claro a la jornada, otros los utilizan para jalonar los distintos momentos del día, o incluso para separa día de semana del fin de semana. "De lunes a viernes no hay día sin siesta y, después de la siesta un café para señalar que comenzó la tarde y hay que volver al home office", cuenta Agustín.
Para señalar el fin de la jornada labora, los microrrituales también se revelan de utilidad. "Tomo clases de baile lunes, miércoles y viernes a las 18.30 para obligarme a cortar el laburo. Martes y jueves, a la misma hora, me impongo entrenar", dice Ana Gambaccini. "Se bebe a diario o casi con la salida de la primera estrella", cuenta por su parte Marina Vaintrob. Gabriel Di Martino opta por los mates: "Tipo seis de la tarde paro de trabajar para tomar mates mientras veo caer la tarde y ya tipo 19 hago una hora de inglés".
Para que un lunes no sea lo mismo que un sábado, hay quienes generan rutinas especiales de fin de semana, aun cuando suponen el mismo ámbito que la semana laboral: "Los fines de semana implementamos cafecito en la ventana, después de almorzar, que es el único contacto con la naturaleza que tenemos en nuestro PH y si hay sol tomamos sol ahí con música de sonidos del mar o tipo mantras", cuenta Mariana Cebrero. Lorena Marazzi, por su parte, dice: "Trato de no trabajar los fines de semana, antes lo hacía sobre todo en proyectos propios pero ahora no como una forma de diferenciar trabajo/descanso".
Es que no se trata solo de contar con herramientas para organizar la vida en el encierro: "Inmersos ante la amenaza del coronavirus estos microrrituales también serían organizadores del psiquismo –afirma Gabriela Goldstein, psicoanalista de la APA–. Ante la angustia de un tiempo fuera de quicio, la cronología está trastornada y necesitamos algunos modos de ordenar el desborde que podemos sentir de nuestra vida".b
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