
Miguel Flores-Vianna: "La moda se compra con plata, pero la plata en sí misma no vuelve interesante a nadie"
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"Después de la Segunda Guerra, nuestra calle estaba repleta de burdeles. Todavía recuerdo algunas mujeres paradas en la esquina. Ellas ya estaban bastante mayores, pero eran siempre cálidas y gentiles".
Quien cuenta esto en el libro Haute Bohemians, del fotógrafo argentino y niño mimado del jet set internacional Miguel Flores-Vianna, es Osanna Visconti di Modrone. Visconti di Modrone es diseñadora de joyas, y en su mansión renacentista en el centro de Milán, debajo de los techos que se pintaron por última vez en el siglo XVIII, tiene algunas de las obras más interesantes de Lucio Fontana, Anish Kapoor y Maurizio Cattelan.
Muchas de las paredes de su casa, asimismo, están descascaradas y con cables a la vista. Con su marido, el galerista Gianalessano, las mezclan tanto con géneros y antigüedades suntuosas como con dispositivos eléctricos que transmiten mensajes neoconceptuales feministas de Jenny Holtzer.
"Probablemente haya errores -dice Osanna-, pero odio las casas sin errores, son frías".
Visconti di Modrone es, de más está decir, una de las musas más emblemáticas del pensamiento de los "haute bohemians" que rodean a Flores-Vianna. Son personajes sofisticados con una concepción del lujo muy personal, y aunque vivan en increíbles palazzos renacentistas, manors de la campiña inglesa, mansiones que quitan el aliento en los Hamptons o alguna maravillosa estancia argentina, tienen una visión nada formal ni pretenciosa de lo que es el glamour.
En las palabras de Amy Astely, editora de Architectural Digest, quien escribió la introducción a este coffe-table que fue nombrado libro de diseño del año por The New York Times, las de esto grupo tan particular "no son casas trofeo". "Más que meramente reflejar riqueza, son una elegía a la curiosidad y a la aceptación de lo diferente", puntualiza Flores-Vianna, en diálogo con sábado.
-Creciste como hijo de médico de provincia en Misiones en los 70 y terminaste como fotógrafo de culto de las casas de los multimillonarios más sofisticados que dicen que solo te abren las puertas porque son tus amigos. ¿Cómo fue esa transición?
-Mi papá era un excéntrico y creía que había que acentuar eso de viajar lejos. Si vivís en Buenos Aires no te das tanto cuenta porque estás más conectado con el mundo, pero en Posadas, al menos entonces, era muy distinto. Así que terminé haciendo mis estudios entre Europa y Sudáfrica. Una vez, de paso por Nueva York, me quedé en lo de una amiga de mi colegio de Roma, que era la única persona que conocía en la ciudad. Me dijo que trabajaba de asistente del editor de una revista. Y yo me dije, "si esta puede hacer eso, yo puedo ser editor". Yo tenía 26 años, pero no me animaba a hacer algo así sin apoyo. Así que, como buen argentino, me volví para hablarlo con mi psicólogo. Después de nueve meses de terapia en Buenos Aires, me vine y ahí empezó todo.
-¿Cuán difícil fue?
-Llegué y me gané la tarjeta de residencia en la lotería. Para mí fue un símbolo de que estaba destinado a ser. Empecé como asistente de un productor de modas, y al año y medio me puso en contacto con Martha Stewart con quien trabajé mucho. Eventualmente fui editor en Town & Country y Elle Décor.
-¿Y entonces decidiste dejarlo todo para ser fotógrafo?
-Estaba trabajando de editor de House & Garden y fui a comprarme una camarita digital para hacer scouting de ideas para notas. En vez, me compré una con película. Contraté un asistente dos fines de semana para que me enseñase a usarla y no paré. A los nueve meses renuncié a mi trabajo y aquí estoy.
Si bien Haute Bohemians es el primer libro de Flores-Vianna, sus fotos de interiores ya son de rigor desde hace tiempo en las principales publicaciones del tema, de Architectural Digest a House Beautiful y Elle Decor. En general retrata casas de amigos y de amigos de amigos, muchos de los cuales viajaron especialmente a Nueva York para las presentaciones y compartieron secretos. Marian McEvoy, por ejemplo, editora de Elle Decor, en diálogo con el autor reconoció que le encanta tener retratos suyos de todo tipo en la casa -pero sólo colgados en el baño, moriría ante una idea tan común como fotos familiares en el living: la foto del baño de la casa del valle del río Hudson de McEvoy fue una de las que más suspiros despertó en el público-.
Estos amigos, además, tienen cuentas de Instagram, y publicaron fotos y comentarios ponderativos. "Felicitaciones por tu belleza de libro, amé celebrar contigo anoche", escribió en un posteo la diseñadora y heredera del imperio de cosmética Aerin Lauder, y de pronto, el ciberespacio más reconocido de la gente de la moda era de Flores-Vianna.
"Lo del seguimiento en Instagram para mí es un misterio -reconoce-. Sé que se me conocía relativamente bien dentro de mi círculo profesional y por ende un poco más por el hecho de que mi trabajo es publicado constantemente en varias revistas de EE.UU. y Europa. Sin embargo, cuando mi número de seguidores comenzó a crecer siempre me pregunte cómo llegaban a mí. Una vez estaba en un tren en Budapest y en una parada se sentó alguien a mi lado, que ni bien se acomodó sacó el teléfono y empezó a mirar mi cuenta y darle corazones. Fue surrealista".
- ¿Qué es el lujo para vos?
- Hace años yo estaba visitando un palacio del siglo XVIII en las afueras de Moscú frente al cual había un iglesia ortodoxa pequeñita de la misma época. El palacio estaba vacío después de años de comunismo, solo había un señora entrada en edad y peso que barría los pisos. Entre los dos no teníamos ningún idioma en común, solo nos sonreíamos. Yo iba lentamente, pasando de un gran salón a otro y ella me seguía con su escoba. El único sonido era el de nuestros pasos, haciendo crujir el parquet tricentenario. De repente se empezó a sentir como si una tromba de caballos hubiesen invadido el palacio. Era el efecto del repicar de las campanas de la iglesia de enfrente. Y me dio un escalofrío porque inmediatamente me di cuenta de que para mí ese era un momento de gran privilegio. Yo era testigo de algo que en esa casa pasaba a diario, desde hacía más de tres siglos. Era algo habitual ahí, pero para mí fue un momento único y muy conmovedor. Tener el tiempo, la posibilidad de vivir esas experiencias, eso es el lujo.
- ¿Qué opinás de las modas actuales en decoración?
-A mí las modas mucho no me interesan, especialmente en estos tiempos cuando la moda de un día, es vulgaridad al día siguiente. Me gustan las casas que reflejan las vidas de quienes están adentro, que me dejan ver sus pasiones, sus ritos. La moda se compra con plata, pero la plata en sí misma no vuelve interesante a nadie. Una casa interesante, al contrario de una casa a la moda, se vuelve universal.
- ¿Cuál es tu casa favorita en la Argentina?
- El casco de Los Alamos. Es auténtico y tiene alma y no fue "decorado" para impresionar a nadie, sino mas bien, para dar placer a sus dueños.






