Maravillada, Julieta observó la imagen. Eran los pies de una abuela en la India, que estaba bañando a su nieto. "Impactante", pensó conmovida, sin sospechar que, en ese día de octubre del 2013, aquella foto cambiaría su destino para siempre.
La encontró mientras estaba sumergida en uno de sus pasatiempos favoritos: mirar fotos de viajes. Julieta, que era aficionada al tema, podía pasarse horas en internet observando con fascinación al mundo a través de las lentes de otros curiosos como ella.
La imagen que conquistó su atención formaba parte de un concurso amateur del cual también quiso participar. Simplemente no podía parar de observarla, tal vez porque ciertas piezas artísticas conmueven y transmiten tanto, que traen consigo la pregunta acerca del espíritu del autor detrás de la creación. De pronto, notó que su dueño la había compartido a través de su Facebook y entonces, en un impulso, decidió enviarle un mensaje para decirle que su foto era espectacular y que le deseaba mucha suerte en el concurso. "No sabía absolutamente nada de él, salvo su nombre: Pepe. La verdad es que no esperaba que respondiera", recuerda Julieta con una sonrisa.
Pero a la mañana siguiente la esperaba un "Muchísimas gracias y mucha suerte también". A partir de ahí, comenzó el intercambio y Julieta pudo, de a poco, descubrir a la persona detrás de la imagen que la había impactado; un hombre apasionado por la vida, los viajes y la fotografía amateur, tal como ella. Las coincidencias eran increíbles, o tal vez no tanto, al fin y al cabo dicen que, si observamos bien las señales, seremos atraídos por espíritus afines.
Sin embargo, había una pequeña traba que les impedía traspasar las charlas virtuales: la distancia. Pepe era de Barcelona. "Pero había otros pequeños detalles que ayudarían al entramado. Él es ingeniero informático y por entonces yo justo trabajaba en una empresa relacionada a su profesión, aunque en el área de Comunicación", explica Julieta, "Y entre mensajes cada vez más frecuentes, relatos de nuestras aventuras viajeras y destinos que ansiábamos explorar, me contó que el año anterior había hecho un máster en Periodismo de viajes en una Universidad de Barcelona. Y a mí, que nunca había estado tan impulsiva en mi vida y que soñaba con vivir un tiempo fuera de Argentina, se me encendió la lamparita".
Dejarlo todo
No fue sencillo, pero finalmente Julieta fue aceptada en aquella Universidad para realizar un máster relacionado a sus estudios, pero, entretanto, la relación con Pepe se había enfriado. A fin de cuentas, cada uno tenía su vida a miles de kilómetros de distancia. "A pesar de ello, yo estaba decidida por mí y mis enormes deseos de viajar", afirma Julieta, "Y cuando le confirmé que iba, nuestro contacto volvió para resolver ciertas cuestiones prácticas. Fue una locura, porque para hacer todo esto, renuncié a mi trabajo, pedí ayuda económica prestada y tuve que realizar trámites engorrosos para obtener el permiso de viaje para permanecer mayor tiempo a lo reglamentado".
Y así, apenas tres meses después de haber visto aquella foto, Julieta lo dejó todo para emprender un nuevo rumbo hacia lo desconocido.
Hasta el día de su partida, su relación virtual con Pepe se intensificó al punto en que podían estar juntos por Skype el día entero "Fue ahí fue cuando nos empezamos a gustar y cuando Pepe me ofreció quedarme en su casa los primeros días de estancia en Barcelona, hasta que encontrase mi propio lugar", revela Julieta
Pepe le había prometido que la iría a buscar al aeropuerto. A su llegada, ella traspasó la puerta de arribos muy nerviosa y con una ansiedad desmedida, preguntándose si él realmente estaría allí, del otro lado. "Estaba", cuenta Julieta, emocionada, "Y ahí mismo nos dimos nuestro primer beso. Cuando llegamos a su casa, Pepe había vaciado la mitad de su placard para dejarme lugar y supe que, mientras estuviera en Barcelona, de allí no me iría más".
Adaptarse y amarse
Al principio tuvieron que adaptarse a sus respectivas costumbres: "Pepe es ecologista, vegetariano y yo vengo del país de la carne. Aunque tenía heladera, la tenía desenchufada porque decía que no la necesitaba; no tenía tele y había que separar la basura. A lo de la heladera no cedí y la pusimos en funcionamiento, al resto me adapté bastante rápido y tuvimos una linda convivencia. Hasta que llegó el momento de volver", continúa.
Sin embargo, las coincidencias siempre habían jugado a su favor. La empresa donde trabajaba Pepe tenía dos sedes: Barcelona y Buenos Aires, así que pidió un traslado por cinco meses a la Argentina. "Y después decidimos volver a España, pero, desgraciadamente, como esta vez iba de turista, solo me podía quedar 3 meses", explica Julieta, "Ninguno de los dos había soñado con casarse, pero sí estábamos seguros de que queríamos compartir la vida y que no podíamos estar yendo y viniendo cada 3 meses".
Pepe y Julieta comenzaron con los trámites para casarse en España, que incluyeron una entrevista, como en las películas, para confirmar que lo iban a hacer por amor. En el medio de los papeleos, que duraron unos 8 meses, Julieta tuvo que volver a Argentina a esperar.
"Ese tiempo lo recuerdo bastante angustiante", dice hoy, "Los trámites burocráticos nunca son placenteros y las esperas para estar donde y con quien querés estar, menos. Cuando por fin todo estuvo listo nos casamos, fue en diciembre de 2015 en un lugar increíble que es un antiguo monasterio con un parque natural y que se llama Monasterio de Piedra. Éramos 24 personas y, mágicamente, aunque era diciembre (pleno invierno), no hacía frío y brillaba el sol. De Argentina pudieron venir mi familia y mis dos mejores amigos. Fue un día hermoso".
Después del final feliz
Julieta y Pepe se quedaron a vivir en España, porque su pasión es viajar y, desde allí, resulta más fácil en todos los sentidos. Después de un tiempo, se mudaron a Mallorca, donde cumplieron el deseo de ambos: adoptar un perro. Hoy tienen dos.
Seis meses después de la mudanza a la isla, durante un viaje, Pepe le descubrió un bultito en el pecho izquierdo, que terminó siendo un cáncer de mama. "Por suerte, estaba todavía en una etapa temprana, era chico y poco agresivo, pero no dejó de ser un golpe duro, sobre todo estando tan lejos de mi familia y amigos más cercanos. Pasó la operación y los resultados dijeron que no era necesario quimioterapia, fue un alivio para los dos, aunque sí tuve que hacer varias sesiones de radioterapia. Pepe siempre estuvo a mi lado, apoyándome, y estuvimos muy acompañados por nuestras familias y amigos. Hoy sigo en tratamiento hormonal y con controles periódicos, pero la peor parte ya pasó y creo que fue otro aprendizaje más de la vida; uno que nos unió todavía más y que me reconfirmó que había hecho bien en seguir mis impulsos. Hay que perder los miedos, porque la vida es una y hay que vivirla", concluye Julieta conmovida.
El destino de Julieta y Pepe estuvo signado por una imagen que capturaba su espíritu a la perfección. Es así como, hasta el día de hoy y cada vez que el trabajo se los permite, ellos siguen compartiendo su pasión por las fotos y por conocer el mundo. Pero, por sobre todo, por compartir su amor.
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