No estás eligiendo tu menú
Comer es lo único que nos puede dar placer tres veces por día por el resto de nuestras vidas. Si lo pensamos bien, la relación mas íntima que tenemos es con la comida. Es un hecho cultural que determina, en parte, quiénes somos. El alimento no es solo combustible.
Por otro lado, es para lo único para lo que sacamos plata del bolsillo a diario, tomando así pequeñas decisiones. Y esas pequeñas decisiones tienen impacto en nosotros, nuestro cuerpo, nuestra salud, la familia, nuestro entorno, la comunidad y el planeta. Hoy, comemos lo que nos dan. Comemos lo que nos dicen. Y comemos lo que le conviene al mercado en términos de producción y rentabilidad. La uniformidad de oferta nos da la ilusión de elección. Tengan en mente esto: ilusión de elección. Tomate, carnes (vacuna y pollo), harina, queso, papa. Comemos siempre los mismos cinco ingredientes en distintas formas .
Del 100% de las ventas del mercado central, el 90% de la venta anual es papa (la mayoritaria, por lejos), cebolla, morrón, tomate y lechuga. Todo el año, todos los años. Cinco ingredientes: milanesas, albóndigas, sándwich de lomo, hamburguesas, pizza, pasta, tarta, empanadas, lasagna, bolognesa, churrasquito con ensalada, pechuguita con puré, pollo al horno con papas… Creemos que elegimos, pero comemos lo mismo. La elección es pura ilusión. A la larga, uno come ingredientes, no platos. La información cultural de la receta queda en el cerebro, en el alma o el corazón, pero no en el cuerpo.
El cuerpo recibe nutrientes (o no) de los ingredientes que le damos. De la carne, el huevo y el pan, no de la milanesa. Comemos lo mismo con distinta ropa y aroma. Creemos que elegimos, pero solo cambia el nombre, no el contenido. Seguimos comiendo lo mismo: harina, carne, papa, queso y tomate.
El huevo o la gallina. ¿Se produce y se vende más eso porque tiene más demanda? ¿O tiene más demanda porque es más rentable y con más marketing?
De cualquier manera, no es como deberíamos comer. Los índices de obesidad, sobrepeso infantil y enfermedades relacionadas con lo que comemos lo dicen clarito. La factura la recibe el cuerpo.
Señales de alerta
¿Y cuándo reaccionamos? Cuando queremos perder peso, o cuando el médico da la señal de alarma. Aparte de la balanza y el médico, sentimos que hay algo fuera de lugar. Más primario. Queremos comer mejor. Pero no sabemos cómo.
La información sobre qué comer y por qué nos invade sale de las pantallas, de la boca de amigos, en el trabajo, la familia, los noticieros, el diario. "Leí que", "un estudio dice que", "mi vieja dice que…" Nunca habíamos debatido tanto como ahora lo que comemos.
El tema es que estamos tan confundidos que estamos en crisis. De las crisis surge el miedo. Y toda crisis crea oportunidad. El mercado, mientras tanto, la aprovecha diciendo lo que queremos escuchar. "Soy sano, tengo fibra, soy sustentable, soy natural, soy 0 grasa, no tengo azúcar, ni gluten, ni sodio, tengo nutrientes necesarios, omegas, directo de la naturaleza, vengo de la tierra a tu mesa". Ojo. Lo que llega directo de la tierra a tu mesa son las frutas y las verduras.
Lo que tenemos que comer todos los días de nuestra vida es gran cantidad de frutas y vegetales. Plantas comestibles. No descartar lo cultural, pero sumarle lo vegetal. ¿Cuánto? Todas las que puedas, lo más variado que puedas, siempre que no tengamos ninguna patología (donde el único que opina es el médico). Repito: lo que hay que comer a diario son plantas. Vos, usted, yo, su prima, mi hermana, nuestros hijos y abuelos. Todos. No exclusivamente, pero lo que tiene que ocupar más volumen en tu mesa son las plantas. Es decir; tenemos que cambiar la relación que tenemos con la comida.
En este sentido, hay cosas que nos hicieron creer que no son ciertas. Que no tenemos tiempo para cocinar o comer mejor, por ejemplo. Solo necesitás 20 minutos diarios para comprar un día, cocinar el otro y generar una rueda, un sistema que funcione.
Tenemos la oferta que nos merecemos: cambiemos la demanda y el mercado obedece. Las marcas nos escuchan, nos estudian y están atentas; ellas también están perdidas, porque algo está cambiando.
Entonces comamos vegetales y exijámosles más a aquellos que hacen los productos que nos gustan. Mejores fórmulas.
La suma todas de nuestras pequeñas decisiones tienen poder. Usémoslo.
Comer es para lo único para lo que sacamos plata del bolsillo todos los días: elijamos bien.
Entonces, ¿qué hacemos?
Comer en estación
No comas tomates cuando hace frío si querés ricos tomates. El impacto es enorme si logramos adaptarnos a los ciclos naturales. Nos lleva sí o sí a la variedad.
Variedad
No es nombres de platos, es garbanzos, lentejas, vegetales verdes, rojos, amarillos, semillas, quesos, habas, remolachas, conejo, lenguado, etcétera.
Cociná más
Cocinar es una actividad esencial para la supervivencia, pero también de identidad y pertenencia. Cocinate y cocinales a los tuyos.
Vegetales
La mitad de tu plato tiene que ser vegetal, en las tres comidas. Los vegetales no tienen marketing, pero eso es lo que deberíamos consumir más.
Leer las etiquetas
La tabla nutricional es para cuando ya tenés una patología. La de ingredientes es la que importa, la que está escondida, en letra mini, casi ilegible. Pero tenemos zoom y Google. Así que si comés algo más de dos veces a la semana, leé la etiqueta.