No sé si casarme o comprarme un perro
Sigo en Instagram a una diseñadora de interiores de Montreal que vive en una linda tinyhouse (mini casa) con Stella, una labradora color crema por la que se desvive; es más, todo el perfil es acerca de la perrita. En las más de 1700 imágenes que lleva posteadas no aparecen fotos de amigos o amigas que sugieran que otro ser humano visita su cama; y digo "su" incluyendo al can, porque ésa es su cucha también. Me pregunto cómo hará al momento de recibir visitas intimas, por el apego, y porque encerrarla es imposible siendo un monoambiente.
Tengo una amiga en idéntica situación: el gato literalmente enfurece cuando un extraño no felino ocupa su lugar en la cama grande. Y tampoco sirve cerrar la puerta del dormitorio porque el tipo se instala a maullar del otro lado y, hasta que no abren, no para. Esa queja gutural le baja la libido a cualquiera, cuando no inspira un poquito de miedo, de hecho han habido galanes fóbicos que después de la experiencia optaron por el ghosting.
Dejarlos presenciar el momento erótico puede ser un arma de doble filo. Según la "expresividad" del dueño el animalito puede interpretar que le están haciendo daño a su amo, como le pasó a Napoleón Bonaparte. Cuenta la historia que cuando se casó con Josefina se enteró de que siempre dormía abrazada a Fortune, su Pug. En la noche de bodas ella insistió en que el perro permaneciera en su lugar de siempre, a lo que el marido accedió (quizá viendo que perdería tiempo en una discusión inútil). Pero mientras los recién casados se entregaban a lo suyo, el chucho ofendido le mordió un muslo al pobre Napoleón.
A como está hoy el mundo de las citas y las relaciones sentimentales, tan bastardeado por la sobreoferta de las redes sociales, miles de solteros acaban volcando su afecto en las mascotas, que, si antes ocupaban un lugar importante, ahora son prioridad para quienes viven solos. El negocio de los pet shops se nutre de esa creciente (y saludable, sí) debilidad. En un análisis publicado en 2014 por la revista Psichology today, el biólogo e investigador Stanley Coren, especialista en inteligencia animal de la Universidad de British Columbia, en Vancouver, citaba una encuesta donde se sostenía que el 60% de las personas duermen con sus mascotas, en su mayoría, mujeres de entre 18 y 34 años, aunque también el 40% de los hombres mayores de 45. De las muchas razones argüidas, además de aportar calor en invierno (tienen unos grados más de temperatura corporal que los humanos, de ahí viene el término "noche de tres perros", en alusión al frio extremo) el científico explicaba que antiguamente se les permitía compartir el lecho por una cuestión de seguridad, pues a menos que sean muy pollerudos, suelen ser la alarma nocturna más efectiva.
Así como Napoleón y Josefina, muchos personajes de la historia dieron un trato privilegiado a sus animales, entendiendo quizá que eran lo único noble de verdad. Según las ilustraciones grabadas en su tumba, Ramsés el Grande tenía un sabueso llamado Pahates que incluso recibió el título de "compañero de cama del faraón"; y el temerario Alejandro Magno descansaba de sus batallas junto a su amado galgo Peritas. La Reina Victoria, cuenta Coren en su texto, murió en la cama acompañada por Turi, su pomerania favorita; Pedro el Grande, zar de Rusia, y Federico el grande de Prusia también se acostaban rodeados de sus galgos, una de las razas más mansas que hay.
Buscando información sobre si deberían o no compartir el territorio al momento de las relaciones sexuales en la cama (que puede estar tan infectada como la cocina o el sillón del living), encuentro que los médicos son contrarios algunos, por una cuestión de higiene; aunque eso es relativo ya que los humanos intercambiamos toda clase de bichos y aún más peligrosos cada vez que nos conectamos genitalmente. Sigo creyendo que siempre será buen indicio encontrarse en la vida con alguien capaz de compartir el sueño con su perro, pues quien ama a los animales, ama a las personas.