Rago & Carámbula: apasionados y conversadores
Se conocieron en 1993, grabando un programa para televisión. Pero el amor y los besos llegaron años después. Hoy se los ve simpáticos, entusiasmados y esperando un hijo
–¿Hubo una declaración formal o un pedido de mano?
Pablo Rago: –Estábamos grandes. . .
María Carámbula: –Pero un día me dijiste lo que yo esperaba: quiero que seas mi novia...
P.R.: –Yo veía que ni nos tocábamos, que pasábamos corriendo. Cuando volvimos de ver a Soda Stéreo ella me dijo: “Está todo bien, si querés podemos volver a vernos”. Pasaron los días, seguíamos viéndonos en las grabaciones...
M.C.: –Yo ya me hacía esa pregunta demoledora que nos hacemos las mujeres sobre los hombres que nos gustan: ¿qué le pasará conmigo? Una amiga que me escuchó, me frenaba: “No sé lo que pasa, pero vos, tranqui, no hagas de varoncito como acostumbrás. Esperá, ¿entendés?, es-pe-rá”.
–¿Le hiciste caso a tu amiga?
M.C.: –No. Al lunes siguiente, volvimos a vernos en la grabación, y antes de que termináramos de saludarnos yo le pregunté: “¿Vamos al cine un día?” Y ahí, los dos nos reímos mucho.
P.R.: –Yo le había traído de regalo un disco de Charly García. Pero, un día, un poco más adelante, le pedí que fuera mi novia.
–¿Qué respuesta obtuviste?
P.R.: –De prudencia. Me recordó que me había separado hacía poco tiempo y me invitó a preguntarme si no debía esperar. Yo no me achiqué, y le dije que el del tiempo era un problema del que me hacía cargo, que era un tema mío. ¿Sabés en que pensaba, María?: cuándo fue que nos besamos por primera vez. ¿Vos te acordás?
M.C.: –Finalmente, fuimos al cine. Llegamos con bastante anticipación y yo pregunté, ansiosa: “¿Qué hacemos?” Y vos dijiste: “Vamos a darnos besos...”
PR: –Y nos fuimos en el auto a una plaza cercana a besarnos.
–¿Están casados legalmente?
P.R.: –No, pero pensamos hacerlo. El año que viene, seguro. Después que nazca Vito...
M.C.: –No podría ahora. Me quedo dormida en todos lados. Sería un papelón.
–¿Quién es el que se quiere ir primero de las fiestas?
P.R.: –Por lo general, coincidimos en irnos o en quedarnos. Si estamos en la casa de un amigo de María, el responsable de la ida soy yo. Y viceversa.
M.C.: –Apelamos a una frase que la pronunciamos en voz alta: “Fumamos un cigarrillo más y nos vamos”. Pero no es algo conflictivo.
–¿Cómo se dicen cuando están en la intimidad?
P.R.: –¿Tenés un buen rato...? Porque tenemos muchas maneras...
M.C.: –¿Viste que uno critica a los demás por hacer exactamente lo mismo y hasta considerás tontos a los que hacen eso? Bueno, nosotros también lo hacemos, con infinidad de seudónimos distintos: amor, amore, preciosa, chino, monita.
–¿De cuántos meses estás embarazada?
M.C.: –De 5 meses y medio.
–¿En algún momento dijiste: “Quiero que Pablo sea el padre de mi hijo”?
M.C.: –Cuando decidimos buscar el embarazo, seguro que lo dije. Pero no te olvides de que yo ya tengo una hija y no es que me antojé, sino que llegué tranquilamente a esa decisión. Antes de eso, nos tomamos un buen tiempo. Fue algo muy planeado.
–Aun así, ya cuando el test dio positivo, ¿sintieron algunos de esos clásicos sentimientos, como miedo, inseguridad, arrepentimiento?
P.R.: –No. Tuvimos y tenemos un alegría alucinante.
M.C.: –Pura felicidad. Todo salió como queríamos. Quedé embarazada en diciembre, para tenerlo en septiembre. Así fue y así va a ser, si Dios quiere.
–¿Cuál de los dos es el que mayor sentido práctico demuestra?
P.R.: –En el manejo de la casa, me admira la practicidad de María.
M.C.: –Pero el más hábil con las manos es Pablo, porque se le anima a todo: tapones, enchufes, inodoros, estufas.
–Es un partidazo. ¿Quién lleva el estandarte de lo romántico en la pareja?
M.C.: –Los dos somos igualmente románticos, pero me parece que Pablo más.
P.R.: –Vos también. Me encanta que no se olvide de ningún detalle.
M.C.: –Y no es que con el tiempo se nos olvida o se nos pasa. Al contrario.
–Pregunté sobre ustedes a gente que los conoce y todos coincidieron en que son una de las parejas más apasionadas. Y una, incluso, me dijo que eran dos calentones.
(Risas.)
M.C.: –¿Podríamos saber quién te dio esa información?
–De ninguna manera. No puedo revelar mis fuentes informativas. Además, lo que cuenta es si es verdad o no...
M.C.: –Sí, siempre nos dicen eso.
P.R.: –Es verdad. Y nosotros lo valoramos. Para ambos, ésta es nuestra relación más prolongada. Somos coquetos, nos preparamos, nos piropeamos...
M.C.: –Es la relación más larga, pero también la más viva.
–¿Quién es el más rencoroso?
M.C.: –Yo. . . Será porque soy escorpiana.
P.R.: –Igual nos reconciliamos rápido. Mirá que hemos tenido despelotes muy serios, porque cada uno tiene temperamento y pasión en todas las cuestiones. Somos de charlar mucho, porque nos gusta, porque creeemos en el valor del diálogo, pero también en un momento la cortamos y no hablamos más. Fijate que estábamos planeando lo del embarazo y vino el atentado a las torres en Nueva York. Por supuesto, nos agarró aquello de: “¿A qué clase de mundo lo estamos trayendo?” Hasta que entendimos que uno no puede hacerse cargo de todo.
–¿Les aporta paz o conflicto el hecho de trabajar en la misma actividad y que con frecuencia escasee el trabajo?
M.C.: –Por momentos, veo lógico que Pablo tenga más trabajo que yo, porque estoy en cero con respecto a la carrera, rearmándola. No hablemos de este momento particularísimo, en el que estoy muy apasionada siguiendo la llegada de mi hijo al mundo. Pero no es que no esté haciendo nada. No estoy en tele ni en teatro porque los ofrecimientos que tuve no eran aptos para embarazadas. Me siguen llamando para hacer de mujer terrible. Basta, ya estoy grande para eso. Pero si una propuesta me gustara trabajaría gustosa. No me genera conflicto que Pablo tenga trabajo. Me hace muy feliz viendo cómo disfruta haciéndolo. Yo amo la actuación porque apenas escucho la palabra acción entro en un estado que me hace olvidar de todo. Me acuerdo de cuando era una nena y acompañaba a mi papá (N. del R.: el actor Berugo Carámbula) a ATC: mi gran sueño era imaginar que me daban un camarín propio en el canal. Después, estudié con María Vaner, con Salvador Amore, con Julio Chávez, y siempre con la misma pasión.
P.R.: –Tenemos carreras que, desde el principio, fueron distintas. Yo vengo laburando desde los 4 años.
M.C.: –Yo empecé a los 20, casi por curiosidad, para jugar un poco.
P.R.: –María empezó a interesarse por la actuación desde un lugar distinto. Está transitando un camino más lento en una época muy complicada.
–Además de la tele, trabajaron juntos en radio. ¿Cuándo fue y cómo resultó?
P.R.: –Hicimos dos programas, Los aficionados y Arrimame la carita. Fue en 1999, pero en el primero había un conflicto y es que los dos estábamos a cargo del programa. Eso no era bueno, porque en las discusiones de producción se filtraban cosas de la vida de relación. Ya en el segundo ciclo, María se puso totalmente al frente y fue mejor.
–¿Qué cosas propias del oficio de ustedes tienen menos resuelto o les fastidian más?
P.R.: –La exposición pública.
M.C.: –Me parece de locos leer en reportajes cosas que jamás dije.
P.R.: –Nos pasamos la vida evaluando qué es lo que nos conviene hacer. El teléfono suena mucho en esta casa, nos llaman con las propuestas más interesantes y también las más exóticas. Muchas veces decimos que no, pero apenas cortamos nos replanteamos: “¿Habremos hecho lo correcto?” En principio, tratamos de hacer lo que suponemos que nos va a dar más placer.
–¿Cómo manejan la cuestión del dinero?
P.R.: –Somos un desastre compartido. Nunca tenemos plata, no ahorramos. Todo lo que ganamos, lo gastamos. La casa la compramos juntos, cada uno aportó lo suyo. El dinero que aquí se gasta es de los dos. No podría ser de otra manera. María siempre trabajó y ahora no lo hace circunstancialmente. Convinimos expresamente que mientras ella se quedaba empollando en casa, yo salía de cacería.
–¿Qué los hace reír más de ustedes mismos?
P.R.: –María es muy ocurrente, en especial para asociar palabras y para calificar. Es tan buena que me hace morir de la risa. Tiene un histrionismo escondido, que ya lo va a sacar en algún trabajo próximo.
M.C.: –Es cierto, mi humor es más lindo que mi traste rubio. Eso se lo digo a los productores que me siguen teniendo anotada en la agenda de las sexy. El humor de Pablo y el mío son parecidos y eso también me hace reír.
–¿En qué temas se reconocen como inflexibles?
P.R.: –El psicoanálisis nos hizo bien a los dos. Pero, seguro, hay cosas que no queremos que se muevan de donde están. Nunca vamos a ser una pareja abierta. Hay tres o cuatro puntos básicos que son los que nos unen... En eso somos inflexibles. No cedemos.
M.C.: –Esos puntos de acuerdo son, precisamente, lo que nos tiene muy enamorados.
–¿Cuáles son esos puntos?
P.R.: –Preferiríamos que no se sepan, que quede entre nosotros.
–¿Qué cosas del maltrato no se bancan?
P.R.: –Los dos somos muy sensibles a toda clase de maltrato. Pero también en esa cuestión hay un margen que nos permite estar juntos: me banco que se despierte enroscada con algo ajeno a mí y eso le genere malhumor o impaciencia.
M.C.: –Suelo ser bastante molesta, pero por suerte me doy cuenta, lo reconozco rápidamente. Durante años, me pasé diciendo que me haría muy feliz encontrar a un hombre con corazón valiente. De esos que no se rajan, que es profundo, que es comprometido. Así es Pablo y lo valoro mucho.
P.R.: –María tiene una forma de ver la vida y de encarar las relaciones que mí me sigue enamorando. Que se proponga estar bien (del cuerpo y de la cabeza) es algo que me seduce.Nosotros ya nos conocemos el mal aliento. Sabemos cómo somos cuando nos levantamos, con el pelo parado y los ojos hinchados. Y algo peor que el mal aliento: nos conocemos las miserias.
M.C.: –De esas que uno no quisiera mostrárselas a nadie. También son importantes para nosotros los gestos, las miradas. Pero lo más importante siguen siendo los hechos. –María hablaba de tonos. ¿Cuáles son los que molestan?
P.R.: –Nos conocemos muchos tonos. A veces, cuando los escucho, me pregunto si querrán decir exactamente lo que yo escuché...
M.C.: –Salvo al discutir, los tonos de Pablo son siempre divinos.
–¿Se pelean por celos?
P.R.: –Ya no...
M.C.: –Pero antes sí... Es que a mí, desde siempre, me parece que a la persona que está conmigo la desea todo el mundo. Es una trampa, porque es como sentirse superior a todos, pero a la vez inferior.
–¿Alcanza con un solo hombre? ¿Alcanza con una sola mujer?
P.R.: –Alguna vez, nos tocó enfrentar ese tema tan difícil. Obvio que a lo mejor te puede gustar otro, pero esto atentaría absolutamente contra el plan de pareja que nosotros tenemos.
M.C.: –Es una pregunta difícil, que ólo podría responderte dentro de diez años, porque hoy no me cabe en la cabeza. Yo puedo mirar a Brad Pitt y se me cae un hilito de baba de la boca. Y Pablo está ahí para secármela. Está todo bien. Pero sólo imaginarme tener que ir a un departamento del Centro a encontrarme en secreto con Brad me resultaría la cosa más engorrosa del mundo. Si tuviera ganas de encontrarme con otro, primero me separaría, porque soy de las que no les gusta esconderse.
–¿Quién maneja el control remoto del televisor?
M.C.: –Lo maneja Pablo y sin ninguna lógica.
P.R.: –Llego yo y ella, que está viendo y tiene el control en sus manos, humildemente, lo entrega.
M.C.: –Sí, ya nada me pertenece. A lo sumo, puedo pedir, a ver dejá un poquito acá. Pablo no para nunca. No entiendo su línea de pensamiento en materia de zapping.
P.R.: –María pasa volando por los canales deportivos, como si no existieran. Y desprecia del mismo modo las películas de color marrón o verde, que vendrían a ser las de guerra y las del Oeste, respectivamente. Mi lógica consiste en descubrir en apenas un segundo lo que me interesa ver.
Maquilló Marcela Portal y peinó Daniel Soria para Llongueras.
Después del cine, besos de amor
María (Paula) Carámbula (Senblat) es uruguaya y proviene de una familia de padres separados. Pablo Adrián Rago (nacido Ragonese, “de los Ragonese, de Sicilia”) es porteño y uno de los cuatro hijos de sus padres, que siguen casados. Comparten una curiosidad: son madrina y padrino de sus respectivos hermanos menores, ambos de 12 años. Cuando se conocieron, él se estaba por casar y ella tenía dos novios a falta de uno. Y ni la hora se dieron. Pero un día, para el cumpleaños de Pablo, María, buena oyente y mejor productora, le regaló un video con una vieja película de Buster Keaton. Pablo guardó en su corazón aquella sorpresa. En 1997, volvieron a encontrarse en otro programa de televisión. Y ahí sí los dos aceptan que hubo un flechazo. Ahora sí los dos estaban solos. Cada encuentro –para hablar de cine, de música, de libros– era un oasis. Ella lo invitó a compartir unas entradas para ver a Soda Stereo. Unos días después, fueron al cine y esa noche se besaron por primera vez.
Los dos tenían un matrimonio anterior y María tiene una hija, Cata, que está por cumplir 15 años. Pablo Rago viene de cumplir una exitosa temporada en el San Martín, con Hombre y superhombre, y ahora es protagonista de Kachorra, la nueva telenovela de Natalia Oreiro por Telefé. María Carámbula estuvo en el elenco de Te llevo en la sangre, en el Teatro del Pueblo.