Saul Bass, la mano de oro del diseño
Creador de afiches y aperturas memorables del cine, colaborador de Hitchcock y Scorsese, el "artesano de Hollywood" es, a 20 años de su muerte, toda una leyenda
Acomienzos de los 50, la regla de oro del Star System de Hollywood era promocionar las películas con carteles que mostraban a las megaestrellas que encabezaban el reparto. Y los títulos de créditos eran una enumeración de nombres, que sólo se diferenciaban por el tamaño y el tipo de letra. Hasta que Saul Bass, un diseñador publicitario que se había mudado de Nueva York a Los Ángeles y comenzaba a familiarizarse con la industria, se dio cuenta de algo: para el público promedio, los créditos iniciales de las películas implicaban solamente "que quedaban tres minutos para comer pochoclo", como explicaría años más tarde el hombre que decidió tomar ese período muerto para hacer "algo más que poner nombres en los cuales los asistentes no estaban interesados: preparar a la audiencia para lo que viene. Dejarlos expectantes".
Su primer gran logro fue El hombre del brazo de oro (1955), película de Otto Preminger basada en una novela de Nelson Algren, con Frank Sinatra, Kim Novak y Eleanor Parker. En el film Sinatra –quien fue nominado a un Oscar por este papel— interpreta a un jazzista y crupier experto, que es adicto a la heroína y que, después de cumplir una condena, lucha por poner su vida en orden. Al comenzar los créditos, aparece recortado sobre un fondo negro el brazo de un adicto, en color blanco. Sabiendo el papel que juega un brazo en el caso de los heroinómanos y consciente de causar impacto, Bass decidió usar esa imagen en lugar del rostro de Sinatra, tanto para los títulos de la cinta como para el póster promocional. Y vaya si logró llamar la atención del público.
"Sus trabajos fueron sumamente innovadores, en términos de diseño, iconografía y contenido narrativo", opina para La Nación revista Jan-Christopher Horak, autor del libro Saul Bass: Anatomy of Film Design, en el que analiza la figura y la obra del diseñador fallecido en 1996. "Antes de Bass, la mayoría del trabajo publicitario, gráfico y de créditos era manejado por técnicos de los estudios o por compañías como National Screen Service. Bass puso su sello personal y su marca en el trabajo que hizo para Hollywood", agrega Horak, quien además de investigador es director del Archivo de Cine y Televisión de la Universidad de California (UCLA). Tanto él como todos los fans de Boss coinciden en que, el diseñador –que ya se había hecho un nombre en el diseño publicitario antes de ser descubierto por el Ogro Preminger– elevó la secuencia de créditos a una verdadera forma de arte.
Que se cumplan 20 años de la muerte de este artista que contribuyó a la estética de las películas de Alfred Hitchcock y trabajó con otros grandes directores como Billy Wilder, Stanley Kubrick y Martin Scorsese, es una excusa suficiente para analizar su legado. "Mirado desde el siglo XXI, Bass parece haber definido una era. Como diseñador, tanto de publicidad para los estudios, y de posters, secuencias de títulos y montajes de películas, así como de logos corporativos, desde 1940 hasta 1990, Bass influenció fuertemente tanto en el look de la publicidad de películas como en la misma cinematografía... Su trabajo gráfico no luce como el de nadie más en Hollywood, mientras que sus créditos de películas cambiaron para siempre la forma en que los productores y el público miran los minutos de apertura de un film", sostiene Horak.
Afiches como el de Anatomía de un asesinato, de Preminger (1959), son considerados de los mejores de la historia del cine. En ese grupo selecto se encuentra tal vez el más famoso: el que ideó para Vértigo (1958), su primera colaboración con el maestro del suspense, Alfred Hitchcock. A esta obra se suma la secuencia de los créditos iniciales, también de su creación, donde ya se perfila el carácter obsesivo del personaje de James Stewart.
Bass, además, ganó un Oscar por su cortometraje Why man creates (1968), una exploración del proceso creativo y la importancia de fracasar como parte de éste. "Cosas interesantes pasan cuando el impulso creativo es cultivado con curiosidad, libertad e intensidad", decía Bass, quien fue el creador de los logos corporativos más importantes de su país, entre los que se cuentan: AT&T, Kleenex y United Airlines.
Su contribución se extendió a la televisión. Así lo atestigua la muestra Revolution of the Eye: Modern Art and the Birth of American Television, actualmente en la galería Addison de la Phillips Academy, en Andover, Massachusetts. La exhibición, que está de gira por diferentes ciudades de los Estados Unidos, refleja cómo el arte de vanguardia moldeó la caja boba, en las primeras décadas de su existencia, desde 1940 hasta 1970, en ese país. Se exhiben unas 260 piezas y material gráfico que diseñaron, además de Bass, Marcel Duchamp, Georgia O’Keeffe y Andy Warhol, junto con videos de programas como Batman y The Ed Sullivan Show.
El diseño moderno
Nacido en el Bronx en 1920, Bass se crió en una familia de inmigrantes y se formó en la Art Students League, gracias a una beca, y luego con Gyorgy Kepes, un diseñador gráfico húngaro que había trabajado en Berlín con el célebre teórico del arte, fotógrafo y pintor László Moholy-Nagy, y que lo inició en el Bauhaus de Moholy y en el constructivismo ruso. Después de trabajar en varias agencias publicitarias de Manhattan, y de lanzarse a una carrera independiente, se mudó a Los Angeles en 1946. Allí, cuatro años más tarde abrió un estudio propio, hasta donde llegó, a mediados de los 50, Elaine Makatura, una talentosa diseñadora y cantante que se convertiría en su mujer y en su colaboradora en el diseño de títulos de películas como Espartaco (1960) y La edad de la inocencia (1993), entre otras.
Si bien, en sus comienzos californianos el portfolio de Bass era más bien comercial, Preminger le encargó el afiche de su película Carmen Jones (1954) y, como quedó tan impresionado, también le ofreció diseñar los títulos de crédito. Y así fue que el diseñador se forjó un camino en el mundo del cine y su firma Saul Bass & Associates Inc. se volvió en un referente del diseño gráfico y el cartelismo cinematográfico en los años siguientes.
El artesano de Hollywood basaba su tarea en formas básicas y colores planos, pero con una rotulación absolutamente personal y títulos de crédito realizados como películas ínfimas. Pero sobre todo "tenía una mirada única del mundo que usó para desplegar su arte, contribuyendo en el camino a desarrollar la industria del diseño gráfico. Su trabajo para el cine incorporó conceptos estéticos tomados del arte moderno, trasladándolo a nuevas formas comerciales capaces de abarcar y, por consiguiente, transformar las convenciones que habían permanecido estancadas por décadas. El diseño de Bass influenció no sólo a otros diseñadores de la industria cinematográfica, sino que a una generación completa de jóvenes que él entrenó personalmente en los estudios. Entre otros: Thurston Blodgett, Paul Bruhwiler, Vincent Carra, John Casados, Augustine Garza, Karen Lee... La lista es interminable", afirma Horak, quien dicta la cátedra Estudio de Medios en la UCLA y, anteriormente, estuvo a la cabeza de los Archivos & Colecciones de Universal Studios.
Las influencias de Bass alcanzan a artistas de todo el mundo. Por ejemplo, la sociedad Almodóvar-Gatti ha sido comparada más de una vez con la dupla de Alfred Hitchcock y Saul Bass. Con Hitch, el brillante trabajo de Bass incluyó, aparte de Vértigo, la secuencia de apertura de Con la muerte en los talones (1959) y la famosa escena de la ducha de Psicosis (1960). Según los entendidos, gran parte del éxito de esta última se debe a los storyboards que Bass diseñó, aunque el realizador británico nunca reconoció esto. Mucho menos que Bass hubiese participado como codirector de la escena, otra versión fuerte.
Como Juan Gatti –el argentino detrás de los créditos, títulos e imágenes de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1987), Átame (1989), Tacones lejanos (1991), Hable con ella (2002) y Volver (2006), por nombrar algunos films de Almodóvar–, es admirador tanto de Bass como de Hitchcock, a él la comparación le resulta halagadora. "Saul Bass realizó un gran aporte a los diseños de carteles y las secuencias de títulos de crédito: consiguió con los mínimos elementos los mejores resultados; sus trabajos son de gran impacto. Si bien, como dije, admiro lo que él hizo, creo que el cartel de Átame es el único que he realizado inspirado en su talento", dijo el artista plástico.
Minimalista y amante de las metáforas, Bass solía decir "represente y sintetice". Sus letreros coloridos cuentan con escasos elementos gráficos, aunque certeros en sus mensajes, y para sus secuencias se valió de animación de recortes, montaje, acción real y diseño de nombres. En su época gozó de tal éxito que algunos lo llamaron el Picasso de los artistas comerciales, mientras que su trabajo pasó a formar parte de la colección permanente del MoMA.
En una columna del diario británico The Telegraph, Martin Scorsese dijo que antes de conocer a Saul Bass ya lo consideraba una leyenda. Director y diseñador trabajaron juntos en cuatro ocasiones, la primera fue en Buenos muchachos (1990). Scorsese había crecido viendo películas donde podía reconocer la mano de Bass. "Al igual que la música de Bernard Herrmann, sus diseños añadían una dimensión extra a cualquier cinta de la que formaban parte. Los créditos que Saul diseñaba hacían la película instantáneamente especial... te metían dentro de ella de inmediato, porque, diciéndolo en palabras simples, Saul era un gran realizador. Él miraba el film en cuestión, y comprendía el ritmo, la estructura, el tono; podía penetrar el corazón de una película y hallar su secreto. Es lo que hizo con la apertura de Vértigo y esos espirales que se forman infinitamente, que es la locura al centro de la película, el hermoso y pesadillesco remolino en que está inmerso el personaje de James Stewart", afimó.
Steven Spielberg, si bien no trabajó con Bass, pensaba de forma similar: "Saul Bass no sólo fue un artista que contribuyó con muchos primeros minutos de algunas de las mejores películas de la historia; en mi opinión, su cuerpo de trabajo lo califica como uno de los mejores directores de este o cualquier tiempo", comentó a mediados de los 90.
Para Horak, los títulos de crédito de Casino (1995), de Scorsese, y La comezón del séptimo año (1955), de Billy Wilder, "reflejan el talento de Bass como diseñador gráfico y su adherencia al diseño modernista y al arte moderno". En la primera, las llamas se funden con las ruletas y, en la segunda, los créditos figuran en rectángulos, que se abren y se cierran, reflejando el juego del gato y el ratón que mantienen sus protagonistas.
¿"El hombre que cambió el diseño gráfico" ‘ha sido suficientemente reconocido? Horak dice que sí, sobre todo, luego de la publicación de su libro y de Saul Bass: A Life in Film & Design, un tomo con 1484 ilustraciones que coeditaron Jennifer Bass, hija de Saul y diseñadora gráfica, y el historiador Pat Kirkham, en 2011. "Además, los diseñadores de la actualidad reconocen su influencia", subraya Horak. Bass murió a los 75 años, víctima de un cáncer y luego de haber participado en una cincuentena de películas. Un pensamiento lo acompañó siempre: "Quiero hacer cosas bellas, incluso si a nadie le importan". No hay dudas de que lo logró.