"Sentís que algo te va a pasar". Ponerle nombre a ese huracán de cosas sin sentido le dio tranquilidad
Agustina Orona (30) no recuerda con exactitud en qué momento tuvo su primer ataque de pánico. Cuenta que se le vienen recuerdos y hechos aislados que en ese momento no tenían una razón o una justificación especifica. Sin embargo, con el tiempo logró comprender por qué evitaba tomar el subte o se bajaba del colectivo, pese a que aún no había llegado a destino, ya que "no aguantaba ese encierro y la cantidad de gente".
Agustina recuerda, además, que en los recitales siempre se quedaba atrás, lejos de toda la gente, y cuando terminaban los shows esperaba a que todos se fueran porque no quería salir con toda la multitud.
"El evento más claro fue en la casa de una amiga del club. Estábamos todas reunidas y, de repente, me empecé a sentir mal. Miraba y sentía que había mucha gente y me quería ir. Entonces, agarré a una de mis mejores amigas y le dije que necesitaba salir, la tuve caminando un buen rato por villa Urquiza hasta que me calmé y pudimos volver con el resto", recuerda, a la distancia.
"Sentís que te vas a morir o que te va a pasar algo"
Los síntomas que presentaba Agustina cada vez que pasaba por ese tipo de situaciones eran que transpiraba mucho, se sentía ahogada y tenía hormigueo en las manos. Otras veces, le dolía la panza y necesitaba moverse, caminar. "Sentís que te vas a morir o que te va a pasar algo. Especificar el ´te va a pasar algo´ es imposible, es una sensación extrema donde todo es muy confuso. De hecho, el cuerpo se activa a un falso peligro, creado por la mente".
A lo largo de un tiempo corto, cuenta, Agustina fue viviendo situaciones cotidianas, algunas importantes y positivas y otras importantes y negativas, que impactaron en su salud mental. Sin embargo, nunca se tomó el tiempo de procesar todos esos acontecimientos que se fueron dando.
"Yo jugaba al hockey en el club con mis amigas, trabajaba en una empresa familiar, vivía con mi familia, tenía una excelente salud y estaba de novia. De repente, empecé con problemas de espalda que resultó ser una hernia de disco la cual me dejó con 26 años usando bastón porque no podía caminar hasta que decidí operarme porque no había otra solución. A los 20 días de la intervención se terminó mi pareja de seis años, a los meses me mudé sola con tantas ilusiones como miedos y como frutilla del postre cambié de trabajo. Nunca me detuve a procesar todo lo que estaba pasando en mi vida. Encima de todo eso, por aquellos días falleció mi abuelo paterno que para mí era la luz de mis ojos, un ejemplo a seguir de fortaleza, de entereza y de amor incondicional".
En busca de respuestas
Definitivamente, Agustina había transitado emociones muy fuertes sin haberse podido tomar el tiempo de bajar un cambio y de reflexionar acerca de lo que le estaba aconteciendo. Evidentemente, su salud física y mental le estaba pasando factura.
Un día, Agustina se encontraba trabajando sentada en la oficina mientras empezó a sentir que algo le pasaba. Entonces, apagó el monitor de la computadora, tomó su cartera, bajó rápidamente la escalera, caminó tres cuadras en microcentro, se tomó un taxi y se trasladó hasta el Hospital Italiano. Sus compañeros no se habían enterado de nada y ella ni siquiera recuerda cómo hizo para hacer todo eso. Al llegar, el médico que la atendió le explicó que había tenido un ataque de pánico.
"Ese día, paradójicamente, sentí tranquilidad"
Al día siguiente se puse a googlear sitios para ir en busca de ayuda y, finalmente, llegó a la Fundación Fobia Club, institución cuyos objetivos fundamentales son la docencia, investigación y orientación a personas que padecen trastornos de ansiedad y a sus familiares.
A los pocos días la atendió Gustavo Bustamante, doctor en Psicología, con quien mantuvo una primera charla y luego de realizarle unos estudios determinó que padecía Trastorno de Ansiedad Generalizada con Agorafobia. "Ese día, paradójicamente, sentí tranquilidad. Era ponerle nombre y apellido a ese huracán de cosas que no tenían sentido", recuerda.
Exponerse a esos estímulos que le daban miedo
A partir de ese momento Agustina comenzó las sesiones de terapia, a las que define como su "espacio sagrado" y en donde se abstrae de todo y sin filtro puede decir todo lo que me pasa, lo que la angustia, sus miedos y otros sentimientos que la aquejan.
"La terapia de grupo es fundamental. En mi caso son los sábados a la mañana, nos encontramos en un bar y arrancamos todos juntos. No sabemos el destino (solo lo conocen los coordinadores) y viajamos en todos los medios de trasporte que te puedas imaginar: colectivo, tren, subte, tren de la costa. Podemos ir a un museo como a pasear por El Tigre. A veces, el objetivo es exponernos a esos estímulos que nos dan miedo (la cantidad de gente en los medios de transporte, los medios de transporte en sí mismos, etc) y poder ir disminuyendo la sensación de incomodidad para poder naturalizarlo y hacerlo de manera cotidiana. Es importante aclarar que solamente con la exposición de los sábados no es suficiente, uno tiene que hacer su parte en la semana también, reforzar eso con las herramientas que va incorporando. Lamentablemente se cortaron las salidas con la pandemia, pero ya volveremos. Ahora hacemos reuniones por zoom".
Además de la terapia individual y grupal, hace un tiempo Agustina incursionó en el yoga. "Cuando me lo sugirieron me parecía algo super aburrido, que no iba conmigo ya que estaba acostumbrada a competir y a ir a mil por minuto. Sin embargo, encontré a Leonor, una profesora y persona hermosa que me fue enseñando de a poco posturas, ejercicios de respiración, de relajación y se volvió algo tan importante y útil que decidí iniciar el profesorado. Y con pandemia de por medio, estoy a dos clases de recibirme. Quiero seguir formándome para poder ayudar a gente con patologías iguales o similares, bríndales herramientas o un espacio donde puedan sentirse contenidos, comprendidos y se lleven más conocimientos para aplicar en la vida diaria", se ilusiona.
"Con una sonrisa todo es más llevadero"
Agustina, que es abogada, confiesa que pese al tratamiento no existen soluciones mágicas y que la clave es esforzarse día a día para conseguir resultados. "Hoy por hoy la cuarentena nos retrocedió a todos los que ya estábamos avanzados, pero al tener una base el retroceso no es tan fuerte porque ya sabemos lo que puede pasar y cómo manejarnos para controlar estas emociones. El cambio más grande que siento es en relación a la actitud. Cuando empecé no sabía nada ni entendía nada, estaba perdida y hoy me siento mucho más segura y capaz de lograr lo que me proponga. Con miedo, pero siempre para adelante".
¿Qué mensaje les darías a las personas que se encuentran pasando este tipo de situaciones? "Busquen ayuda profesional, no se dejen estar, escúchense. Siempre se puede mejorar. Hay que romper con la creencia de que ´la terapia es para los locos´, nada más alejado. Las personas que van a terapia aceptan que tienen un problema y buscan trabajarlo. Y, finalmente, la llave siempre está en uno: exponerse, aceptar la frustración y volver a intentarlo todos los días. Se puede, siempre se puede salir adelante. Y como bandera siempre llevo la enseñanza que me dejó el viejo, como le decía yo a mi abuelo: ´Con una sonrisa todo es más llevadero´".