
Simon Reynolds. "Si hay un nuevo punk no sería de la música, sino de otro campo"
En 1977, Simon Reynolds tenía sólo 13 años. Vivía en una ciudad residencial inglesa en la que no pasaba nada. Pero en las revistas que llegaban a sus manos y en la televisión notaba que había toda una cultura convulsionada y estremeciéndose con algo que se llamaba punk. En ese momento, con un interés voraz por los libros de J. G. Ballard y Philip Dick, no sabía que esa contracultura revulsiva y altamente edificante en cuanto a tendencias artísticas, moda y consignas sería el objeto de su vida. Tal como lo cuenta en su libro Postpunk (Caja Negra), recientemente editado en la Argentina, fue gracias a su hermano menor, Tim, que conoció las blasfemias de Johnny Rotten (John Lydon) de los Sex Pistols que colocaba la palabra mierda a todo. Reynolds se transformó en periodista y colaborador de las revistas musicales inglesas que, por aquellos años, vendían 500.000 ejemplares semanales. Pero hoy, con 47 años, es el escritor e historiador (con título en Oxford) más prestigioso de esas partes microscópicas de lo que casi nadie se había ocupado antes como él.
En sus libros editados aquí, Después del r ock, Retromanía y Postpunk, romper todo y empezar de nuevo , habla de música y bandas, pero también investiga, esboza pronósticos y contextualiza los cimientos de la contracultura -hoy mainstream - y los modos en que la abundancia de acceso a los consumos culturales actuales, en realidad, restringe y resta peso a la producción de algo nuevo. De visita para participar del Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (Filba), Reynolds dialogó con la nacion.
- ¿Siguen existiendo esas abismales brechas entre consumos culturales de padres e hijos?
-No. Conozco en Inglaterra a muchos amigos que van a los festivales de música con sus hijos. Escuchan bandas nuevas y también viejas todos juntos. Incluso varias familias amigas se organizan para ir juntas a esos recitales. Los chicos adolescentes pueden disfrutar de Stone Roses tanto como sus padres de algo nuevo. Las generaciones anteriores rechazaban lo que escuchaban los padres y hoy eso ya no existe. Creo que tiene que ver con que Internet permitió que todo siga con nosotros, es decir, que lo que los padres consumían puede ser apreciado también por sus hijos y no ser rechazado. Se borró eso de las generaciones.
-¿Podría surgir hoy algo tan excitante como fue el punk a mediados de los setenta?
-Si hubiera un nuevo punk no vendría de la música, sino de otros campos, como los videojuegos. Tengo un hijo de 14 años y es fanático del Minecraft, es su propio punk. Hace videos para YouTube y la música la usa como algo de fondo, no es central. No sé si ese juego puede ser la especie de arma joven que fue el punk porque tienen una naturaleza más escapista y menos política. Incluso hay un video en YouTube acerca de la reacción de los padres a esos juegos y uno veía que muestran sorpresa y asombro, pero que en el fondo los divertía: no se escandalizaban. No tienen el poder del punk...
-En tu libro, Postpunk , analizás un período bastante corto entre 1978 y 1982 al que le asignás una gran importancia cultural. ¿Por qué?
-En Inglaterra pasaba algo muy fuerte. El clima político y económico no era bueno. Pero había muchos jóvenes de clase trabajadora intelectual que habían concurrido a escuelas de gramática -que ya no existen- y que eran como un paso de transición público y gratuito antes de ir a la Universidad. Esas escuelas formaban a una clase obrera que iba a la biblioteca, aunque después no concurriera a la Universidad. Esos chicos armaban bandas con un mensaje ligado a la filosofía, la moda, la política y las tecnologías. El rock era la puerta hacia un mundo de creación que se nutría también de portales como David Bowie o de escritores como Williams Borroughs o Ballard, que escribía en la revista Enemy. Esa cultura rock hoy existe todavía, pero en relaciones menos intensas como la de la banda Vampire Weekend con el director de cine West Anderson... No encuentro figuras que sean portales hoy. Lady Gaga es una figura tipo Bowie, pero retro y..., bueno..., no mucho más que eso. Además creo que el pospunk fue un momento tan corto que podría haberse extendido más y por eso hago una defensa de los grupos que hoy desean expandir ese sonido.
-¿Cómo ves los núcleos culturales creativos de hoy?
-Se mezcla todo en un iPod sin conocer la guerra cultural que hay ahí adentro. Cuando crecía me gustaba el pospunk y odiaba el heavy metal por sexista y militarista, pero ahora algo me gusta del heavy como AC/DC o Scorpions: un tema. Yo no siento que eso de que a la gente le guste un poquito de cada cosa signifique un avance. Quizás es lo contrario. Antes uno tomaba posición. La música que uno escuchaba, la ropa que se ponía, formaban identidad, decían quién era uno y esto ya no sucede. Cuando leo por ahí que atacaron a un chico por ser Emo pienso: ¡esto pasaba todas las semanas! Creo que la abundancia de acceso restringe. Hay muchos mostrando su destreza y conocimiento sobre todas sus buenas influencias, pero no algo nuevo. Y creo que esto incluye casi todos los campos artísticos y culturales. No alcanza con las ganas de hacer algo, música, supongamos, sino en tener una razón, un motivo para hacerla.
-Pienso en grupos como The Pop Group o The Slits, o en el mismo John Lydon que arma Public Image People (PIL) inmediatamente después de Sex Pistols...
-Imaginemos a John Lydon, el revulsivo cantante de Sex Pistols que puso al mundo a hablar de él. De un día para el otro desarma la banda y forma algo como PIL que estaba pensado como una empresa que no sólo iba a dedicarse a la música, sino también al cine y las tecnologías. Por eso le pone Ltd. detrás del nombre como si fuera una compañía. Los primeros dos discos son extremos, con influencias del reggae en el bajo. Lydon era un estudioso, fanático experto de ese ritmo jamaiquino, pero se había formado de manera autodidacta porque venía de una familia de clase trabajadora. Hoy no hay lugar para que ese tipo de experimentaciones sean rentables o atraigan a la industria de la música. Cuando Joy Division -una de las bandas fundacionales del sonido pospunk- se estableció surgieron 20 bandas que querían copiarlos. Pero en el espíritu de la época había bandas inteligentes que lo que querían hacer era oponerse. Esto siempre sucede en el arte: primero es algo nuevo y luego se transforma en un conjunto de clichés... Hoy ese espíritu que hacía a la evolución no parece muy claro.
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Reynolds vive hoy en Estados Unidos. Su trabajo consiste en, además de escribir libros, alimentar siete blogs. Como periodista fue un joven redactor de las revistas NME y MM, y creó su propio medio, Monitor. En los ochenta explicó en su libro Después del r ock, la industria editorial dedicada a la música que vivió una revolución: todos se peleaban por ver quién descubría la nueva banda que cambiaría el mundo. Y nunca era de un sello discográfico importante, sino todo lo contrario. Algunas ni siquiera tenían un disco. Esto provocaba conflictos con la gran industria del entretenimiento, que además era dueña corporativa de esos medios alternativos. La explicación de que subsistiesen y los periodistas pudieran trabajar en ese nivel de independencia casi irritante es que estas revistas vendían más de 500.000 ejemplares semanales y eran leídas por más de un millón de personas. Bien, en un momento de la entrevista con Reynolds uno se siente un poco en la obligación de preguntar lo obvio: si conoce algo de la cultura rock de la Argentina. Da un poco de vergüenza hacer lo obvio, pero... "Juana Molina me parece muy original y creo que tiene un sonido propio. Pero no conozco más nada", responde e inmediatamente, con un gesto fanático y voraz, pide que le escriba algunos nombres para escuchar en Internet. Luego toma ese papel escrito un poco nervioso y lo guarda en su billetera.
-Vos planteaste que el futuro de la música y la cultura pop podría provenir de Oriente.
-Es más una especulación de que algo podría ocurrir con los sonidos de Oriente. Es algo más especulativo que algo real. El rock surgió de una colisión entre una parte retrógrada de Estados Unidos, con los grandes medios y la instrumentación eléctrica. Tal vez pueda suceder algo similar al rock o al jazz. Por ejemplo, lo que está ocurriendo con el K-Pop en Corea. A la gente canchera de EE.UU. le gusta el K-Pop, que no tiene nada de coreano y es el mismo pop que en todo el mundo. En realidad estoy pensando en un nuevo tipo de ritmo, de forma musical. No sé, el pospunk fue la combinación de música negra con obras culturales políticas.







