Tarjetas personales, entre el estatus y las redes
Hace unos días, un artículo del sitio Refinery29 planteó la duda: ¿es Instagram la nueva carta de presentación? En tiempos de millennials y omnipresencia de la tecnología, ¿las tarjetas personales de papel están a la baja?
En principio, si bien su uso se ha reducido bastante, hay ámbitos en los que aún parecen imprescindibles. "En algunas situaciones es extremadamente necesario que las tengamos en la billetera. Es mucho más serio y profesional que estar pidiéndole a la gente que te siga en Instagram", apunta Alejandra Leguizamón, creadora de Mamá Emprende, un espacio de cursos para emprendedoras. Para ella, estar en una reunión con inversores y ofrecer las redes en lugar de una tarjeta formal es algo impensado y que puede hacer quedar muy mal. "Además, tiene un costo muy bajo como para no invertir en eso", agrega. Y tal vez un costo muy alto al no hacerlo, por dejar una mala impresión.
Otro salvavidas de esta plataforma son las interacciones con personas de distintos países e idiomas. Así sucede para Marina Furlanetto, galerista, para quien las tarjetas son una salvación en tiempos de ferias internacionales: "A veces estamos en lugares sin señal, y no es posible buscar al otro en redes. O tal vez ni siquiera entendiste bien su nombre, y te lo tiene que andar deletreando. En la tarjeta, en cambio, tenés el nombre, el mail, el teléfono y hasta la página. Es perfecto".
Similar importancia reciben las tarjetas en el trabajo de Federico Bonnet Murray, abogado. Parte de una empresa japonesa, en dicha cultura la presentación es todo un ritual, y desde el comienzo se le enseñó un modo especial de entregarla. "A todas las reuniones se va con tarjeta. Al llegar, uno se presenta agarrándola con las dos manos de las puntas y ofreciéndola de modo que el otro pueda leerla. Se hace una reverencia mutua y quien la toma lee el nombre en voz alta para estar de acuerdo en que así se pronuncia", describe. Y ni siquiera durante la reunión pierden preponderancia: cuando todos se sientan a la mesa, deben colocarse frente a cada uno, en el orden en que las personas estén sentadas.
Cuestión de estrategia
Es innegable que en tiempos de redes todos estamos más conectados. Y por eso, son muchas las veces en que los contactos ya se tienen de antemano. Pero en esos casos, la entrega de tarjetas puede ser también una estrategia de venta. Como lo orquesta Marcos Llerena, fundador y director de la agencia de branding y diseño Mandarina, que puso su expertise al servicio de su propia carta de presentación. "Uso las tarjetas para generar impacto; me hice unas que resultan una conversación en sí mismas. Son muy gruesas, con impresión en cuño seco, y en 9 de cada 10 reuniones generan un comentario y una impresión", relata.
Al mando de la marca de anteojos Wynwood, Tatiana Moreno también encontró en las tarjetas una forma de asegurar la venta. Dado que suele participar en ferias, hacerse una carta de presentación le resultó fundamental para una primera impresión rápida. Pero no fue lo único: "En Puro Diseño incorporamos tarjetas que también traían descuento para hacerse los lentes en nuestra óptica. Eso aseguró que la gente se interesara y las guardara", cuenta. Con un público en la franja de los 40 años, este ritual tradicional les sigue funcionando.
Donde no sucede lo mismo es entre los millennials, que sí se han volcado a las redes como su carta de presentación. "Desde que Instagram implementó la tarjeta de identificación, empecé a usar eso. Me ocupo de tener un feed bien cuidado y que muestre tanto mi trabajo como mi vida personal de forma prolija. Para las cosas más informales uso las historias, que al borrarse a las 24 horas, no cuentan", describe Alexia Céspedes, diseñadora gráfica de 23 años. En su entorno, asegura, la premisa es muy similar.
Tal vez la forma de aunar esto con un poco más de formalidad sea la aplicación de un código QR que, al leerse, incorpore en nuestra agenda los datos de la otra persona. Según Alejandro Melamed, director general de Humanize Consulting, esta práctica ya está comenzando a instalarse, así como el uso de apps que leen la tarjeta de papel, guardan los datos y permiten devolverla. A la vez, "redes como Linkedin van tomando más preponderancia, ya que además generan accionabilidad y cercanía", apunta. Para él, las tarjetas, otrora un símbolo de estatus, están destinadas a ir quedando en el olvido de la mano de la transformación digital. Aunque se suma un tema ambiental, por el que también pujan mucho las generaciones jóvenes: a esta altura, una tarjeta es un uso innecesario del papel.