Temporada 1: contra el imperio del azúcar
Podría ser el final de una gran primera temporada: la compañía de bebidas más grande del mundo, hecha el imperio que es gracias a la magia de una fórmula secreta creada alrededor de un ingrediente principal -el azúcar- convertido en burbujas que estallan heladas y negras en la boca, hace un llamado anónimo a los investigadores del mundo para cambiarlo. La serie habría empezado así: miles de estudios muestran que el abuso de sacarosa y su alter ego moderno, el jarabe de maíz de alta fructosa, es uno de los principales detonantes de las epidemias de obesidad, diabetes y enfermedades del corazón. El caso es tomado por instituciones de salud prestigiosas de todo el mundo (como la Organización Mundial de la Salud). Los expertos recomiendan límites al consumo. A las bebidas azucaradas las llaman ahora caramelos líquidos, para que la gente entienda lo que está tomando. Hay gobiernos que les imponen impuestos extras, etiquetados destacados, prohibición de venta en escuelas. ¿Cómo no lo supimos antes?
La trama continúa. Diarios de Estados Unidos ponen en tapa: "La industria del azúcar ocultó por años las pruebas en su contra". Lo hizo pagando a investigadores, universidades, medios de comunicación. Cambiando ciencia por publicidad, silenciando las voces en su contra. Una mafia que empezó a actuar a fines de los 50 y siguió hasta ayer nomás, con total impunidad.
Las ventas de gaseosas caen. El plan B que tienen no parece funcionar del todo. Los edulcorantes fallan en lo que no puede fallar jamás un producto masivo: el público que disfruta del azúcar no les confía. No creen en su sabor ni en su inocuidad, algo que hasta hace poco se sostenían como teorías "conspiranoicas", pero que de pronto también tienen ciencia que los respalda. Los edulcorantes no muestran ser efectivos en la pérdida de peso ni en la respuesta hormonal que sobreviene a su consumo. Además, pueden afectar la microbiota intestinal como antibióticos.
La compañía prueba con stevia, algo "natural". Pero como sola es fea, metálica, un poco como chupar un sacapuntas, le agregan azúcar, menos, pero azúcar al fin.
Así llegamos a agosto de 2017. En la sede de Atlanta tienen esta idea: un llamado a la acción para investigadores y científicos. Aquel que encuentre un modo seguro de endulzar bebidas y comidas sin calorías se llevará un millón de dólares. Un montón, teniendo en cuenta lo difícil que es para algunos investigadores llegar al mainstream, pero una limosna de cara al éxito que podría significar en ventas algo así. Como sea ya hay equipos lanzados a la epopeya: salvar la bebida preferida de millones y, de paso, dar un dulce que no haga este daño.
La saga no empezó, pero ya circula un spoiler: los expertos en obesidad están afilando sus exigencias. Lo que hay que combatir, dicen ahora, es el umbral del dulzor. No buscar un sustituto. Bajar el deseo por el dulce de la población que de tanto tomar esas bebidas luego siente que una verdura no sabe a nada. Las personas en su día a día deberían tomar agua. Pero así una gran parte de la compañía no sobreviviría... La temporada dos promete ser también apasionante.
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