Entre 1965 y 2009, Poppi Aparicio Argüello editó la Guía Social, un libro que reunía a la alta sociedad
Simpática, elegante, discreta, a sus 87 años Poppi Aparicio Argüello, ostenta el título de haber sido durante casi medio siglo quien elegía a quienes debían figurar en una versión pocket -e híper exclusiva- de la guía de teléfono: la Guía Social, un compendio de apellidos, direcciones y teléfonos de lo que sería la elite vernácula, nuestra alta sociedad. Muchos pretendían ser incluidos en su listado: empresarios, actrices, políticos, diplomáticos y médicos, entre tantos, solían enviarle cartas solicitándole aparecer en su libro. ¿A qué famosos rechazó? ¿Cuál era el parámetro para seleccionar nombres? ¿Fue necesario pagar un canon por figurar? ¿Dejó de tener vigencia a partir de la década de los 90, o aún existe un público interesado?
Poppi recibe a LA NACION en su departamento del barrio de Retiro, junto a su perra Tina, rodeada de esculturas y muebles estilo art nouveau. Con orgullo exhibe su biblioteca donde se amontonan decenas de guías que publicó cada dos años, en forma ininterrumpida, entre 1965 y el 2009. Se ubican junto a clásicos de la literatura universal en varios idiomas y otros libros que ella misma escribió: uno de cocina costumbrista, una novela y la historia de los comechingones de Córdoba, donde tiene su casa de veraneo.
Tina ladra, el teléfono no para de sonar y Teresa, la señora que la ayuda “desde siempre”, toma nota de los mensajes.
La edición que tenemos en nuestras manos, es la última y probablemente dentro de poco será la reliquia de alguna biblioteca pública. Data del año 2009 y fue vendida en su momento en unas tres mil casas. Es un libro de 380 páginas, de tapa bordó, con la palabra Guía Social en letras doradas en la parte inferior. Por mera curiosidad, es inevitable abrirla y buscar algún apellido conocido.
Poppi es inquieta, no se detiene. Mientras posa para el fotógrafo en el salón comedor, frente a un gran ventanal con vista abierta al Palacio San Martín, cuenta la historia de la Guía Social. Dice que comienza en 1965, cuando publicó el primer volumen, inspirado en el Libro Azul, que fue editado entre principios del 1900 y 1963 por la sociedad de beneficencia del Divino Rostro a cargo de la célebre dama de caridad, Angiolina Astengo de Mitre.
Sin embargo, la primera agenda de este estilo fue el Libro de Oro, que se imprimió por primera vez en 1897. También hubo, más tarde, una Guía Social Regar y una Guía Palma. “El Libro Azul era excelente, la Palma tenía muy buena encuadernación... Pero ninguna duró tanto como la que publiqué yo”, asegura Poppi.
Poppi no incluía miembros del Poder Ejecutivo
Tardó dos años en recopilar los nombres que figuraban en aquellas guías históricas. “Lo hice todo sola, nadie me ayudó en nada”, asegura. Uno de los puntos que diferenció a su libro de las ediciones que lo precedieron era que Poppi no incluía miembros del Poder Ejecutivo. “No me gustaba mezclar esos apellidos”, dice. Sí, en cambio, figuraban en detalle los datos de diplomáticos y embajadas.
Quien la impulsó con el proyecto fue Luz Cortejarena, hermana del fundador del diario La Razón. Poppi y Luz trabajaban juntas en la sección Sociales de ese periódico donde cubrían los eventos del verano, en elegantes páginas color sepia, y también los viajes, bautismos y casamientos de la alta sociedad. “‘Ante el altar mayor de El Socorro fue bendecido ayer…', recuerdo que debíamos escribir cuando alguien contraía matrimonio”, dice de aquel entonces, un momento donde ponía en práctica su olfato especial para reconocer gente. Eran una serie de nombres que le sonaban desde muy pequeña. Su más lejano antepasado, Miguel de Aparicio, había llegado a América en un viaje de Cristóbal Colón. De ahí en más, en su familia se sucedieron célebres políticos, caudillos, periodistas y escritores.
“Gente como uno”, como decía Landrú
-Cuando empezó con la Guía Social, ¿qué pauta seguía para incluir o rechazar a alguien?
-Yo siempre tuve mi propio criterio. Por ejemplo, puse apellidos italianos, cosa que en ese momento no estaba bien vista… Se privilegiaba lo que venía de Francia o Inglaterra. Me mandaban cartas donde decían que debía sacar los nombres de origen italiano para que mi edición siguiera teniendo valor.
-¿Cuál era su criterio de selección, entonces?
-No me gustan las palabras “prosapia”, ni “abolengo”, nada por ese estilo. Pero sí tal vez “gente como uno”, como decía Landrú. Por eso otras guías no eran tan selectivas como la mía, cobraban por figurar y ponían a cualquiera. A nosotros sólo nos mandaban bombones en agradecimiento.
-Algunos piensan que solo fue un catálogo de snobs porteños y de San Isidro…
-Siempre hubo gente snob, pero el snob estaba en todos lados, no solo en mi libro.
-El Libro Azul era más tradicionalista que el suyo, era impensable que ahí apareciera el apellido de un separado. Sin embargo, en su guía, especialmente a partir de la década del 70, empiezan a figurar nombres de separados a pesar de ser cada ruptura un escándalo social. ¿Por qué?
-Fui muy criticada al incluirlos. Yo los ponía si era la primera vez y se volvían a casar. La segunda vez, ya no. Muchas veces aparecían dos direcciones, la de la casa familiar y la nueva. Si no me avisaban sobre los cambios en las parejas, todo seguía como en la edición anterior. Sin embargo, cuando se divorciaban a último momento y con líos brutales, me pedían urgente que los sacara, no querían aparecer ni en broma.
La guía social exclusiva de los niños de clase alta
Especialmente en la década del 80, en determinados círculos, el furor por la Guía Social era tal que se vio obligada a publicar “a pedido del público” un suplemento de la misma, una Guía Infantil, es decir un catálogo de los niños “de la elite” hasta que tuvieran 15 años. Tenía encuadernación clara y eran las propias abuelas quienes le pedían que incluyera a sus nietos en los ejemplares.
Hoy, si uno abre al azar algún volumen de las guías de Poppi, se observa al lado de cada apellido, marcado con lápiz, la fecha en la que se contactó a esa familia. Llamaban por teléfono de línea a las casas y les preguntaban si los datos con los que contaban eran correctos. Chequeaban si alguien de la casa había fallecido hacía poco, se había casado, mudado o tenido hijos.
De ese modo contaban con un registro manual en épocas donde no existía Internet ni mucho menos teléfonos celulares. Una vez que los libros salían a la venta, uno de los miembros del equipo los llevaba a las casas, una por una, y de paso preguntaba si iban a querer estar en la lista del año siguiente. A las sociedades de beneficencia y a las parroquias les regalaban los ejemplares. “En el Pilar se morían por tenerla”, confiesa en relación a la tradicional Iglesia de Recoleta.
Ante todo, a Poppi, hoy viuda, con tres hijos, se la vinculaba con los casamientos de la “high society”. Ella misma organizaba fiestas y participaba todos los años del evento Exponovias. Contaba con el apoyo de algunas empresas alimenticias y de bebidas. Cuando alguien se casaba, les avisaba a las empresas, y se les enviaba paquetes de gentileza a los recién casados. Ella era la única que contaba con un exclusivo listado actualizado de casamientos en determinado círculo. “Las parejas estaban encantadas cuando recibían por sorpresa cajas enormes de champán con grandes copas”, recuerda.
En un momento dado, el libro cambió de formato y de nombre. Al principio, en realidad, se llamó Nueva Guía Social, para contraponerse a las anteriores. Sin embargo, luego pasó a tener otro formato, más grande. Según cuenta Poppi, quedaba mejor el diseño de tapa con el nombre corto, Guía Social. Admite que “no todo el mundo lo aceptó. Había señoras que me decía que les gustaba más la anterior para tener siempre al lado en la mesita de luz, que les resultaba más práctica la primera”.
La guía se solventaba gracias a la publicidad y a la venta de ejemplares. Uno de los empresarios que más la apoyó fue Martín Cabrales, cuyo apellido figuraba en el libro. “Café Cabrales, el café de la Guía Social”, decía el aviso que se publicó durante años. Según Poppi, no ingresaba cualquier anunciante sino aquel con productos de alta gama. Casas de compra y venta de obras de arte como Sotheby’s, Saráchaga, o Roldán, también relojes, vinos y hoteles, como el Plaza, colocaban sus publicidades en el libro.
“Poppi era mi amiga, una mujer simpática y muy discreta”, recuerda Cabrales de cuando ella lo atendía personalmente en una pequeña oficina de la calle Juncal 858 donde estaba la única editorial que publicó su guía, Ediciones Sociales Argentinas, fundada por la mismísima Poppi. Se conocieron cuando cerró la tradicional librería Sarmiento donde fabricaban señaladores del libro y vendían los ejemplares. Poppi le pidió que le financiara el señalador y que la ayudara con la diagramación. Cabrales aceptó y ahí nació un largo vínculo entre ambos.
-Poppi, ¿es cierto que los dueños de las empresas avisadoras automáticamente aparecían en el libro?
-No es verdad. Roldán fue avisador y no lo puse. Tampoco me lo pidió.
Según cuenta Poppi, con parte de lo obtenido por las ventas apoyaba sociedades de beneficencia. Pero, además, cada vez que se realizaba un evento de caridad los datos de contacto para invitar eran tomados de ese libro. Ante todo, era un recurso importante para elaborar participaciones. Así lo recuerda una histórica y distinguida relacionista pública, quien prefiere no dar su nombre. Ella se encargaba de escribir a mano los sobres de las invitaciones, de agradecer regalos, de responder cartas: “Las usé mucho... Y aún las sigo usando cuando discuto con alguien sobre cómo se escribe el apellido, o si fulano o sultano está casado con mengano”, afirma.
El momento de oro de Ediciones Sociales fue la década del 80. Llegó a tener ocho personas trabajando al mismo tiempo, con tres computadoras. “Algunos querían pagar para aparecer, pero ella no cobraba”, confiesa María de Vedia, quien se encargó de las relaciones públicas de la guía durante los últimos años.
Tenían un archivo donde guardaban todas las cartas de lectores y anunciantes. Según cuenta Poppi: “Pedíamos autorización por escrito para incluir a alguien. Yo era muy seria en mi trabajo, por eso duré tantos años y tanta gente compró el libro”. Su extrema discreción la llevó un día decidir quemar esos papeles... pero también otros más comprometedores, donde personajes importantes le imploraban figurar en la siguiente edición de la Guía Social o le solicitaban que les presentase a determinadas personas del libro.
Las estrellas de televisión quedaron fuera de la guía
-¿Es verdad que algunas divas del espectáculo pidieron formar parte de su libro?
-Sí, pero yo nunca las incluí.
-¿Por ejemplo, a quiénes?
-A Susana Giménez y a Mirtha Legrand. Mirtha me mandó una carta en la década del 70 que yo rompí.
-¿Y Susana?
-El pedido no vino directo de ella, sino a través de otra persona allegada.
-¿Cómo hacía para responderles, qué argumentaba?
-Nada.
-¿Se sintió presionada en algún momento por los famosos que buscaban figurar?
-Jamás.
-¿Qué pasaba con los profesionales, es decir con los abogados, médicos y escribanos conocidos?
-Hay un montón de profesionales en la guía. Sin embargo, no le poníamos el título de doctor, ni de ingeniero, ni nada de eso. Nosotras innovamos. Para mí era más importante ser un señor que ser un doctor.
-¿Dentro de ese rubro, el de los señores, alguno le hizo un pedido especial?
-Uno de los médicos más conocidos de Buenos Aires, un dermatólogo, me mandaba cartas recomendándome a personas que eran amigas de él para que las incluyera. Yo llamaba a cada una de las casas y confirmaba si querían aparecer.
-¿Y del ámbito político?
-Álvaro Alsogaray me lo solicitó él personalmente.
-¿Es cierto que la llamaban del exterior para obtener información sobre determinadas personalidades de Argentina?
-Un día, a través de la embajada de un país europeo, me preguntaron que sabía yo acerca de la vida de una compatriota, si estaba casada, cómo había sido su pasado…
-¿Y usted qué les respondió?
-Cordialmente les dije que no sabía nada.
-¿Y usted por qué tenía contacto con los países extranjeros?
-Eran amigos. El barón Bertrand de Ladoucette, el creador del Champagne Barón B, me escribía seguido buscando información. ¡Pero también él quería figurar! Es que nuestra guía se leía mucho en Europa. Yo se las mandaba. Maynard, la prima del rey de Bélgica, la tenía siempre consigo en su residencia. Los nobles querían obtener información sobre sus amigos argentinos.
-¿Para qué?
-Les interesaba muchísimo saber quién era quién para hacer negocios. Pero eso lo fui aprendiendo con el tiempo. Al principio me preguntaba para qué compraban mi libro.
-¿Existen ejemplares como el suyo en otros países?
-En Europa. En Francia hay una de este tipo, pero en América Latina los únicos fuimos nosotros. En Estados Unidos hay una, también.
Pizza con champan
Para algunas relacionistas públicas, como María de Vedia, o Florencia Solanas Pacheco, la Guía Social comenzó a decaer en la década del 90, momento donde se mezclaron familias tradicionales con otras que se habían enriquecido durante los últimos años. Según de Vedia, cuando trabajaron juntas con Poppi, entre 2007 y 2009, ya había gente que prefería no aparecer en el libro. “Mi padre, Bartolomé Vedia, se reía de la guía. Quedaba como algo del pasado. Muchos se empobrecieron y no quisieron ya estar, se empezó a confundir todo. La gente fue dejando de frecuentar los lugares de moda, Punta del Este y demás. Lo consideraban una frivolidad, de snob”. Lo mismo opina Solanas Pacheco, quien durante años, cuando comenzó a trabajar de RRPP, tomaba datos de allí. “Sin embargo, con el correr del tiempo, pasó a ser de antaño. Yo me vinculaba con referentes sociales de otro modo, con asociaciones de amigos, organizaciones no gubernamentales… Fue perdiendo fuerza, la guía”.
-Poppi, ¿es cierto que en los 90 mucha gente ya no quería aparecer en su libro?
-No hubo nadie que me dijera eso. Solo una persona, una mujer que vivía sola, quien me comentó que por temas de inseguridad prefería no estar.
-Algunos consideran que debido a los cambios sociales su libro dejó de ser lo que era, que perdió valor...
-Mi guía siempre fue importante. Nunca dejó de haber mezclas en la Argentina, desde la época de Bernardino Rivadavia. Hasta en clubes como el Jockey se comentaba que el dueño de un campo se había casado con la manicura del pueblo... Desde la época de Hipólito Vieytes con sus tertulias sociales siempre hay círculos de gente, lo que cambia es quienes los integran.
Tini ladra, suena el timbre.
-Disculpe, una última pregunta: ¿volvería a editar la Guía Social?
Poppi se levanta del sillón, mira desde lo alto, se acomoda el foulard, y sonriendo con picardía camina hacia la puerta a recibir al próximo invitado.
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