Ese accidente cambió por completo la realidad que hasta entonces vivía. Caerse de un caballo fue el inicio de una odisea que sumergió a su familia en seis meses de lucha diaria. Cambiar pañales, bañar y asistir a su esposo en las tareas más básicas se convirtieron para ella en la nueva rutina. “De buscar un departamento de lujo en Buenos Aires, pasamos a enfrentar la cruda realidad de un hospital público con escasez de insumos y sin camillas”, recuerda Alejandra Pujó.
El amor por ayudar a su esposo a atravesar esa nueva etapa se convirtió para ella en una fuerza motriz inquebrantable. Las dificultades cotidianas de cuidar de él durante su postración se volvieron la nueva normalidad. El cambio fue abrupto pero se prometieron que atravesarían la tormenta juntos.
Sin embargo, cuando él finalmente se levantó, algo había cambiado y ya nada volvería a ser igual. “Sin razón aparente, se alejó, dejándome en una confusión emocional que desgarró mi corazón en pedazos. Sin explicación ni resguardo o cuidado, ni un centavo para cubrir las necesidades básicas -y sin trabajo, porque lo había dejado para cuidarlo a él- tuve que reinventarme”.
“Vivía en un silencio incómodo”
Criada entre San Miguel y Bella Vista, en la provincia de Buenos Aires, la carencia y la abundancia coexistían para Alejandra en mundos paralelos. “La difícil y a menudo injusta infancia que viví forjó mi carácter y determinó mi perspectiva del mundo. Fue en esos primeros años de vida que tuve una profunda conexión con la gestión de emociones, aunque sin saber en ese entonces que se trataba de eso”.
En el pequeño universo en el que Alejandra vivía, la norma era la excepción. No había un “papá y mamá” que acompañaran al colegio, buscaran después de clases y preparan la comida; tampoco existía la figura del proveedor y protector ni esperanza de conocerlo. La figura paterna era un enigma, hasta que finalmente entendió que era el hombre al que nunca conoció. Su madre, por otro lado, se erigía como ancla en ese tumultuoso mar de experiencias, e hizo lo mejor que pudo con las cartas que la vida le repartió. “La realidad que conocía no incluía la llegada de Papá Noel ni la magia de los Reyes Magos. En lugar de eso, vivía en un silencio incómodo, observando cómo mis vecinos compañeros del colegio y amigos creían en ilusiones que para mí eran simplemente eso, ilusiones”.
Mientras que el hogar de Alejandra tenía grandes carencias, la casa de su abuela era un oasis de opulencia. Las joyas brillaban con esplendor y el teléfono resonaba con la seguridad de su existencia, en un momento en que esos objetos eran un lujo inalcanzable para la mayoría. “Este contraste entre la realidad modesta de mi hogar y la opulencia de la casa de mi abuela se convirtió en el telón de fondo de mi crecimiento. Aprendí que las posesiones materiales pueden ser circunstanciales. Pero sabía que tenía que sonreír porque eso hacía que todo fuera más liviano”.
“Fue uno de los momentos más críticos de mi vida”
Finalizada la etapa escolar, inició estudios de grado y comenzó su carrera profesional como profesora de economía y gestión de las organizaciones. Fue durante esos años que descubrió que tenía la capacidad de motivar y movilizar a equipos de trabajo para que alcanzaran su mejor nivel de desempeño.
Paralelamente incursionó en el mundo empresarial. Desde la gestión de pequeños comercios, logró expandirse hasta tener sucursales y establecer una sólida presencia en el mercado mayorista. La representación de una empresa comercial le permitió gestionar las cuentas más grandes de Argentina. Se formó como coach y se especializó en programación neurolingüística. “A medida que desarrollaba proyectos y lideraba equipos, descubrí que mi experiencia única, tanto en las aulas como en el mundo empresarial, me otorgaba una perspectiva valiosa para implementar cambios significativos en las organizaciones”.
Pero en ese momento, sola y de cara a una nueva e incómoda realidad, se vio obligada a incursionar todas las herramientas con las que se había cruzado a lo largo de su vida. Fue entonces que tomó la decisión de realizar una medición de campo energético: buscaba respuestas y claridad en medio de la confusión. Desarrollado por el Dr. Korotkov, profesor de Física en la Universidad de San Petersburgo, se trata de un software que procesa la información obtenida luego del escaneo de los diez dedos de las manos y arroja un resultado a partir del cálculo de ocho parámetros matemáticos. El resultado se vuelca a modo de informe: una lectura de los niveles de energía de cada órgano o sistema del cuerpo humano.
Corría marzo de 2020, el momento familiar era el más duro y difícil que hasta entonces había enfrentado. “¿Qué descubrí con esta medición? Que en uno de los momentos más críticos de mi vida yo me hallaba emocionalmente estable y tenía recursos para salir adelante. La experiencia fue reveladora, me permitió entender mis bloqueos, mis congestiones y las zonas sin energía que habitaban en mi ser. Con paciencia y dedicación, trabajé en cada uno de estos aspectos, liberando la energía estancada y abriendo espacio para la curación emocional”.
“Pude abrazar un nuevo comienzo”
Y, sin saberlo, ese viaje desde la tragedia y el desamparo hasta la superación la llevó a descubrir su mejor versión. “Aunque el dolor de la pérdida estuvo, nunca lo evadí. Encontré fuerza en la vulnerabilidad, sanación en la autenticidad y, finalmente, la capacidad de abrazar un nuevo comienzo”. Desde ese momento, el proceso de medición de campo energético se convirtió en una herramienta esencial para desentrañar su propio ser y reconstruirse después de la tormenta. “A través de la adversidad, encontré una renovada conexión conmigo misma y la certeza de que la vida, incluso en sus momentos más oscuros, tiene el potencial de llevarnos a la luz”.
En forma paralela, la medición del campo energético se convirtió en una herramienta fundamental en el trabajo de Alejandra: le dio los recursos para evaluar y analizar a las personas antes de iniciar procesos, abordando sus puntos ciegos de manera eficaz y directa. “Ahora, antes de iniciar cualquier proceso con personas, puedo realizar una evaluación previa de su estado emocional. Este conocimiento previo me permite abordar directamente áreas de conflicto y fortalecer puntos ciegos que, de otra manera, podrían haber pasado desapercibidos”. Los informes que resultan de la medición son muy útiles en las áreas de recursos humanos que necesitan evaluar y destrabar dinámicas de trabajo con los equipos.
Con el deseo de salir adelante como motor, Alejandra Pujó nunca dejó de estudiar. Se especializó en coaching de emociones, con caballos y creó la Metodología Triple C. Además, hoy es experta en transformación organizacional, desarrollo de proyectos y talentos, y CEO de la consultora “Emoción en Movimiento”.
Mientras, sus hijos Dafne, Tahiel y Juani fueron pilares en su proceso de transformación. “Dafne, se convirtió en un faro de sabiduría y comprensión. En su mirada, encontré la calidez que necesitaba para enfrentar las adversidades con valentía. Tahiel, con su espíritu resiliente, era el ancla que me recordaba la importancia de la esperanza. En medio de las tormentas, su optimismo y su energía positiva actuaban como un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, hay una luz que nos guía hacia adelante. Juani, el benjamín de la familia, compartía su inocencia”. También su perro Nerón fue un compañero clave. Criado entre caballos, tuvo que vivir en espacios muy pequeños hasta que Alejandra pudo crecer nuevamente. “No importaba cuán difícil fuera la situación, siempre estaban allí, dispuestos a ofrecer amor, comprensión y la fuerza que solo la familia puede brindar”.
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