Un diálogo constante entre arquitectura e interiorismo se ve materializado en la trama orgánica de esta casa, hilada para disfrutar de principio a fin
“Para mí, la vida de una familia es un guión”, dice Karina Kreth. Ella se formó como arquitecta, pero trabajó casi veinte años como directora de arte en cine y publicidad antes de iniciar su etapa de interiorista y diseñadora de muebles al frente de su firma Krethaus). Esa experiencia define su particular enfoque: no pensar en términos de clientes y proyectos, sino de relatos bien sostenidos, y concretar esas historias de pe a pa: desde la idea inicial hasta la vela que aromatiza el recibidor.
En esta trama en particular –la casa de una joven familia itinerante con cuatro hijos (dos adolescentes, una niña y un bebé)– trabajó codo a codo con el arquitecto Ricardo Pereyra Iraola y un elenco que estaba definido desde la página cero: Valeria Hermida para el paisajismo, Arturo Peruzzotti para la iluminación y AVC como constructora.
El resultado es una casa donde conviven materiales nobles (hormigón a la vista, madera y cemento alisado, principalmente) y priman los escenarios concienzudamente diagramados en función de cada movimiento y necesidad de los dueños de casa.
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