Una receta secreta. La dulce historia de los Imperialitos, el postre clásico de La Plata que cumple 50 años
Desde 1972 -y a través de tres generaciones-, la familia Velasco produce esta variedad de “masa fina” que describen poéticamente como “dos suspiros de merengue que se entrelazan abrazados en un manto de crema mágica mientras ruedan en maní triturado bajo una lluvia de azúcar impalpable”...
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En marzo de 1956, Héctor José Velasco, de oficio panadero, abrió una de las panaderías más famosas de La Plata. Héctor, a quien sus amigos y familiares apodaban “El Negro”, tenía 21 años, había nacido en 1929, en Berisso. Siempre fue un joven aplicado. Estudió, completó la primaria en la escuela Plaza Almafuerte, de Berisso.
Luego, a los 13, empezó a trabajar en un despacho de pan, limpiando latas. Aprendió la vocación rápidamente, de punta a punta, y pocos meses después creó, junto con su esposa Mabel, su propio emprendimiento: la panadería “Hispano-Argentina”, que fundó en 44 y 15, ciudad de La Plata.
Héctor y Mabel se casaron ese mismo año, en 1956. Mabel, de 17 años, era dactilógrafa y taquígrafa desde los 16, trabajaba en un frigorífico en Berisso. La panadería fue su primer proyecto de vida. También el de su esposo. Héctor, a su joven edad, ya gozaba de cierto reconocimiento en el rubro: era uno de los jugadores clave del equipo de fútbol del sindicato de panaderos. Lleno de confianza, se lanzó a vender facturas...
“La Hispano-Argentina era una confitería como las de hoy: había pan, facturas , masa fina, torta, galletas… Y tenía ‘cuadra’, uno de esos famosos hornos antiguos, que fabricaban pan en cantidad. La abrieron con un primo de Héctor, que actuó como socio, pero luego le compraron su parte y quedaron ellos dos solos, Mabel y El Negro”, recuerda hoy Facundo Velasco (35), el nieto de “El Negro”.
A continuación, Facundo recuerda los primeros pasos de la panadería Hispano-Argentina:
“Le fue muy bien desde el principio, la confitería era muy grande. Se vendían todos los productos: las facturas, las tortas, las masas finas... Pero fue un tiempo después, recién en 1972, que inauguraron la variedad que hoy identifica al emprendimiento familiar: el ‘imperialito’, una suerte de alfajor que surgió como una versión pequeña del imperial”.
Los Velasco regentaron esa panadería a pulso firme. En los 80 se sumó la nueva generación: Hugo, el hijo de “El Negro”, comenzó a trabajar con sus padres.
Hugo, que había empezado a estudiar Medicina, decidió dedicarse exclusivamente a la compañía familiar. En 1982, la panadería Hispano-Argentina se amplió, se mudó a 47 entre 11 y 12, y cambió de nombre: pasó a llamarse “Confitería del Plata”. Luego, en 2008, volvió a reubicarse, esta vez en 13, entre 34 y 35, y se llamó “Imperialitos del Plata”.
Con ese nombre, en 2021 inauguraron una segunda sucursal, en Cantilo 932, City Bell. Allí trabaja la tercera generación de Velasco panaderos: Facundo, Guadalupe (40), Juan (35) y Germán (31), los nietos del “Negro”.
Un “monoproducto”
Desde el año 2006, los Velasco solo venden ‘Imperialitos’. Ya no ofrecen medialunas, pan ni otros tipos de masas finas.
-Facundo, ¿qué es un ‘Imperialito’?
-Un ‘imperialito’ es una suerte de alfajor. Tiene dos tapas de merengue, un merengue diferente al tradicional de panadería, de menor consistencia y menor dureza. El relleno es de una crema con base de dulce de leche. Una vez juntadas las tapas con el relleno, todo se recubre con un praliné de maní y azúcar impalpable. La sensación de la gente al comerlo es que se deshace en la boca. Son 100 por ciento artesanales.

-¿Por qué dejaron de vender facturas variadas y hoy solo ofrecen ‘Imperialitos’?
-Los ‘Imperialitos’, solos, se transformaron en un monoproducto. La explosión llegó en 2006. Todavía se vendía pan, pero la gran mayoría de nuestras ventas las acaparaban los ‘Imperialitos’. Todos los clientes que venían pedían ‘Imperialitos’, entonces tomamos esa decisión.
-¿Siempre fueron iguales?
-Prácticamente sí. Desde su creación, sus ingredientes siempre fueron los mismos. Aunque antes tenían otra forma, eran un poco más angostos y más largos. El hecho de ir agrandándolo hizo que cambiara la composición. Eso hizo que el merengue pasara a tener la suavidad de hoy. Pero después es casi igual. La crema es la misma, todo lo mismo.
-¿La receta es secreta?
-Solo la sabemos los Velasco. No está escrita, pero está bien guardada en la memoria de quienes producimos los ‘Imperialitos’. Luego, claro, hay otras panaderías que fabrican algo similar. El ‘Imperialito’ es una versión pequeña del postre Imperial, lo puede hacer cualquiera, no lo tenemos patentado. Algunas panaderías los venden bajo el nombre de merenguitos.
-¿Cuánto cuestan los ‘Imperialitos’?
-Vale 3500 pesos el kilo. Un kilo trae 21 ‘Imperialitos’. Se calcula 2 o 3 por persona. Con un kilo comen 10 personas. Son llenadores, son potentes...
Para Facundo, el “boca en boca” fue elemental para el crecimiento de la empresa a lo largo de todas estas décadas. “Un día, vino el chofer de Julio Grondona en un auto grande, polarizado. Grondona quería llevarse unas cajas de ‘Imperialitos’ para un cumpleaños familiar”, grafica Facundo.
“Igual, siempre viene gente que manifiesta que no los conocían. Nos dicen ‘¿Qué son?, los queremos probar’”.
-¿Cuántos ‘Imperialitos’ producen mensualmente?
-Producimos entre 8 y 10 mil por mes. Se venden todos. En los veranos, a veces, baja un poco la producción, el calor hace que disminuya un poco la consumición. Y nuestros momentos fuertes de ventas son las fechas como el día del padre o de la madre: las heladeras quedan vacías.
-¿Qué otra característica tienen los ‘Imperialitos’?
-Su envoltorio no tiene ningún sello distintivo del local. Es rojo con cintita dorada. La gente que compra acá reconoce el paquete. Ven el envoltorio y dicen: “¡Imperialitos!”. El diseño es muy característico.
-¿Con qué se pueden mezclar?
-Mucha gente los come con bebidas frescas, como un vino blanco o vino espumoso,y otros apuntan más al café o al té con masas. Sirve como postre o como bajón. Nosotros recomendamos mezclarlo con lo que cada uno quiera.
-¿Proyectan abrir locales fuera de La Plata?
-Tenemos la idea de salir de la ciudad, de abrir un local en Buenos Aires, pero todavía no terminamos de proyectarlo. Si nos expandiéramos, hay algo que no cambiaríamos: no queremos industrializarlo, son artesanales y queremos preservar eso.
-¿Cualquier persona puede comer imperialitos?
-Sí. Si bien el producto no cuenta con la certificación TACC, no está hecho con materias primas que contengan TACC, y tampoco hay contaminación cruzada, ya que es lo único que producimos. De hecho, hay muchos clientes con celiaquía que los consumen sin ningún problema.
-¿Van a atenerse exclusivamente a la receta familiar? ¿Piensan experimentar con otro tipo de relleno?
-La idea es que termine de consolidarse como un producto característico de la ciudad. Y así como está, hacerlo conocido en otro lugar, seguramente capital. Una vez que hayamos tomado determinada envergadura en el mercado, sí, podríamos empezar a variar un poco. Podríamos sumar algún relleno diferente. Pero sería para el futuro. Hoy queremos respetar esto, esta fórmula, que es la que la gente conoce.
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