Una teoría de por qué reaparecen los ex ahora
NUEVA YORK.– Uno de mis ex quiere saber cómo está mi nuevo perro. Otro pregunta si comerse tres hamburguesas con queso cuenta como ejercicio si lo hizo mientras descargaba la aplicación de Nike Training Club. Un tercero encontró un antiguo manuscrito mío.
A Dylan, mi ex más reciente, le preocupa sonar demasiado inmerso en el "espíritu de los tiempos" por contactarme, pero dados los tiempos (la pandemia) tiene curiosidad de saber cómo me va. También he de confesarme culpable de querer interactuar, incluso si es solo con un nombre en la pantalla de alguien conocido.
Tiene que ver con una especie de cercanía. Mi amiga Jacqueline dice que "es como un tablero de Bingo de la pandemia". Pero cuando podemos revisar en las redes sociales qué han estado haciendo los demás o simplemente confirmar que siguen vivos, ¿para qué molestar? ¿Para qué invocar el pasado?
Lo que realmente quería preguntarle a Dylan es qué hizo con las rosas. En febrero pasado, cuando se nos había hecho tarde para la reservación de San Valentín, metimos las rosas en su refrigerador y salimos corriendo. A la mañana siguiente, habíamos terminado.
"Me gustas mucho, pero, por favor, no me escribas", le había dicho a Dylan esa última mañana en la cama, relegándolo al "cementerio de los amores difíciles" en mi cabeza, un lugar cercado. Esperaba que él hiciera lo mismo. Ahora, estábamos refugiándonos en casa con nuestras familias en estados diferentes y él se había salido del cementerio y de repente estaba de nuevo entre los vivos con un: "Oye, he estado pensando en ti". No quise responder.
Una muerte ajena
En cierto sentido, era un retroceso. Dylan y yo acabábamos de empezar a salir cuando, durante un mediodía entero, estuve muerto. Luego, volví a la vida. Sucedió a fines de agosto, la ciudad todavía se sentía pegajosa por el verano. Mi teléfono comenzó a sonar.
"¿Max?", dijo Jacqueline. "¿Eres tú?"
"No", respondí con un bostezo. "Es Barbara".
"¿Qué?"
"Barbara Walters", dije.
"Hablo en serio", exclamó. "¿Estás bien? ¿Estás a salvo?"
Me envió el artículo del New York Post. Abrí el link. Con el altavoz activado en la llamada, ella comenzó a explicarme la situación. Tenía razón: según el artículo, otro Max McDonough, de la misma edad que yo, había caído a su muerte desde la azotea de un edificio del Upper East Side mientras estaba en una fiesta la noche anterior.
"¿No es ahí donde vive el nuevo tipo con el que estás saliendo?", dijo. "Estaba tan preocupada. Pensé…".
Estuvimos de acuerdo en lo extraña y terrible que era la conciencia. Hablamos un poco más, nos pusimos al día y nos despedimos.
Así continuó mi día. Como era un día soleado, caminé hasta Central Park y de regreso. No quise contestar las llamadas entrantes de varios números desconocidos. Mi compañero de apartamento estaba cocinando cuando regresé a la casa. Dije: "Tienes que ver esto" y le mostré el artículo. Para entonces era tarde y la nota ya se había actualizado.
Claro, la contraparte de la historia era que el otro Max McDonough de 27 años, que en realidad había caído, tenía una familia que de verdad lamentaba su partida. Tal vez estaban tan lívidos como mi propia familia por toda la confusión, la falta de integridad, la equivocación.
Lo cierto es que no estaba seguro de cómo hablar de todo esto antes de la pandemia. Me parecía un espectáculo sin sentido, lo cual me hacía sentir vergüenza. Me sentí culpable por los amigos que trataron de comunicarse conmigo, bromeando con que debería alejarme de los balcones, los barandales y los techos. No había hablado con algunos de ellos desde hace años. Me dijeron lo que yo significaba para ellos, les dio gusto que estuviera vivo. Mientras que, en otra parte, estaba otra persona que sí había muerto.
Me parece que, cuando anunciaron mi muerte, me di una pequeña idea de lo que la pandemia ha agudizado en todos: una dosis de incertidumbre, un recordatorio de nuestra mortalidad, una síntesis de lo que importa. Nos preocupa nuestra persona y nuestros seres queridos. Nos preguntamos de nuevas maneras: ¿qué significa para nosotros estar vivos?
Tal vez es por eso que los ex se están escribiendo. Todos tenemos esos momentos que reaparecen en nuestra mente de vez en cuando. Son específicos y fisiológicos y algunas veces, cuando tememos una pérdida, están por encima del ruido de la vida cotidiana.
No sé cuál sería el momento de Dylan. En mi caso, es la noche en que se publicó el artículo que anunciaba mi muerte, pero antes del taxi a casa y la sensación de que algo estaba por pasar, algo importante, aunque no podía decir qué.
Me tomó unas horas decidirme a romper el silencio, pero ya sabía que lo haría. "También pienso en ti", tecleé.