
Y la banda sigue tocando
Los Macocos festejan 20 años de teatro recordando la época en la que todavía usaban pelo largo y soñaban con ser estrellas de rock
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¡Macoco Dan en teclados! ¡Macoco Matt en guitarra! ¡Macoco Marc en batería! ¡Macoco Gab en bajo! Ver a cuatro de los cinco Macocos (el quinto rara vez se deja ver) en el escenario de la sala Pablo Neruda del Complejo La Plaza armando una verdadera, nada improvisada y bastante afinada banda de rock hace repensar qué es eso que uno fue a ver. Pero basta reparar en el nombre del grupo en el parche del tambor: "Macocos, banda de teatro". Y sí, siempre se definieron como banda, de hecho siempre fueron una banda más que un grupo, y lo de rock y teatro podía perfectamente ir junto, o separado, como ocurrió a lo largo de la historia de este grupo que este año cumple 20 años arriba de un escenario (lo de "un" es una manera de decir, porque Los Macocos han subido a casi todos, literalmente, los escenarios de Buenos Aires: "Nos falta el del Colón, pero ése es para los 25 años. Ya estamos pensando en un ballet", sueña Macoco Marc o Marcelo Xicarts).
"Lo de banda surge desde el principio, del mismo nombre. Lo que hacíamos eran nuestras propias historias, no queríamos hacer obras de otros, por eso buscamos una narrativa de grupo de rock que tocara sus propias canciones", recuerda Martín Salazar, el dueño de la guitarra.
Así, Los Macocos a pleno empezaron a tomar clases de música para profundizar el conocimiento que cada uno traía de un pasado adolescente y rockero.
Gabriel Wolf: -No fue mi caso.
Xicarts: -El tocaba la flauta... No le quedó otra, tuvo que agarrar el bajo.
Y así el rock primero, y luego la música en general, empezó a jugar un papel fundamental en su historia (llegaron a "tocar" en Cemento) y se adecuaba a las necesidades de cada show: "En «La fabulosa historia de los inolvidables Marrapodi» hizo falta que aprendiéramos flauta traversera y cuarteto de tango, y ahí nos pusimos a tocar", dice Javier Rama, el Macoco director, ese que sólo a veces pone la cara en el escenario, para saludar.
De hecho, eso de hacer sus propias historias es lo que caracterizó la primera mitad de estos 20 años que Los Macocos empezaron a festejar hacia finales de 2004 con un repaso de los últimos shows de la banda (ésos en los que sí se permitieron tomar textos ajenos), en lo que fue el Festival de la Risa. Durante los primeros diez, que ahora están recordando en su "Algunos grandes éxitos 85-95", gustaban más de hilvanar historias pequeñas, sketches, canciones, chispazos de un humor directo, sencillo, inocentón que no dejaba escapar una mirada ácida, crítica e irónica de la realidad. De hecho, buenas crónicas de la vida cotidiana (o los climas que de ahí surgían) se podían rescatar de cada espectáculo.
Con un escenario muy despojado (salvo por los instrumentos) y con un vestuario que deja las megaproducciones de los últimos años y se aferra a la remera negra y el traje, Los Macocos rescatan momentos "históricos" de esos diez primeros años.
"«Algunos grandes éxitos...» es una antología que bien podría ser volumen 1, 2 y 3. Elegir lo mejor de esos primeros diez años fue muy difícil", dice, melancólico, Daniel Casablanca, tecladista y primera voz del grupo.
Y ahí están, haciendo un show de casi dos horas, media hora después de la medianoche. "Una crueldad a nuestra edad -dice Xicarts-. Los hijos no saben que nos acostamos a las 4 de la mañana, ellos a las 7 ya están pidiendo acción." La edad, otro de los grandes temas de este grupo que se resiste, en escena, a tratarlo.
"Como no me dieron mucha participación en los distintos números vengo a contar unos chistes... Este es el de unos tipos de 40 años que..." Casi matona es la mirada del resto de Los Macocos que petrifica a Wolf en su intento y lo obliga a replegarse detrás del telón.
Antes de que comenzara el show no era raro escuchar entre el público algo así como: "¿Nosotros cuándo vimos a Los Macocos?" "Y... en el 91, 92, creo." Es que también para el público pasaron 20 años. "Es gente que ha crecido con nosotros. También nos hemos cruzado con gente que fue a vernos de jóvenes y ahora trae a sus hijos", sigue Casablanca.
Pero todo lo que tiene que ver con la edad no son más que chistes macocos ya que más que anchos de orgullo los pone saber que ya forman parte de la historia del teatro argento. Esta banda, la más vieja y duradera del teatro, se estudia en el Conservatorio de Arte Dramático -ahora IUNA-. Los van a consultar estudiantes de teatro para hacer monografías sobre ellos y en algunas facultades de teatro del interior, como la de la Universidad Nacional de Cuyo, enseñan teatro popular argentino con Los Marrapodi. También en la lejanísima Texas (Estados Unidos) un tal profesor Foster se apropió de Los Marrapodi para contar la historia del teatro rioplatense.
"Lo que hacemos nosotros es teatro popular argentino. Desde los Podestá se podría hacer un trazado hasta nosotros, como herederos y continuadores de un estilo y un género, pasando por el circo criollo, la revista antigua, el show de varieté...", ilustra Xicarts.
Bastante bien para un grupo que nació en la misma época que otros (La Banda de la Risa, Las Gambas al Ajillo, Los Melli) que ya no están. Los Macocos aseguran que permanecer juntos no fue fácil, pero tampoco tan difícil. A una cantidad incierta de peleas con posteriores amigadas, se sumó el aporte terapéutico (Les Luthiers también recurrió a estas artes para mantener las buenas maneras). En una actividad en la que está muy propiciada la producción individual, y el ego y la búsqueda de la consagración personal dictan el paso de varias carreras, recurrir a ayuda de terceros para permanecer juntos es de valientes.
Xicarts: -Hicimos terapia de grupo con una psicóloga, ahora estamos haciendo una consultoría de dinámica grupal. Tiene que ver con refrescar la relación, con mejorar la forma de trabajar.
Casablanca: -Mejorar la dinámica de trabajo. Ser más efectivos.
Rama: -Aceitarla en cuanto a producir más y mejor.
Xicarts: -Es para conocer secretos que nos hacen ser más finos en el trabajo.
Se complementan, no se amontonan... como antes. "En la época prehistórica macocal, todos teníamos que hacer todo. Si había que buscar un piano, íbamos los cinco a buscar el piano, había que pensar... los cinco pensando. Después nos dimos cuenta de que había otras maneras de trabajar más livianas y más efectivas", resume Daniel.
Son casi las dos y media de la mañana y el público de la Pablo Neruda aplaude a rabiar a estos Macocos que acaban de suicidarse en público (bastante impactante la imagen, por cierto, de los cuatro colgando en medio del escenario: ¿a cuál de los diez años estarán haciendo referencia, o acaso a los diez?).
"Más allá de cualquier temática, estos 20 años lo que muestran es a un grupo de cinco personas que son profesionales y que saben hacer lo que hacen", dice Casablanca. "Muchos dicen: "¡Cómo se divierten en el escenario!" Está bien, nos divertimos, pero la diversión es una técnica. No es que yo vengo a divertirme", continúa Salazar. "Divertirse exige un entrenamiento, un perfeccionamiento", completa Macoco Dan.
-¿Se animan a autodefinirse uno por uno, entre ustedes?
(Todos a la vez y en contra de cualquier consejo terapéutico) -¡Qué difícil! ¡Esta es la última nota! ¿Hay que contestar en serio? Ahora van a preguntarse, ¿y por qué se pelearon si venían tan bien? Ese es el secreto de nuestra permanencia. Nadie sabe que pasó, pero después de una nota se separaron. Hay resistencia. No estamos obligados. Poné que se negaron. No hay nombre para lo que somos. Esto es Macoco proteccionismo. Fuiste.
"En realidad, somos lo que somos arriba del escenario y después somos gente de lo más común y de lo más aburrida", concluye, terminante, Casablanca.






