El análisis del periodista en La Cornisa, por LN+, sobre el sobreseimiento de Cristina Kirchner en la causa Los Sauces Hotesur
Después de su estruendoso silencio de varios días y del escandaloso sobreseimiento con el que acaba de ser beneficiada en la causa Los Sauces Hotesur, Cristina parece más “culpable” y más “cobarde” que nunca.
“Más cobarde”, porque no se hace cargo ni de la derrota ni de los desastres del gobierno que integra. Porque se borra no solo en las tragedias como la del COVID, sino de los malos momentos, como la histórica derrota de la última elección.
Tan “borrada” y tan “cobarde” como aquel secretario general de la CGT, Casildo Herrera, quien, ante la inminencia del golpe militar que impondría la dictadura, horas antes del 24 de marzo de 1976, se escapó, a bordo de un catamarán, hacia Montevideo, y al ser interceptado por un periodista que quería saber que pasaba en la Argentina, respondió: “Ah. No sé. Yo ya me borré”. Fue una de las frases emblemáticas de aquellos años. Tanto, que la maquinaria propagandística de la dictadura pretendió usarla a su favor con un spot que decía: “No te borrés, que te necesitamos” y también “si te quedás, vas a ver que ganamos”.
Porque Cristina, en las últimas horas, se volvió a borrar. Sí. La misma que ungió a Alberto con el dedo a cambio de impunidad. La misma que, a pesar de ser la gran derrotada, se escondió y no puso la cara ante la militancia después de la última paliza histórica. La que se la pasó tirando piedras al Presidente, antes durante y después de las PASO. Esa misma, ahora dice, ante el eventual e inminente acuerdo con el FMI que no tiene la lapicera, que siempre la tuvo, la tiene y la tendrá el Presidente. Como si fuera una figurita decorativa. ¡Qué caradura! ¿No?
Tanto debió forzar los argumentos, que tuvo que admitir, de manera oficial, aunque dos semanas tarde, que la oposición había ganado las elecciones. Y que será la primera vez, desde 1983, que el peronismo no tendrá quorum en la Cámara de Senadores que ella conduce.
Por supuesto, tampoco reconoció que la abrumadora mayoría candidatos y candidatas que ella y su hijo Máximo eligieron con el dedo perdieron como en la guerra. Desde María Luz Alonso en la Pampa hasta Anabel Fernández Sagasti en Mendoza, pasando por Carlos Caserio en Córdoba, Oscar Parrilli en Neuquén, María Sacnun en Santa Fe y Daniel “platita” Gollán en la provincia de Buenos Aires, hasta los preferidos que, en su provincia, Santa Cruz, quedaron relegados al tercer puesto.
Ni habló del daño que ella misma hizo con su otra carta bomba, el amague de renuncias masivas que encabezó “Wadito” de Pedro, del daño que le viene haciendo todos los días a la economía su pollo, Roberto Feletti, ni del estrépito que produjeron los audios de una de sus preferidas, Fernanda Vallejos. Y tampoco recordó (¿por qué lo haría?) la verdadera posición de su hijo, sobre un nuevo acuerdo con el Fondo.
Pero tan grave como la última carta es la decisión de los jueces Daniel Obligado y Adrián Grunberg. Y no solo de sobreseerla, sino de tratar de evitar que se sustancie el juicio oral y público. En julio de 2020, como recordarás, un grupo de impresentables maquinó una operación para intentar meternos presos, aunque sea por unas horas o para la foto. Recordarás que estaban tan desesperados que usaron un chat en el que me hacían pasar por un tal Pirincho, un productor de América TV. Un colega que, obviamente, no era yo. No olvidarás que no solo desarmamos la opereta, sino que también te dijimos que Cristina, junto con algunos directivos de América TV, como el comisario político de la Cámpora que trabaja en el canal, Martín Sierra, estaban al tanto de eso.
Bien. Ahora también sabemos por qué Cristina nos la tiene jurada. Es porque publicamos las famosas escuchas legales. Diálogos que la mostraban realmente como es. Escuchas legales que fueron reproducidas una y otra vez por todos los medios del país. De uno y otro lado de la grieta. Pero hubo una muy particular entre Cristina y Parrilli que otra vez cobra una inusitada actualidad. Fue publicada por La Cornisa en marzo de 2017. Uno en el que ella le dice a su mayordomo político: “Hay que apretar a los jueces”. Y fíjate como todo tiene que ver con todo, como diría la misma Cristina. Porque ella, en ese momento, hacía referencia a Jaime Stiuso, el excapo de contra inteligencia de la SIDE, a quien su marido -el presidente en ese entonces- había usado para apretar a otro juez, Norberto Oyarbide, con la intención de que sobreseyera a Néstor y Cristina, en otro juicio por enriquecimiento ilícito. Ojo, no es un invento nuestro. Se lo confesó, entre lágrimas, el magistrado apretado, ya fallecido, a nuestro colega Baby Etchecopar, en el medio de la investigación por los cuadernos de la corrupción.
Ahora, nuestra compañera Silvina Martínez, la primera denunciante junto a Margarita Stolbizer de la causa Hotesur Los Sauces, sostiene que hay un nuevo Oyarbide en la Justicia y se llama Daniel Obligado. No usa moño ni toma champagne, pero no por eso es menos funcional a la impunidad de Cristina y sus funcionarios más corruptos. El otro, Grunberg, integrante de Justicia Legítima y que estaba subrogando el expediente y se apuró a sobreseer a Cristina, también pasará a la historia como un juez cooptado por el poder ideológico y de la máquina de hacer dinero del kirchnerismo.
El fiscal Carlos Stornelli, a quien mil veces quisieron voltear pero sigue de pie, subió a su estado de Whatsapp, un crespón negro con la leyenda. “La Argentina está de luto. La Justicia está muerta”.
Pero Silvina, que enseguida nos va a anticipar la denuncia que ella presentará contra Obligado y Grunberg por prevaricato, tiene una mirada más interesante todavía. Ella cree que este fallo es tan escandaloso, con argumentos tan mentirosos, tan incomprobables, tan tirados de los pelos, que la hacen a Cristina no más inocente, sino todavía más culpable. Y todavía falta la apelación del fiscal, Diego Velasco. Y todavía falta la revisión de los jueces de la Cámara de Casación, a los que estamos mirando con mucho detenimiento. Y todavía faltan tu voz. Y tu voto. El mismo voto que en las últimas elecciones impidió que ella y sus socios se sigan llevando todo por delante, como lo hizo hasta hace un rato.