Rodrigo Medellín. "El coronavirus es un juego de niños frente a lo que traerá el cambio climático"
El ecólogo mexicano, especialista en murciélagos, dice que los verdaderos responsables de la pandemia son los seres humanos, sus niveles de consumo y el impacto de su actividad en un planeta al límite
Desde que en 2014 un documental de la BBC lo bautizó "el Batman mexicano", Rodrigo Medellín lleva con dignidad un mote que podría resultar menos universitario que risueño. Pero el multipremiado académico del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México no solo es un apasionado estudioso de cada una de las más de 1300 especies existentes de murciélagos, o un ecólogo que durante la pandemia vio multiplicada esta parte de su trabajo así como reducidas las salidas al campo para realizar sus investigaciones. Medellín es también un analista que entiende la encrucijada civilizatoria que encara la humanidad, de la cual la pandemia es apenas un emergente de tramas más profundas que tienen al cambio climático y a la pérdida de biodiversidad como clave.
"Esta crisis puede terminar con la civilización como la conocemos; probablemente existirán humanos, pero de manera muy distintas, sin Internet, viajes, supermercados. Es un mensaje triste y duro para las generaciones futuras, pero en cien años viviremos en una realidad más parecida a la de Mad Max", dice en esta entrevista de casi una hora por Zoom con La Nación. Desde su casa en Olivar de los Padres, en las afueras de la ciudad de México, donde aprovechó las restricciones de movilidad para hacer un catálogo de los pájaros y otros animales que lo visitan, afirma: "Al culpable de esta situación hay que buscarlo en el espejo. Somos nosotros".
¿Cómo afectó el coronavirus su trabajo con los murciélagos?
Me afectó más que al resto de la gente, porque en su inicio la pandemia les colgó una nueva medallita a los murciélagos. Tuve que salir a defenderlos en un montón de foros, entrevistas, charlas, clases y demás.
¿De qué se los acusa y por qué decidió defenderlos?
Se los acusa de que el virus surgió de ellos, algo que es completamente falso. Se dijo que el virus Sars CoV2 se parecía mucho a un virus del murciélago de herradura. Esto disparó la triste y completamente infundada campaña de destrucción de murciélagos en todo el mundo. Salí a la defensa para demostrar que los virus efectivamente se parecen en un 96%, pero eso no quiere decir que uno venga del otro. Es como decir que somos chimpancés porque compartimos la misma cantidad de genes. Lo cierto es que esos dos virus tienen ancestros que se separaron y distinguieron en algún momento. Incluso si algún científico loco quisiera tomar el virus del murciélago y meterlo en un humano, no podría infectarnos porque, debido a unas proteínas que tiene, está claro que debe haber un huésped intermediario.
¿Entonces hubo un huésped intermedio entre los murciélagos y los humanos?
Sí, y parece que es el pangolín. Pero lo que me pregunto es por qué insistimos en esta obsesión de buscar un culpable... En todo caso, al culpable hay que buscarlo al espejo: somos nosotros. No solo los chinos, sino todos. En la Argentina y en México tenemos parte de la culpa por la manera en que nos relacionamos con el medio ambiente y usamos los recursos naturales. Por nuestras ganas de comer carne de wagyu (un bovino de origen japonés) y manzanas de Chile y pollo que está producido en granjas con hacinamiento. Todo eso genera y promociona pasadas y futuras pandemias. Hoy le tocó a China, pero tuvimos brotes de influenza aviar en muchos lugares del mundo, por ejemplo.
¿Cómo se sale de esta rueda?
Claro, cómo romper el círculo vicioso. Esta pandemia es una grandísima llamada de atención. El planeta nos dice que tenemos que tener cuidado en cómo hacemos uso de los recursos; hay pandemias en proceso de creación en todos los ecosistemas del mundo. Vendrán nuevas, no hay dudas, por eso hay que ver qué podemos hacer, cómo mitigar las probabilidades de que surjan. Cuando llegamos los seres humanos y perturbamos los ecosistemas, los simplificamos y perdemos especies, las especies oportunistas desarrollan un crecimiento importante de población y sus patógenos pueden tener condiciones para generar un brote. Esto es algo que no le toca solo a las secretarías de ambiente, porque la presión de los ecosistemas viene de nosotros, de la demanda de carne, de tomate y manzanas, y define la destrucción de ecosistemas. Tenemos esa parte de culpa. Necesitamos perspectiva. Lo mismo sucede con las granjas de cerdo y los establos de vaca para carne o leche. Y con las granjas de salmón en el Pacífico Sur: les ponen antibióticos, pero tarde o temprano se va a escapar algún germen y no sabemos qué puede pasar con los patógenos del salmón en seres humanos.
¿Cómo pedir más restricciones a sociedades que vienen de sufrirlas por una pandemia todavía en curso?
El mensaje más importante para los lectores es que lo único que no vale es seguir viviendo la vida como hasta ahora. Todos tenemos algún cambio que hacer que no nos modifique la calidad de vida ni nos lleve a vivir en las cavernas. Cada uno deberá hacerlo a su modo. No pido que no comas más carne o pollo, pido que consideres el impacto de tus acciones cotidianas. Por ejemplo, ¿cuánto tiempo te toma darte una ducha? Habría que medir cuántos minutos se tardan y al día siguiente demorarse un minuto menos, y a la semana siguiente reducirlos más. Tenemos que conocer las consecuencias de nuestras decisiones, cuánto se usa el coche, las luces encendidas en las casas, cuánto gas en el horno. De nuevo, no es detener todo el consumo, sino reducirlo un poco. Hace doce años dije que no iba a comer camarones, porque sé que cada kilo extraído representa 40 kilos de otros animales, muertos y tirados de nuevo al mar porque los barcos camaroneros solo suben camarón. No necesito esa carga en mi conciencia, eliminé el camarón. Cuando me encuentro con un producto sustentable, ahí como. Reduje la carne de vaca a una o dos veces por semana. Antes era todos los días. Vamos a tener que sufrir embates y cambios en la dieta porque necesitamos ver el cambio.
Al principio de las cuarentenas se habló de un respiro para el planeta y de que la situación podía bajar las emisiones contaminantes, ¿fue así?
Al principio, sí. Pero fue un respiro muy pequeño, que no redundó en un beneficio para la fauna. Sí en ver su potencial para recuperarse de nuestros golpes.
¿El daño que hace la humanidad no es tan duradero como creíamos?
El concepto que más tenemos que enfatizar en este tema es que todos tenemos algo que hacer. Desde la presidencia de la Argentina hasta el que tira la basura en tu edificio, todos tenemos algo para ayudar, desde clasificar la basura a ver la huella ecológica de cada uno. Esta es una oportunidad para aprender lecciones.
Hay un debate respecto de si la respuesta es individual o hacen falta decisiones de empresarios y gobiernos.
El poder de una persona es lo que cambia el mundo. Es cierto que una buena decisión de un ejecutivo tiene un impacto muy grande, pero esas decisiones no se dan porque el ejecutivo es palomita blanca, sino porque los ciudadanos decidieron que ya no van a tolerar más extracción del petróleo, y que van a poner lo suyo para no consumir tanto. No digo cerrar Amazon, por dar un ejemplo, pero sí pensar una manera de optimizar todo, minimizar envíos y órdenes de cosas que vienen del otro lado del mundo.
¿Cómo sigue la historia del cambio climático después de esta pandemia?
Esa es otra de las lecciones que tenemos que aprender. Esta crisis es un juego de niños comparado con el golpe que viene del cambio climático. Y es inevitable, porque por más que comamos solo pasto y no nos bañemos ni usemos el auto, el cambio climático tiene una inercia que tarda mucho en bajar. Hay países que van a perder superficie. Esa gente no tendrá adónde ir y se convertirán en refugiados. Esto afectará a nuestros países y vamos a tener un flujo grande de migrantes. Eso va a recrudecer en todos lados. Es lo que viene.
Encima las negociaciones en la ONU se suspendieron este año.
Tristemente el modelo de reuniones y negociaciones está muy fallido. Greta Thunberg y otros han mostrado que las negociaciones del IPCC (panel intergubernamental de cambio climático), el Acuerdo de París y demás, son de cartón, se hacen para dar salida a la presión de los ciudadanos, pero no hay compromisos reales. Incluso en los países más activos, como Alemania o Francia, se toman medidas muy limitadas. Los acuerdos multilaterales de la ONU no tienen dientes, no pasa nada si te portas mal.
¿Qué tan profunda es la crisis? ¿Exageran los que hablan de una posible extinción de la humanidad?
La sexta extinción masiva de especies, que está en curso, va de la mano con la pandemia, el cambio climático, todo lo que vemos en el mundo. No podemos decir que terminará con la humanidad, pero los efectos concomitantes entre las crisis ambientales pueden terminar con la civilización tal como la conocemos. Probablemente la especie humana seguirá existiendo de manera muy distintas, sin Internet, viajes, supermercados. Es un mensaje triste y duro para las generaciones futuras, pero yo veo que en cien años viviremos en una realidad mucho más parecida a la de Mad Max, con la ley del más fuerte, que lo que vivimos hoy.
¿Es tarde es para cuidar al planeta y a nosotros mismos?
Nunca es tarde, jamás. Sí quizás para eliminar completamente los golpes de la siguiente pandemia, del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, pero no para mitigarlos.
¿En qué fallamos como especie?
Lo que falló en términos evolutivos y ecológicos fue que nuestro cerebro creció de tal manera que ha logrado de resolver manera inmediata todos los problemas del medio ambiente. Y al resolverlos así tenemos una gratificación instantánea y un reforzamiento positivo de esa conducta, pero no tenemos un mecanismo de visión de largo plazo, tenemos que cultivarla porque no viene con nuestro cerebro. El modelo de desarrollo económico de todo el mundo es de gratificación inmediata, riqueza inmediata, el poder inmediato de todos. Y eso no es sustentable.
A este cóctel se suma lo que se conoce como infodemia, la epidemia de mala información: ¿cómo lo ve, se puede solucionar de algún modo?
La infodemia es otro vocablo reciente que nos ha abierto los ojos al poder de Internet. Una línea en la computadora modifica el resto de tu vida. Lo malo es que hay tanta cantidad de información que no podemos filtrarla y por el morbo y la predisposición humana tendemos a creer las noticias negativas que nos quitan de la realidad de lo que estamos viviendo. Lo único que podemos hacer es que cada cosa, desde una declaración de Trump a la posibilidad de vacuna, se lea con espíritu crítico y se vaya al origen y a la fuente. Implica una reeducación, porque no tenemos esa costumbre.
Para finalizar, querría volver a los murciélagos. ¿Por qué habría que cuidarlos?
Los murciélagos son parte de los animales más maltratados por la gente: se los teme como se teme a serpientes, alacranes, tiburones. Sin embargo, los murciélagos nos salvan cada día de nuestra vida, porque controlan las plagas de maíz, del tomate, y otros cultivos. Hasta tu vestimenta, el algodón que usas, está ahí porque los murciélagos comieron las plagas durante miles de años. Hay semillas que dependen de los murciélagos para su dispersión, como la de la planta del higo. También intervienen en la polinización, por ejemplo, del ágave tequilero. El mundo sería completamente diferente sin los murciélagos. Solo pido que los dejen en paz, no hace falta darles de comer ni apapacharlos; con dejarlos en paz alcanza.
En Wikipedia y en otras entrevistas se dice que su apodo es "Batman mexicano", luego de que un documental lo mostrara en las pirámides mayas ,tras los mamíferos voladores. ¿Es cierto, lo ve apropiado?
(Se ríe) No me importa. Pueden decir que soy la abuelita de Batman y estaría bien. Lo que quiero es que el mensaje llegue a la gente.