
Cartas de lectores: Preocupación, el término woke, chapas adulteradas
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Preocupación
Como argentino que aspira a tener gobernantes probos, me preocupa mucho la reticencia del Poder Legislativo a aprobar una ley para bloquear la llegada de delincuentes a espacios de poder.
Américo Luis Dini
DNI 4.257.269
El término woke
El abuso del término “woke” en el discurso público argentino se está convirtiendo en un obstáculo para el debate honesto. Lo que alguna vez fue un llamado a la conciencia social sobre las injusticias se ha degradado en una herramienta de descalificación. Lejos de enriquecer la conversación, esta dinámica solo perpetúa las desigualdades que dice combatir. El origen del término se remonta a principios del siglo XX en la comunidad afroamericana de Estados Unidos, como un llamado a estar “despiertos” frente a la discriminación racial. Ser woke significaba tomar conciencia de las estructuras sociales injustas y buscar soluciones. Pero en la Argentina actual, el término ha sido vaciado de su significado inicial y se usa como insulto hacia cualquier postura progresista o intento de generar conciencia sobre problemáticas sociales. Este uso despectivo no solo polariza, sino que también desvía la atención de los problemas reales, transformando el debate en una guerra de etiquetas. Al etiquetar todo planteo social como woke, se descalifica automáticamente al interlocutor y se evita el análisis profundo del tema en cuestión. Por otro lado, quienes intentan defender estas posturas progresistas terminan desgastándose en una defensa constante en vez de centrarse en soluciones concretas. La falta de diálogo entre posiciones ideológicas genera una peligrosa parálisis. Cualquier planteo social es descartado por un sector como “parte de la cultura woke”, mientras el progresismo pierde legitimidad ante un rechazo sistemático. Así, se genera un hábito de pensamiento que impide que las partes opuestas se escuchen mutuamente. Históricamente, este mecanismo no es nuevo. Cuando las mujeres luchaban por su derecho al voto, se las tachaba de “histéricas”, desvirtuando el debate y retrasando los avances hacia la igualdad. Hoy, el término woke cumple una función similar: desviar, ridiculizar y frenar cualquier propuesta progresista antes de que pueda discutirse seriamente.
El problema no es el término en sí, sino el uso polarizador que se hace de él. Tanto los movimientos libertarios como el progresismo caen en el mismo error cuando utilizan etiquetas para desautorizar al otro: evitan el diálogo y la búsqueda de acuerdos. La clave no está en vencer al otro, sino en construir soluciones conjuntas que beneficien a toda la sociedad. La Argentina necesita recuperar la sensatez y generar espacios donde las diferencias ideológicas no sean una trinchera, sino un punto de partida para el debate constructivo. Si no se logra, el abuso de este tipo de etiquetas solo perpetuará los problemas que, paradójicamente, ambos sectores dicen querer resolver.
Ricardo Maximiliano Hansen
DNI 20.573.474
Chapas adulteradas
La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional ha determinado que la alteración no accidental de la chapa patente del automotor, aunque no fuera en forma permanente, altera la credibilidad de la numeración que individualiza un vehículo, siendo este un bien registrable. He leído que este verano, en Brasil, la policía de ese país realizó innumerables actas de infracción a automovilistas argentinos por dicha razón. Personalmente, en Uruguay, en enero observé una gran cantidad de espléndidos autos y camionetas premium con las patentes adulteradas. Ya sea por raspaduras, cintas adhesivas o dobleces. Esto constituye un delito y las autoridades tienen que aplicar la ley más allá de las multas administrativas que correspondan. Nada tiene que ver la casta o la grieta. Los argentinos apostamos por un cambio y para que ello ocurra primero cambiemos en forma individual, cambiemos nosotros.
José María Ugarte
DNI 7.613.912
Inaceptable
Quiero dirigirme directamente al gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que no es solamente el lugar de residencia de los porteños, sino la capital de la Argentina y merece más dedicación –por no decir respeto– a su estado de limpieza urbana. En la intersección de Florida y la Av. Roque Sáenz Peña (Diagonal Norte) se eleva desde 1936 el monumento a Roque Sáenz Peña. Hermosa obra del escultor José Fioravanti. La suciedad del entorno, igual que en las calles aledañas, culmina en el espacio elevado, detrás de rejas, entre las cuatro estatuas que forman parte del monumento. Allí se ha instalado una persona, con su colchón, cajas y botella de agua. Es decir: su hábitat está “custodiado” por las rejas y las figuras esculpidas. En pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, a una cuadra de la Plaza de Mayo. No puede permitirse semejante desidia. Es para muchos visitantes, de las provincias o del mundo, el primer punto de referencia para moverse en la ciudad. No podemos ofrecerles semejante escena de abandono. ¿No lo ven los encargados de la limpieza? Tanto personal cobrando sus salarios con nuestros impuestos, ¿no lo ven? ¿Amigos o familiares de las máximas autoridades no transitan nunca por el microcentro?
Walter J. R. Junco
walterjrjunco@gmail.com
Escalera arreglada
El 20 de enero, LA NACION publicó una carta de mi autoría en la que hacía referencia a la escalera mecánica de la estación Belgrano C de la línea de tren Mitre, anden hacia Tigre, la cual hacía más de tres años estaba sin funcionar. Aparentemente alguien leyó la nota y tomó cartas en el asunto.
Vaya este agradecimiento y mis felicitaciones a quien corresponda y mi reconocimiento también a la sección de Cartas de Lectores, gracias a la cual ya no tendremos que subir los 40 escalones que nos distanciaban del andén.
Claudio Paderni
claudiopaderni@hotmail.com