Los intendentes del PJ se "reperfilan" frente a Kicillof
El escrutinio definitivo de las PASO fue una mala noticia para los intendentes peronistas del conurbano. Pese a que el Frente de Todos superó por casi dos millones de votos a Juntos por el Cambio en la provincia de Buenos Aires, no quedaron en condiciones de arrogarse alguna incidencia en un resultado decisivo para la carrera presidencial. Si ese resultado fuese confirmado por el del 27 de octubre, revalidaría la vigencia electoral de Cristina Fernández de Kirchner y la inutilidad para neutralizarla de una estrategia seguida por la mayoría de ellos: una campaña enfocada en la figura de los jefes comunales.
Pero también podría ser aprovechado por el kirchnerismo para argumentar a favor de otra interpretación. El castigo de los electores a los que colaboraron con la gestión de Vidal, la forma en que expresaron disidencia con el liderazgo político de la expresidenta los últimos cuatro años. Máximo mantuvo el diálogo con un grupo significativo encabezado por Martín Insaurralde y Fernando Gray en ese período y fue garante del tránsito hacia la reinserción en la alianza opositora de los que mantuvieron un acuerdo con la gobernadora en la Legislatura bonaerense.
Los intendentes de Lomas de Zamora y Esteban Echeverría experimentaron el efecto de una primaria insatisfactoria para la meta que se habían propuesto. Una victoria holgada en el orden local para marcar diferencias con la fórmula presidencial y la de gobernador, con la idea de volverse un factor de poder imprescindible para las elecciones generales. Insaurralde tuvo 100 votos más que los 210.300 de Kicillof y Magario. Gray, dos mil menos que los 98.400 de aquellos.
Tal vez los 3000 votos sobre los 207.905 de Alberto Fernández y de Cristina sean un consuelo para Insaurralde. Gray no tuvo la misma suerte: los superó por apenas 700. Un aliado esencial en ese proyecto lo pasó algo peor en Almirante Brown. Mariano Cascallares logró 188.633 en la categoría de intendente. Casi mil menos que en la de gobernador y cuatro mil debajo de la de presidente. El mensaje de las urnas es inquietante. Contra su deseo, dependen de la expresidenta en la última reelección que les habilita la ley.
Lo que explica el impacto en ellos de los casi 20 puntos de diferencia de Kicillof sobre Vidal. La euforia inicial por el triunfo mutó a preocupación. Casi un déjà vu del estado emotivo atravesado con el fallido desdoblamiento electoral en febrero. "Si sacó 50 puntos con un Clío y tres amigos: ¿para qué los quiere?", reflexiona alguien que conoce al economista. El impecable sentido común del razonamiento siembra pánico entre los alcaldes.
Es difícil que Kicillof abandone la campaña estilo road movie, donde las alusiones a la provincia fueron un accidente menor en ese itinerario de vaga reminiscencia hippie. Algo que al principio despertó el sarcasmo de los intendentes que le cerraron el paso en el Gran Buenos Aires hasta el 22 de junio, la fecha del cierre de listas para las primarias. Kicillof insistirá en no hablar y hacer de cuenta que nada pasó.
El exministro se sabe una prolongación de Cristina. Alberto Fernández querría dejar de serlo. Si fuese elegido para gobernar, el candidato presidencial precisa equilibrar fuerzas con La Cámpora en el principal distrito electoral del país. Alberto y su círculo más íntimo son conscientes de una debilidad: carecen de peso territorial propio, fuente de poder para cualquier dirigente. Más que un deseo, el nacimiento del "albertismo" es una necesidad.
Héctor Daer trabaja en su gestación con las sedes regionales de la CGT. Con asistencia pública en enfermería en Banfield Oeste, la de Lomas de Zamora tomó la delantera el 27 bajo la supervisión de su titular, Sergio "el Tarta" Oyhamburú. Ligado al secretario general del sindicato de sanidad, a Oyhamburú le preocupa ganar la calle por algo más. La defensas de una reforma laboral si Daer fuese ministro de Trabajo de Alberto.
La aceleración de ese proceso renueva el brillo de Gabriel Katopodis. Con 125.300 votos, el intendente de San Martín dejó atrás a Kicillof (119.000) y al propio Alberto (119.973). Junto con Juan Zabaleta, de Hurlingham, fueron los grandes derrotados por Cristina en las elecciones de 2017, con Fernández como jefe de campaña de Florencio Randazzo en el frente Cumplir. Desde entonces mantienen una convivencia forzada con La Cámpora en sus distritos.
Katopodis, con el economista Hernán Letcher, a quien debió cederle el segundo y el tercer lugar en la lista de concejales. Y Zabaleta, con Martín Rodríguez Alberdi, el cuñado de Andrés "Cuervo" Larroque y presidente del Concejo Deliberante. El intendente ubicó séptimo a su primer representante entre los candidatos a integrar ese cuerpo. Katopodis y Zabaleta son el nexo de Alberto con Insaurralde, Gray y Cascallares. Juan Pablo de Jesús y Julio Zamora tributan también a esa corriente. El intendente del Municipio Urbano de la Costa es amigo personal de Insaurralde.
Para Fernández, el de Tigre es un dique de contención con Sergio Massa. El candidato presidencial desconfía de su acercamiento a Kicillof. Massa también insistirá en el bajo perfil de campaña que mantuvo hasta ahora. Cree que la crisis de Juntos por el Cambio le abre una nueva oportunidad al Frente Renovador para captar un electorado de centro moderado. Es un criterio que le cuesta imponer entre los que el kirchnerismo no aceptó en las listas de candidatos.
Un caso es el de Raúl Pérez, cuyo mandato de diputado nacional vence el 10 de diciembre. Cerca de Massa le atribuyen a Pérez las versiones que lo postulan como candidato a ocupar el Ministerio de Justicia si Kicillof es gobernador. En 2009, la Corte bonaerense archivó un proceso abierto en su contra en 1997 por supuesto enriquecimiento ilícito. Luis Genoud presidía ese alto tribunal cuando quedó sobreseído. Pérez era titular del bloque de diputados K en la Legislatura y ocupaba la vicepresidencia del Consejo de la Magistratura. El organismo encargado de seleccionar a los que aspiran a ser jueces.
Fernández tiene otros desvelos. El más importante: cómo responder a la expectativa de un cambio positivo en la economía generada por su eventual gobierno a partir del próximo 10 de diciembre. Especulan con que lo más probable es que la situación los obligue a efectuar anuncios del mismo tenor que los últimos de Mauricio Macri. Una posibilidad que quizá lo incomode tanto como al mismo Presidente. Es la justificación de su entorno a las declaraciones realizadas por cada anuncio oficial. Que sea su competidor el que pague el costo político y pierda atributos de candidato.
Alberto necesita ganar tiempo para construir su propio espacio político. ¿Podrán auxiliarlo los mismos intendentes que fracasaron en construir un liderazgo alternativo al de Cristina acercándose a Vidal? No parece una duda fácil de saldar en lo inmediato. Menos, mientras los intendentes comienzan a reperfilar su relación con Kicillof. Quizá la más importante de las dudas pendientes.