Dilemas de las fuerzas de oposición ante un gobierno meritorio y afortunado
Sería prematuro afirmar que Milei ya derrotó a la inflación, pero vencerla constituye un pilar en términos de legitimidad de ejercicio y puede contribuir al menos por un tiempo a lograr victorias electorales
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Enfrentadas a gobiernos exitosos en la implementación de planes de estabilización, las fuerzas opositoras siempre tienen dificultades para encontrar un registro narrativo efectivo y, más, elaborar propuestas electorales. En especial cuando fueron responsables de acumular los desequilibrios fiscales y monetarios que alimentaron la dinámica inflacionaria, o pretendieron derrotarla pero fracasaron en el intento. En este sentido, deben tenerse en cuenta experiencias como las de Carlos Menem y Fernando Henrique Cardoso en la década de 1990. Algo similar puede señalarse respecto de esfuerzos como el de Fujimori en Perú, aunque se trate de un régimen semiautoritario. Hasta la dictadura de Augusto Pinochet en Chile logró un importante apoyo popular por haber controlado la hiperinflación que profundizó la crisis que precedió al golpe del 11 de septiembre de 1973. Conclusión: vencer a la inflación constituye un pilar en términos de legitimidad de ejercicio y puede contribuir al menos por un tiempo a lograr victorias electorales. Vale la pena enfatizar que los efectos positivos de estos planes de estabilización se sienten sobre todo en los sectores populares, particularmente los que tienen ingresos fijos o que tardan en ajustarse al ritmo de la inflación, como jubilados o trabajadores informales.
Sería prematuro afirmar que Milei ya derrotó a la inflación. Pero nadie duda de su convicción en el sentido de que se trata de la principal prioridad de su gobierno, que logró avances significativos y que dedicará todo el próximo año a profundizar las reformas estructurales para erradicar definitivamente ese persistente flagelo, la principal causa de los altísimos niveles de pobreza y marginalidad que por mucho tiempo seguirá teniendo nuestro país. En su discurso del martes se encargó de ratificar esas credenciales. Es cierto que aprovecha cada una de las frecuentes oportunidades de que dispone para dirigirse al público para mostrarse coherente con sus promesas electorales y con la retórica dura que caracteriza su narrativa. No solo se siente muy cómodo al hacerlo, sino que de paso despeja cualquier duda que pueda generar el pragmatismo con el que encara la gestión. Hay que reconocerle el mérito al jefe del Estado, que no tiene empacho en continuar criticando a “la casta” mientras su canciller es Gerardo Werthein y su secretario de Deportes y Turismo, nada menos que Daniel Scioli (para quien Milei trabajó en 2014 y 2015, integrando los equipos de la Fundación Acordar, liderada por un tal Guillermo Francos). “Elasticidad conceptual”, argumentarían algunos politólogos.
Pero varios estudios de opinión pública sugieren que el Gobierno tiene el reconocimiento de un segmento muy importante de la sociedad por haber logrado bajar la inflación y alcanzar esta pax cambiaria. El último sondeo de D’Alessio-IROL/Berensztein ratifica esta cuestión, que es el principal motivo por el que al menos el 53% de los encuestados tienen expectativas positivas respecto de la situación económica en el próximo año. ¿Cómo no va a mostrarse satisfecho y optimista el Presidente, entusiasmado por la presunción de que un porcentaje mayoritario de esos conciudadanos podrían respaldar a sus candidatos en lo que está planteando como un plebiscito de su gestión? ¿Cómo evitar la tentación de polarizar con CFK, caída de la ficha limpia mediante? Ambos creen que ganan mucho con esa hipótesis, que achica el estrecho espacio que encontraron los dirigentes y las fuerzas “de centro”, diverso y plural en términos de la historia y naturaleza de sus integrantes, pero con muy escaso margen de maniobra, en términos legislativos y de cara al proceso electoral de 2025. Entre Milei y Cristina podrían quedarse con casi el 80% del electorado. Esto podría dar una importancia crucial a quienes sobrevivan esos comicios y retengan sus bancas en el Congreso: aunque sean muchos menos, podrán convertirse en árbitros en votaciones críticas para avanzar en la agenda de reformas estructurales o para corregir ciertos caprichos o desvíos hiperpresidencialistas, evidentes este primer año. Para eso, deberán reprimir la hasta ahora irrefrenable pulsión a favor de la “gobernabilidad”: se trata de líderes políticos que, como ocurre con la mayoría de sus pares, demuestran aversión por las crisis y el vacío de poder y que, para evitarlas, están dispuestos a tragar sapos considerables.
Pero una cosa es chicanearse mutuamente en X o especular con potenciales resultados electorales y otra muy distinta es construir ofertas competitivas y mínimamente coherentes para competir en los próximos comicios. En este sentido, para el Presidente, delegar en su hermana Karina no resuelve los principales enigmas que enfrenta. Necesita por un lado reclutar candidatos idóneos a la altura de los debates que protagonizará el Congreso (y que mejoren la reputación de los actuales integrantes, que, más allá de algún caso particular, son considerados una “armada Brancaleone” por la mayoría de los integrantes de ambas cámaras). Y, por el otro, impedir que el enojo de Mauricio Macri y de otros dirigentes “dialoguistas” tenga un impacto determinante en los votos. “No le hace falta demasiado a Pro para arruinarle la fiesta a Milei”, afirmó un histórico referente porteño. Aunque, en la realidad, le está costando convencer a la opinión pública de que, si bien las desregulaciones, el control de la inflación y el resto de las medidas macro que se están implementando son indispensables para evitar el desastre, no resultan suficientes para alcanzar un desarrollo en serio. Basta mirar el caso de Irlanda, referenciado como ejemplo por el Presidente: la seguridad jurídica, la calidad institucional y las políticas de integración y de bienestar, todos elementos ausentes en la agenda de Milei, son esenciales para dar un salto cualitativo sostenible en el largo plazo.
Más difícil la tiene CFK, que cada día ve más lejos su objetivo de “unir” al peronismo. Esto no solo se refleja en la compleja relación con Axel Kicillof: la mayoría de los gobernadores y líderes provinciales no están dispuestos a ceder a las presiones para incorporar candidatos camporistas. A propósito, algunas propuestas en teoría tentadoras pueden significar un enorme dolor de cabeza. Esto ocurre con la iniciativa de Kicillof de quedarse con el control de Aerolíneas Argentinas: su déficit operativo anual fue históricamente del orden de los 500 millones de dólares. Fuentes cercanas a la compañía argumentan que este año se redujo de manera significativa, pero no hay cifras concretas. ¿La propuesta del gobernador bonaerense forma parte de su estrategia de posicionamiento electoral o en serio está dispuesto a gestionar la empresa sin la generosa asistencia del Tesoro Nacional como ocurrió en los albores del primer gobierno de Cristina?
Los dilemas de las fuerzas de oposición tienden a complicarse a medida que la administración Milei comprueba que, como es habitual, Maquiavelo tenía razón: la “fortuna” es un componente clave para todos los gobiernos. Al margen del triunfo de Trump, de la mejora del clima para el campo y de los constantes errores no forzados de los dirigentes opositores, algunos especialistas creían que la cifra de inflación del mes de noviembre (apenas 2,4%) se debía también a “las fuerzas del cielo”. En efecto, el índice de la ciudad de Buenos Aires, que en general es un buen predictor, había sido del 3,2%. “Cuando los goleadores están de racha les entran todas… lo curioso es que Milei era arquero”, comentó un experimentado dirigente radical.