
Donde nace la crueldad
Según el psicoanalista argentino Fernando Ulloa, el individualismo exacerbado, la competitividad sin límite y las presiones cada vez mayores para triunfar cuanto antes y a cualquier precio son factores que deterioran los vínculos sociales y estimulan la intolerancia y hasta la eliminación de lo que es percibido como diferente.
EN la sociedad de fin de siglo, competitiva y consumista hasta la exacerbación, la conducta social parece abrirse paso a patadas y codazos, entre el escepticismo que amortigua ficticiamente el fracaso y la ferocidad que asegura malamente la supervivencia.
En ese escenario, la crueldad humana adquiere un protagonismo digno de análisis. Como en La condición humana , de André Malraux, no son pocos los que, al igual que el personaje Gisors, mascullarán en la intimidad: "Me ha sucedido encontrarme de improviso frente al espejo y no reconocerme..."
"La crueldad es el fracaso de la ternura. En la sociedad actual es un producto de consumo. Hay una estética de la crueldad en la televisión, en el cine, en los cómics. Y como producto del consumo, está banalizada." El autor del sorprendente aserto, que tiene su miga para el debate, es el psicoanalista Fernando Ulloa.
Prestigioso conferencista internacional, el hermano gemelo del ex gobernador salteño Roberto Ulloa es uno de los peritos en las causas sobre robo de bebes durante la última dictadura militar, en trámite ante el juez Adolfo Bagnasco. Su informe está considerado como "pericia tipo" por las Naciones Unidas.
"La crueldad requiere de un dispositivo sociocultural para prosperar. No es lo mismo la crueldad que la agresividad, que es parte de la conducta humana", explicó el especialista al abordar el asunto con La Nación .
La charla con Ulloa transcurrió en su consultorio particular, donde los libros atiborran las bibliotecas y toda clase de objetos se esparce en una confortable geografía cuya seña de identidad es lucir como refugio.
La hipótesis de partida era casi un acertijo por dilucidar: en este fin de siglo, los jóvenes están impuestos de triunfar a edades cada vez más cortas; la solidaridad social parece circunscribirse sólo entre los menos, el individualismo crece y la violencia se disemina en las relaciones interpersonales. ¿Este contexto es propicio para que prospere la crueldad como conducta sociocultural?
Ulloa, que actualmente escribe un tratado sobre la crueldad humana sobre la base de los casos terapéuticos que ha tenido bajo examen, establece tres niveles en el asunto: lo cruel, la crueldad y el acontecer de la propia crueldad: "Frente a lo cruel, cerramos los ojos, somos insensibles y estamos vacunados. En lo cruel no hay agentes manifiestos. Lo que no quiere decir que no existan. En la sociedad globalizada, por ejemplo, las multinacionales pueden estar a miles de kilómetros..."
Ulloa ha sido psicoanalista de personalidades y artistas famosos. Y pese a que en honor al secreto profesional se excusa de dar nombres, La Nación pudo saber que durante 15 años fue terapeuta de los excepcionales Les Luthiers. Y también asistió al inolvidable Tato Bores en sus últimos años.
"El núcleo dispositivo de la crueldad es la encerrona trágica. El paradigma de esta encerrona es la mesa de tortura, donde el torturado depende de alguien que rechaza totalmente para sobrevivir. Este núcleo puede darse en cualquier situación social donde sólo hay dos lugares, sin tercero de apelación, y uno depende totalmente del otro para sobrevivir. Convivimos con la crueldad y estamos en connivencia con ella", explica Ulloa en forma pausada.
Puesto a identificar las reservas de crueldad en nuestros días, el especialista comenta: "Hay épocas como la actual donde lo solidario, como núcleo de todo pacto social, caduca. Cuando en el orden individual ese núcleo esencial claudica, mientras que en el orden estructural desaparece la imagen y la efectividad de una justicia creíble, se instala la corrupción, una forma de la crueldad que ya no es sólo una lacra social. Se instala incluso en el lenguaje. Así es como las palabras comienzan a perder su significado. Ubicada en todos los niveles, la corrupción se transforma en una herramienta política de marginación, que reproduce las condiciones de la encerrona trágica".
¿Cuáles son las formas de consumo más visibles de la crueldad en la sociedad actual?
"El hecho de que la crueldad sea un producto de consumo es un efecto de la sociedad competitiva y consumista. Un ejemplo de la idea de consumismo es cuando se habla de adicción. Se dice eufemísticamente: Fulano consume , pero el verbo no está ligado a la droga consumida, sino a afirmar la condición del adicto. Desde esta perspectiva, una sociedad consumista es adicta. Vale decir, es dependiente, explotable, fácilmente manipulable por eficaces programas de promoción de tal o cual producto por consumir", reflexiona el terapeuta.
Y profundiza su observación de este modo: "No hablo sólo de productos cotidianos o de drogas, sino también de cierto tipo de pensamiento precocido o ideología. De nuevo, aparece aquí una forma de marginación o exclusión. Esta es una sociedad fácilmente manipulable respecto de lo que se usa y no se usa. Un ejemplo sofisticado de manipulación es la moda. Eso conduce luego a los que usan y a los usados, y más tarde a los que no pueden usar nada, los descartados".
Pero, ¿cuáles son los dispositivos socioculturales que hacen fracasar la ternura, alimentando el origen de la crueldad?
"La ternura es lo antitético de la crueldad. Se piensa que es un sentimiento medio blandengue , pero en un escenario cultural, la ternura es un formidable dispositivo donde se estructura la condición ética del sujeto. La ternura significa brevemente tres cosas: el abrigo frente a los rigores de la intemperie, el alimento frente a los rigores del hambre y el trato justo. No necesariamente un sujeto sin ternura está condenado a ser cruel. Dependerá del contexto social y los dispositivos socioculturales en que se incluya. Esos dispositivos serán la familia, la escuela, el matrimonio, la fábrica, la universidad..."
Ulloa considera que la violencia de una sociedad plantea, en principio, la ruptura de la condición gregaria: "Cada uno cuida su quintita y se incrementa el individualismo. Ese sujeto cruel, que es un sobreviviente, debe instaurar un saber sagrado, sectario y fundamentalista. Frente a lo diferente reacciona de tres modos: primero lo excluye, luego lo recusa y en un extremo, lo elimina. Un ejemplo son los barrabravas".
Ese saber, al que el especialista llama "fetichista", es, según su óptica, "un conocimiento canalla. Hay un viejo chiste catamarqueño sobre alguien que contraerá matrimonio que lo ejemplifica: Virgencita, me voy a casar. Que mi mujer no me engañe. Si me engaña, que no me entere. Si me entero, que no me importe. De este modo la crueldad aparece como lo opuesto a la verdad".
En el tercer nivel -el acontecer de la propia crueldad-, Ulloa pone especial énfasis: "Esto tiene que ver con la toma de conciencia, con advertir en uno la crueldad y no retroceder ante esa tendencia. El acontecer produce efectos. Cuando uno toma conciencia, advierte también la crueldad de los demás. Caso contrario, los hechos crueles nos llevan a la negación y ésta nos conduce a situaciones más terribles, por ejemplo, la negación de la crueldad social. La muletilla por algo será nos lleva a comulgar con la crueldad".
El terapeuta memora los grotescos de Goya, que habiendo sido concebidos como "tremendas denuncias, a través de los siglos fueron perdiendo su carácter de denuncia y acabaron convirtiéndose en expresiones de un talento extraordinario".
Consultado sobre el papel de los medios en una sociedad proclive a aceptar la crueldad como producto de consumo, Ulloa rehúsa referirse en forma directa. No obstante, acepta analizar el tema desde la siguiente perspectiva: "Tal vez no hablaría tanto de los medios en sí, sino en el cómo se presentan los temas en los medios. Hay un teatro de la crueldad, un cine de la crueldad, que cumplen una función catártica, de denuncia. Pero al mismo tiempo terminan convertidos en una banalización, en meros productos de consumo. En este contexto, los medios podrían jugar como una explicitación, del estilo de los grotescos de Goya, buscando la crueldad de los fusilamientos ocurridos durante el proceso militar. O bien pueden transformarse en una frivolización que acabe en la saturación, rompiendo incluso toda sensibilidad".
Afirmado en su análisis, el especialista agrega: "Los medios no pueden incluirse en esos dispositivos socioculturales, capaces de hacer germinar la crueldad. Pero pueden intervenir en su denuncia o en su enmascaramiento. Es decir, puede tener una eficacia crítica o un efecto anestésico".
Respecto del papel deseable que los medios de comunicación tendrían que ejercer en el escenario social de nuestros días, Ulloa dice: "El de la memoria viva, no meramente como recuerdo, sino como acción presente. Deberían desenmascarar lo cruel. Recuerdo el caso del chico que se cayó en un pozo. Hay que ver de qué modo hay, en un momento determinado, una utilización de lo siniestro. En un sentido, se despierta la solidaridad. En otro, se enmascara una situación. Es decir, mientras se satura con el caso de un niño en un pozo, quedan fuera de la conciencia social todos los chicos que están en el pozo".
Quizá, como en La condición humana , al hombre de fin de siglo sólo le quede la gracia, "es decir, el amor ilimitado o el terror, según la fuerza o la flaqueza de su esperanza", aunque también le "queda la caridad, pero la caridad no siempre basta para agotar la angustia".