El mundo no puede esperar
Con 2013 terminado, el mapa político de 2014 ya está comenzando a cambiar con miras a la elección presidencial. Lamentablemente, el mundo no va a esperar a 2015. Los que aspiran a suceder a la Presidenta, más allá de sus diferencias, deberían profundizar en las oportunidades y los límites que presentará el sistema global para sus planes y proyectos.
El primer punto por preguntarse es acerca del eje articulador de las relaciones internacionales en los próximos años, el gran clivaje de nuestra era. No existen la Guerra Fría ni el choque de civilizaciones; no puede hablarse decisivamente de una era imperial norteamericana ni tampoco de una hegemonía china. ¿Tienen los candidatos una noción clara de la reconfiguración global del poder de largo plazo a favor de los países emergentes y de los efectos que eso tiene para el país? ¿Saben que estamos en un mundo con una población creciente y que esa población demanda cada vez más alimentos, agua y energía, todos recursos que el país posee en abundancia?
Aunque es un dato positivo desde lo estructural, países con recursos pero sin estrategias suelen acabar invadidos o sometidos. ¿Algún candidato le otorga a China una importancia política equivalente a la que tiene en el plano económico? ¿Será un ítem en la campaña? En Zambia, ya ha sido un tema electoral polarizante. Por meritoria que haya sido la expansión de la cobertura social del kirchnerismo, el próximo gobierno deberá pensar planes de contingencia fiscal en caso de reversión de los precios internacionales de los productos agroindustriales.
Si el mundo se reconfigura de Oeste a Este, también lo hace de Norte a Sur. En esta redistribución del poder económico y político hacia el Este y hacia el Sur, ¿cuál es el lugar que los candidatos quieren para la Argentina entre las naciones emergentes, en el "Sur global"? Y en qué foros e instituciones internacionales elegirá hacer oír su voz? Será crítico elegir los temas y áreas que sirvan a la estrategia de inserción. De lo contrario, se desperdician oportunidades, como ocurrió en agosto cuando el país ocupó la presidencia pro témpore del Consejo de Seguridad de la ONU para poner en el centro el caso Snowden antes que la crisis en Siria.
Pero ni el Oeste ni el Norte desaparecen. Japón, Alemania y Estados Unidos parecen haber sido descartados como "viejas potencias" a favor de emergentes como Rusia, China o Brasil. A la superpotencia global norteamericana se la ha desechado demasiado fácilmente como passé . ¿Seremos socios, amigos, aliados, clientes o enemigos del Estados Unidos post-Obama? ¿Seguirá el terrorismo dominando la agenda de Washington? ¿Se encamina hacia una renovada competición con China? Para países como la Argentina, lo que ocurra en el centro del sistema global también marca los límites de lo posible. La bipolaridad hacía que la relación entre la URSS y Cuba tuviera una significancia estratégica que los vínculos entre La Habana y Moscú no tienen hoy. ¿Tiene alguna plataforma presidencial noción del impacto que el resultado de la crisis europea tendrá sobre el comercio internacional o la inversión extranjera directa en el país?
La dimensión internacional de una verdadera estrategia nacional consiste en comprender el contexto externo para articularlo a los intereses domésticos. Así, avanza el interés nacional en el mundo y a la vez se aprovechan las condiciones globales para profundizar el modelo de desarrollo económico y gobernanza política. Los actores internos fortalecen su posición por medio de coaliciones regionales e internacionales. Lo hizo Arabia Saudita con la necesidad norteamericana de petróleo tanto como Australia con la demanda china de hierro. Pero la distribución de costos y beneficios al interior de cada uno de los países es muy diferente, política, económica y socialmente. En nuestro país, "granero del mundo", "ni yanquis ni marxistas" y "relaciones carnales" fueron todos eslóganes que capturan coaliciones de intereses cambiantes y modelos de inserción divergentes.
En el plano regional, ¿cuál será el rol de la "patria grande" latinoamericana en la política exterior argentina en un momento de fin de ciclo de las "nuevas izquierdas" y el ascenso de un eje que se orienta claramente hacia el Asia-Pacífico? Antes que eso, habría que definir una nueva agenda de trabajo o una definitiva acta de defunción del Mercosur. La integración regional de los últimos diez años se focalizó en América del Sur, algo que el nuevo activismo diplomático de México parece preparado para discutir.
Cuando la Presidenta fue reelegida en 2011, nadie hubiera puesto en duda la supervivencia del euro, anticipado la intervención en Libia, previsto las "primaveras árabes", adivinado el recrudecimiento y la distensión en Irán, presagiado el derrotero de Corea del Norte o esperado que un argentino se convirtiera en soberano del Estado Vaticano. Lo mismo ocurrirá de aquí a 2015. En el sistema internacional proliferan los "cisnes negros", esos eventos improbables pero de gran impacto. Y cada vez tendrán un mayor efecto sobre la realidad nacional. El rol de la política exterior es entender hacia dónde va el mundo para poder aumentar la autonomía de la acción externa. Los tiempos de la Argentina no son los tiempos globales. Se mueven más rápido, son más complejos e interdependientes. En un mundo cambiante, la respuesta para una mayor autonomía no puede residir ni en el alineamiento ni el aislamiento. Acaso un buen punto de partida sea el conocimiento.
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El autor es doctor en Relaciones Internacionales y profesor de la UTDT