El voto del conurbano profundo
Un gran interrogante: cómo votara el proletariado del Gran Buenos Aires en las instancias electorales que se avecinan. Y dos conjeturas inmediatas: formulando un cálculo estrictamente aritmético al Gobierno le va a ir mal; pero como contrapartida, sigue teniendo allí márgenes de competitividad interesantes sobre los que es posible esbozar algunas explicaciones. No es el "qué" sino el "por cuánto". Y es allí en donde los enfoques analíticos clásicos durante los últimos veinte años se topan con dos escollos: cambios socioculturales sutiles pero profundos y explicaciones electorales clásicas perimidas por no tenerlos en consideración.
La figura mítica del "puntero" acuñada desde la democracia inaugurada en 1983 luce anacrónica. Los sobrevivientes de la generación de los 80 y los 90 solieron ser absorbidos por las estructuras burocráticas de las intendencias como consecuencia de la reformulación de las políticas asistenciales del kirchnerismo tardío desde 2009. Siguen pesando; pero "desde arriba". Muchos, incluso, ya no viven en los barrios; y en situaciones críticas –que la coyuntura ha tornado crónicas– apenas si pueden pisarlos. Son buenos exponentes de las pocas posibilidades de ascenso social remanentes en la nueva coyuntura.
Como contrapartida se registra una diseminación que ha tendido a romper con pirámides de lealtades clásicas: varios referentes barriales definidos por la familia extensa, el origen étnico, un culto o incluso una lealtad deportiva que sintonizaban no sin tensiones con el "presidente del barrio" de vínculos privilegiados con el municipio. La propia dinámica social ha tendido a fragmentar a esas identidades. Son grupos más pequeños que contienen tensiones internas que los tornan volátiles. Por lo demás, se ha roto el vínculo privilegiado de los "presidentes" con las autoridades. Hoy, la mayoría de estos nuevos micro referentes se ha tallado algún canal que ofrece bienes para resolver los problemas de subsistencia que no son solo los básicos.
Todo este proceso ha modificado, a su vez, las percepciones sobre el significante "peronismo". Históricamente, supuso la esperanza de progreso; aun durante los 80 y los 90 cuando todavía se creía posible revertir la crisis estructural de la sociedad industrial. El estallido del 2001 y el agotamiento relativamente rápido del respiro kirchnerista ha acabado con esas esperanzas. El peronismo sigue siendo el emblema dominante pero de significados diferentes en línea con el sutil cambio sociológico de sus exponentes en la política local. Ya no más vecinos de origen político o sindical sino más bien jóvenes profesionales de una clase media acomodada que adaptaron el discurso populista a un pobrismo sobreactuado, inversamente proporcional a sus dotes de representación.
Este nuevo peronismo supone para los vecinos "el poder", "la estructura"; necesaria pero ladina, especulativa y ávida de recursos redoblados para financiar campañas cada vez más caras a costa suyo. Intercambiable por otra identidad partidaria que no puede prescindir de las políticas asistenciales pero que eventualmente las gestionen mejor. Si el azar determina que un intendente no peronista llegue y contraste su gestión con sus antecesores mediante obras públicas, o un reparto más eficiente y menos venal de los recursos asistenciales, puede ser fácilmente reelegido y traccionarle votos al gobernador o al presidente.
Salvo en algún caso excepcional, el oficialismo probablemente realizará una buena performance en esos distritos. La cuestión es por cuánto y cuánto traccionarán a la gobernadora y al presidente como para garantizarles niveles próximos a las dos elecciones anteriores. El lastre de la devaluación del año pasado y una inflación y recesión más resistentes que lo supuesto sin duda distarán de ser elementos neutros. Pero el mar de fondo profundo de descontento respecto de todos los políticos, y la lucha soterrada pero feroz dentro de las administraciones municipales peronistas respecto de un candidato al que consideran impuesto y exógeno a su subcultura, puede aproximar a los contendientes más de lo que se supone.