Evaluación nacional educativa como política de Estado
La evaluación nacional de aprendizajes cumple tres propósitos claros: devolver a las instituciones sus resultados en reportes que se usan para mejorar sus prácticas, obtener evidencia para la formulación de políticas al más alto nivel de autoridades nacionales y jurisdiccionales y transparentar a la sociedad la información educativa a modo de rendición de cuentas. Estos tres propósitos se cumplen claramente con la política de evaluación que el Ministerio viene implementando. En estos tres años se desarrollaron diez evaluaciones nacionales de las que participaron alrededor de tres millones de estudiantes de los distintos niveles educativos.
La búsqueda de mejora educativa y de disminución de brechas de desigualdad exige evidencia. Aprender aporta no sólo información sobre desempeños en saberes básicos, sino que además contribuye a visibilizar problemáticas que atraviesan las trayectorias educativas. Los desempeños de estudiantes indígenas, migrantes, estudiantes en situación de maternidad, de trabajo, percepciones sobre dificultades y sobre prácticas de enseñanza, uso de tics (Tecnologías de la información y la comunicación), vacancias en los saberes, desafíos de la escuela secundaria, han sido puestos en escena por este dispositivo por primera vez y han sido insumos para cambios en las políticas de formación docente, en el formato de la escuela secundaria, de enseñanza digital y en la redefinición de las capacidades de aprendizaje en distintas disciplinas, como en matemática.
Nos propusimos evaluar todos los años para promover una cultura de toma de decisiones basada en evidencia, algo de sentido común que fue ajeno muchos años al momento de la definición de políticas y prácticas en la educación.
En relación a la periodicidad de las evaluaciones censales estandarizadas, contundentes estudios y voces de expertos (Unesco; OCDE; y órganos de evaluación de los países de la región), señalan que la frecuencia anual va en detrimento del verdadero sentido de la evaluación y puede inducir a riesgos metodológicos.
Instalar la evaluación nacional garantizando el sentido, utilizar la evidencia `para la toma de decisiones, promover unidades de evaluación en cada jurisdicción que fortalezca masa crítica, posibilitar la apropiación en la comunidad educativa sobre un saber que había sido devaluado, alejar temores iniciales sobre su finalidad, promover cuerpos colegiados federales que participan en la elaboración de los dispositivos de evaluación nacional, dotar de nueva información al sistema, transparentar y difundir la información con desagregación a nivel departamental, fueron los primeros objetivos planteados y cumplidos. Esto requería de una primera etapa que exigía censos anuales.
Ahora es momento de retomar un ritmo propicio de evaluación como en la mayoría de los países, dando tiempos de reflexión en escuelas, de elaboración de instrumentos, tiempos para la implementación de los cambios derivados de la evaluación para que el monitoreo que significa un censo de evaluación nacional no se transforme en una carrera sin sentido para rendir a ante un examen.
Aprender ya integra el hacer educativo y se constituye en una política de estado. La masiva participación de los docentes, estudiantes y autoridades de todo el país corroboran que Argentina seguirá en el camino de la mejora continua basada en evidencia.
Secretaria de Evaluación Educativa, Ministerio de Educación de la Nación
Elena Duro