Hablan dos de los periodistas del caso Snowden
Ewen MacAskill y David Blishen estuvieron en Buenos Aires y contaron su experiencia al revelar el espionaje masivo de los servicios de inteligencia en Inglaterra
En mayo de 2013 el escocés Ewen MacAskill estaba en Nueva York cuando recibió una llamada que le cambiaría la vida. The Guardian, el diario para el que trabaja desde hace más de 20 años, le pedía que se tomara un avión a Hong Kong para encontrarse con Glenn Greenwald, periodista de la subsidiaria de ese diario en Estados Unidos, y la documentalista estadounidense Laura Poitras. Su misión era verificar si las supuestas revelaciones sobre la vigilancia masiva de agencias de inteligencia estadounidenses e inglesas era real. Todavía no lo sabía, pero ese avión lo llevaría a encontrarse con Edward Snowden, un caso por el que ganaría el Pulitzer, y por el que el gobierno británico le iniciaría una causa judicial.
David Blishen es gerente de producto en The Guardian y se ha ocupado de los aspectos técnicos de varias filtraciones, como las de WikiLeaks, Assad y Guantánamo. También lo enviaron a Hong Kong para ayudar en lo que hiciera falta. De regreso en Gran Bretaña, a Blishen le tocó negarse a entregar la documentación a la inteligencia inglesa y, luego, los servicios de inteligencia lo obligaron a destruir esos documentos y las computadoras donde los tenían almacenados. Un acto que no sólo fue inútil, sino que terminó siendo perjudicial para el gobierno.
Ambos estuvieron a principio de noviembre en Buenos Aires y LA NACION los entrevistó en las oficinas de Baufest, la compañía de servicios de tecnologías de la información que invitó a los dos periodistas a hablar en el evento Noviembre Electrónico.
–¿Cómo verificaron que lo de Snowden era real, cuando fueron a encontrarse con él en Hong Kong?
MacAskill –Snowden tenía en ese momento 29 años. Pero daba la impresión de tener 21. De entrada empezó a contarnos sobre su vida, en un intento de convencernos de que era real. Así que fue muy abierto y comunicativo. Sabía que trataríamos de determinar si era o no genuino, por lo que trajo un maletín lleno de cosas, como su identificación en la CIA y su número de seguridad social.
–Y ustedes chequearon todo eso.
MacAskill –Sí, lo chequeamos. También nos dio algunas muestras de los documentos, sólo unos pocos para darnos una idea de lo que tenía. Cuando nos contó sobre lo que había hecho, que se había unido a la National Security Agency (NSA) en Maryland, que había sido agente de la CIA en Ginebra, que luego volvió a trabajar para la NSA, en Japón primero, y más tarde en Hawái..., lo mirábamos y pensábamos: ¿es tan joven e hizo todas estas cosas? Sonaba como si estuviera fabulando. Pero luego de horas de entrevistarlo empezamos a considerar que era real. Antes de viajar a Hong Kong habíamos pensado que podía ser una broma, alguna clase de excéntrico o un ex agente despechado. Así que me comuniqué con las oficinas de The Guardian usando un medio seguro y les dije que sí, que era legítimo, que podíamos tomarlo en serio y hacer los artículos. Pero luego, dos días después, Snowden nos comentó: 'A propósito, también quiero decirles que me entrené con las Fuerzas Especiales de Estados Unidos y puedo romperles ambas piernas si me siento amenazado.' Entonces pensé: '¡Mierda, le dije al Guardian que este tipo era real y es evidente que es todo fantasía!'
"Pero para responder a su pregunta, sólo supimos que Snowden era real cuando le mostramos a la Casa Blanca los documentos que planeábamos publicar. Por unas horas no pasó nada, y luego, ¡bam!, nos dijeron que no querían que publicáramos eso.
–Bueno, es la mejor prueba que podría esperarse en un caso así. Ahora, ¿cuál fue su primera impresión de Snowden? ¿Cuál fue el pálpito? Sabe de qué le hablo, ese instinto que tenemos los periodistas sobre si lo que estamos oyendo es real o no.
MacAskill –Tiene razón, todo periodista, especialmente si lo ha sido durante bastante tiempo, desarrolla un instinto respecto de las personas.
–¿Qué le dijo su instinto respecto de Snowden?
MacAskill –Que debía creerle, casi de entrada.
–Todos los que estamos relacionados con la tecnología sabíamos que estábamos siendo vigilados, Internet es ideal para la vigilancia. ¿Les asombró la escala de esta vigilancia, luego de leer los documentos de Snowden?
Blishen –Creo que pensar que es posible y saber que esto es en efecto así son cosas diferentes.
–Pero entonces vivíamos en un estado de negación antes de estas revelaciones.
Blishen –Sí, creo que eso es cierto. Personalmente, me asombró mucho la escala de la vigilancia. Los programas de toma de datos del Government Communications Headquarters (GCHQ) y de Estados Unidos eran masivos. No pensé que algo tan grande podía existir.
–¿Qué opinan del nuevo proyecto de ley que le dará en Inglaterra más poderes a las agencias de inteligencia?
Blishen–Mi visión personal es que, en esencia, están justificando lo que han venido haciendo durante todo ese tiempo. Y creo que no estaríamos en esta posición, de no haber sido por las revelaciones que Snowden nos dio. De otro modo no tendríamos este debate, que es genuino.
MacAskill –Si hubiéramos preguntado sobre esto al GCHQ en 2013, antes de las revelaciones de Snowden, nos hubieran dicho: "Sin comentarios, es un secreto". Esta ley exhibe los poderes que tiene el GCHQ para obtener correos electrónicos, registros de llamadas y tal, y eso es bueno. Lo malo es que le da a la inteligencia más poderes de los que tenía antes, no hace ninguna concesión en absoluto respecto de la vigilancia masiva y la recolección de datos a granel. Están determinados a no hacer ninguna concesión respecto de una herramienta que consideran de suma importancia. Es un gran contraste con Estados Unidos, que en julio aprobó la USA Freedom Act y tomó la dirección opuesta, están abandonando la recolección masiva de registros telefónicos, y aunque los cambios allí parecen modestos, al menos están haciendo algunas concesiones a la privacidad.
–¿No es para los británicos un derecho constitucional la privacidad?
MacAskill –Lo es en Estados Unidos. En Inglaterra es un derecho humano, pero no es un derecho absoluto. Es sólo un derecho parcial, y no está garantizado por la Constitución británica, sino por la ley europea.
–Por un lado ustedes han recibido premios por este trabajo publicado en The Guardian. El Pulitzer, sin ir más lejos. Por el otro, las autoridades británicas interrogaron a Blishen y lo obligaron a destruir el equipo donde estaba la información provista por Snowden. ¿Cómo puede ser que ocurran ambas cosas a la vez, los premios y la persecución?
Blishen –Fue una reunión muy inusual la que tuve con los representantes del GCHQ. Entendí que la conversación versaría sobre los recaudos que tendríamos para proteger la documentación con la que estábamos trabajando. Pero no fue así. Esperaban que les diéramos todo el material con que contábamos, incluidas las claves de encriptación y las computadoras. Les dijimos que no podíamos hacer eso, que teníamos la responsabilidad de proteger a nuestras fuentes y a nuestros periodistas. Fue muy extravagante, porque sabían que nosotros podíamos tener esa información en otros lugares fuera de su jurisdicción, pero aún así, un par de días después, volvieron y llegamos a un acuerdo en el que, bajo su supervisión, nosotros destruiríamos los equipos informáticos y así podríamos conservarlos.
–Muy ingenuo.
Blishen –Mi momento favorito fue cuando les dije que no necesitaban extraer nada, que esos documentos habían venido del GCHQ, que ellos ya los tenían [risas]. Al final, creo que esto de obligarnos a destruir los equipos y la documentación hizo que la gente viera más favorablemente lo que The Guardian estaba haciendo.
–Esa es una consecuencia, sí, pero escapa a mi imaginación el por qué, sabiendo que no ganaban nada obligándolos a destruir los equipos, de todos modos lo hicieron. Excepto como un acto simbólico.
Blishen –Creo que una forma de entender esto es que había mucha gente que no estaba feliz en absoluto con lo que The Guardian estaba haciendo, y este fue, en el mejor de los casos, un acto simbólico que sólo redujo el número de copias que teníamos de esos documentos en 1. Pero creer, en la era digital, que destruir una computadora iba a evitar que siguiéramos informando es ingenuo. Un tiempo después dijeron que habían recuperado el material clasificado, pero eso no es cierto. Destruyeron la computadora y esa copia de los documentos, pero nosotros nunca les dimos nada.
MacAskill –Más tarde, en privado, el gobierno británico nos dijo que mandar a destruir esos documentos había sido muy malo, había dañado la imagen de Inglaterra en el exterior, Gran Bretaña es la tierra de la libertad de expresión y de la prensa libre.
–Bueno, no parece que sea así.
MacAskill –Exacto. Todo eso nunca tuvo mucho sentido para mí. La reacción inicial del gobierno, tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña, fue la de tratar a todos los involucrados como traidores. El gobierno británico inició una investigación para determinar si habíamos violado la ley, y nunca se declaró esa investigación terminada, de modo que todavía está en curso. Mientras está todo este debate sobre la libertad de expresión y de prensa, hay una investigación en curso para determinar si violamos la ley. Esto los hace verse ridículos.
–¿Qué les dicen sus familiares y amigos acerca de esto?
Blishen –Tengo una anécdota muy divertida al respecto. Yo me perdí el cumpleaños de mi novia porque ese día salió lo de aquella reunión con el GCHQ. Así que la llamé y le dije 'No puedo ir a tu cumpleaños'. Entonces me preguntó: '¡Por qué!' Y le tuve que decir: '¡No puedo decirte porqué!'
–¡Eso parece sacado una película de Hollywood! [risas].
Blishen –En todo caso, no hablábamos mucho del asunto, pero luego, cuando se hizo público, mi madre tenía sus reservas, mientras que mi padre me dijo que estaba haciendo lo correcto.
MacAskill –Mi madre estaba preocupada porque temía que yo fuera a prisión.
–Era una posibilidad.
MacAskill –No sería tan malo, me volvería una celebridad. "Preso por defender la libertad de prensa" [risas]. Hablando en serio, me han puesto en una lista de vigilados.
–Obvio que lo han hecho.
MacAskill –Ahora, cada vez que entro a Gran Bretaña, y por mi trabajo viajo mucho, me detienen con toda clase de argumentos absurdos e inconsistentes. Una vez me detuvieron con el pretexto de que mi pasaporte, que estaba ahí a la vista, había sido reportado como perdido o robado. ¡Y la persona que estaba en el pasaporte era yo! Ha habido mucho acoso.
–¿Creen que toda persecución está en la tradición, en el ADN de Gran Bretaña o es sólo un gobierno o una clase política que no saben cómo lidiar con la nueva realidad impuesta por Internet y los dispositivos digitales?
Blishen –Cuando tenés un Primer Ministro que dice que quiere erradicar la encriptación, te das cuenta de que no sabe nada acerca de cómo funciona Internet. Snowden está con una organización llamada Freedom of the Press, que ha desarrollado algunas herramientas para que los periodistas nos comuniquemos de forma anónima con nuestras fuentes, por ejemplo SecureDrop. Pero esos sistemas los corríamos en nuestras oficinas en Estados Unidos, porque tenemos más protección en una redacción estadounidense que en una británica. Como británico, eso es algo horrible.
–De nuevo, ¿esto está en el ADN británico? ¿Inglaterra es una nación más restrictiva y controladora?
MacAskill –Uno de los países en los que nació el derecho a la prensa libre fue Inglaterra. Algunos de los héroes que desafiaron al poder y nos trajeron este derecho a informar fueron británicos. Los documentos que nos dio Snowden no estaban guardados en una oficina de The Guardian en Gran Bretaña, ni en las oficinas de The Guardian en New York. Fue el New York Times el que nos dio una oficina para guardar los documentos que Snowden nos había entregado. Así que, como periodista, en Gran Bretaña, hoy, me siento avergonzado.
–¿Son optimistas respecto de este estado de cosas o les esperan varias décadas de más restricciones a la libertad de prensa?
MacAskill –Hay cierta complacencia respecto de la privacidad en Gran Bretaña, que no se ve en Estados Unidos, que la contempla en su Constitución. El derecho a la privacidad y Snowden tienen un enorme apoyo en Alemania de parte del ciudadano común, cercano al 90 por ciento; esto es así por la historia de la Stasi [el Ministerio de seguridad de Alemania Oriental], así que los alemanes están preocupados por esto. A los británicos, cuando se les habla de espías, piensan en James Bond.
–¿En serio? [Risas]
MacAskill –Sí, es así.
–Quizás en Inglaterra a nadie se le pasa por la cabeza que el gobierno pueda caer en manos de un dictador, que es cuando la falta de privacidad se convierte en peligrosa y suele conducir al terror.
Blishen –No, no imaginamos que algo así pueda suceder.
–En Alemania e Italia, tanto como aquí en la Argentina, la sensación es otra. Hemos sufrido dictaduras. ¿Habrían hecho lo mismo que Snowden, en las mismas circunstancias?
Blishen –Pienso que lo que hizo Snowden fue ejemplar y que lo ejecutó de la manera más responsable posible. No hizo públicos los documentos en Internet, se los entregó con sumo cuidado a periodistas en los que confiaba. A uno le gustaría creer que en una situación similar mostraría la misma integridad, pero pienso que la verdad es que no podés saber lo que harías. Enfrentado a la perspectiva de perderlo todo sólo para lograr, acaso, un debate importante sería fácil flaquear. Dudo que yo hubiera tenido su fortaleza de carácter.
MacAskill –Tengo tres hijos de más o menos la edad que tenía en ese momento Snowden, y aunque uno quiere que sus hijos tengan principios éticos y morales, que quieran hacer lo correcto, como padre me horrorizaría la perspectiva de que un hijo mío pasara el resto de su vida en la cárcel por el principio de la libertad en Internet.
–Cuando se encontraron con él en Hong Kong, ¿Snowden estaba nervioso? ¿Sentía miedo? ¿Estaba medicado?
MacAskill –No, no. Su único objetivo era que esta historia saliera a la luz. Lo que quería era que alguien de los medios lo tomara en serio. Nunca pensó demasiado en las consecuencias que esto tendría para sí. Su mayor preocupación era darles todo esto a los periodistas y que después no pasara nada. O que sus revelaciones nunca salieran publicadas. Así que cuando entró en contacto con Laura y Glenn, se relajó, porque supo que su historia saldría a la luz.
–En Rusia ahora es como un prisionero. De cierta forma, una de las consecuencias de sus actos es que ha sido condenado y castigado. No juzgado, quizás, pero sí, condenado y castigado.
Blishen –Así es.
–¿Tiene contacto con sus familiares?
MacAskill –Sí, su novia estuvo con él varios meses. Su padre y su madre han ido a visitarlo.
–Pero su vida ha cambiado sustancialmente.
MacAskill –Snowden es de la generación de Internet. Cuando vivía en Estados Unidos no era de salir con los amigos al bar y ese tipo de cosas. Su idea de una noche divertida es quedarse hasta las 3 o 4 de la mañana chateando con sus contactos.
–Usted dice que, a causa de esto, su vida no ha cambiado tan radicalmente.
MacAskill –Exacto. En Moscú está haciendo lo mismo, quedándose hasta las 3 o 4 de la mañana hablando con sus defensores en Estados Unidos y Europa. Si volviera a Estados Unidos no sería muy seguro para él salir a la calle. Así que su vida en Rusia no es terrible. No es totalmente infeliz allí. Pero, y este es un gran pero, él preferiría volver a Estados Unidos o estar en Europa Occidental, en Alemania o Suecia.
–¿Creen que a la larga Snowden será un hombre libre o que con esto se condenó para siempre?
MacAskill –Creo que se condenó. Creo que está condenado a pasar el resto de su vida en el exilio, en Rusia. Pero sus abogados piensan de otra forma, porque Snowden ha recibido premios y títulos honorarios de universidades, un jefe de Estado ha ido a verlo a Moscú, la presidente argentina, e incluso tienen la esperanza de que un día le den el premio Nobel. Y todo eso aumenta su credibilidad. Yo soy pesimista, pero ellos son optimistas.
–Uno de los aspectos que siempre me llamó la atención de este caso es que Snowden cambió su vida para siempre de una forma absoluta.
Blishen –Y a una edad tan temprana.
–Quizá la edad fue un factor decisivo. A los 29 años solemos pensar menos en las consecuencias que a los 50.
MacAskill –Una de las razones por las que estamos aquí (en la Argentina divulgando estos temas) es porque mientras Snowden esté en Rusia este no será un caso cerrado para The Guardian.
–¿Se sienten responsables por él?
MacAskill –Sí, nos sentimos responsables por él.
–¿Quién tomó la decisión de revelar que él era la fuente de estos documentos?
MacAskill –Él mismo. De entrada le dijo a Laura que quería que su nombre se hiciese público. Cuando le preguntamos por qué, nos dijo que era para evitar que la NSA pusiera patas para arriba la vida privada de las personas que trabajaban con él en Hawái. Pero hay otra razón. Al segundo día que hablamos con él en Hong Kong nos dijo que la policía, enviada por la NSA, ya había estado en la casa que compartía con su novia en Hawái. O sea que ya sabían que estaba desaparecido.
Los atentados en París
Tras los atentados en París, el 13 de este mes, días después de la entrevista con MacAskill y Blishen, el debate sobre la seguridad como un valor más importante que la privacidad volvió a encenderse. Le pregunté a MacAskill por correo electrónico su opinión sobre el asunto. Esta fue su respuesta:
"Los atentados en París son enfermantes, la masacre de gente que había salido por la noche a pasarla bien. Han comenzado a surgir preguntas sobre posibles fallas de parte de la inteligencia francesa, y el gobierno francés está hablando de introducir medidas de vigilancia incluso más severas y, en momentos de emoción tan intensa, es fácil persuadir a la gente de que la seguridad es más importante que la privacidad. El argumento es seductor: 'Si tenemos acceso a todo, vas a estar más seguro'.
"El problema es que, como en la mayoría de los incidentes terroristas en Europa, casi todos los involucrados en los ataques en París ya eran conocidos por los servicios de seguridad. Esto parece presentar un argumento a favor no de la vigilancia masiva, sino a favor de un mejor monitoreo de los sospechosos conocidos, a favor de rastrear personas que vuelven de Siria, a favor de una mejor coordinación entre los servicios de inteligencia europeos.
"Comprendo a las agencias de inteligencia. Se requiere un montón de gente para rastrear sospechosos; se necesitan de 30 a 50 personas para vigilar durante las 24 horas a una sola persona. Tienen que tomar decisiones difíciles acerca de quién representa el mayor riesgo. Es imposible prevenir cada ataque.
"Y sobre la encriptación, las compañías de Internet están introduciendo el cifrado de forma rutinaria. Esa es la realidad. No puede deshacerse. La idea de darle a las agencias de inteligencia alguna clase de llave maestra no suena práctico y abriría vulnerabilidades que otros podrían explotar".