La defensa de la integridad territorial
Debido a la vigencia que tiene el problema irresuelto de los pseudomapuches en distintas provincias patagónicas de nuestro país, donde reiteran continuos cortes de rutas, hechos de violencia en terrenos y fincas de particulares, sociedades de fomento y entidades civiles, sorprenden el silencio cómplice de las autoridades nacionales y su desconocimiento de la pertenencia de esos territorios a nuestra patria.
Más aún, teniendo entre sus prioridades el presidente de la Nación arbitrar las medidas de defensa de la integridad territorial y no deslindar la responsabilidad que puedan tener las jurisdicciones provinciales o del fuero federal.
Vale recordar un episodio lejano pero ejemplar. En 1964, un grupo delirante de delincuentes el autodenominado Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), liderado por el periodista Jorge Masseti, integrante de la Agencia Prensa Latina del gobierno comunista de Cuba, ingresó desde Bolivia y se internó en la selva salteña, sumándose a un grupo local y portando una variedad de armas, abundante dinero y maquinaria gráfica. Aparecían en pequeñas poblaciones donde se aprovisionaban de alimentos y repartían volantes donde expresaban la motivación de su lucha, reivindicando a los pobres y su propuesta de establecer un territorio bajo su control para solicitar en las Naciones Unidas el reconocimiento de un nuevo Estado nacional.
Informado el presidente Arturo Illia por el ministro de Defensa Leopoldo Suárez, le dio instrucciones de concurrir al Congreso a dar cuenta de la situación y de ordenar a la Gendarmería Nacional que se internara en el territorio y procediera a detenerlos, desarmarlos y toda otra medida necesaria.
Hubo dos enfrentamientos en los meses de abril y mayo, uno cerca del río Seco, en el sur del departamento de Orán, en el que hubo varios detenidos, y otro en la zona de El Bananal, en el que se generó un enfrentamiento en el que murieron dos integrantes del grupo invasor, un gendarme y un peón rural. Varios de ellos fueron detenidos, y el resto del grupo huyó nuevamente por la frontera norte, quedando superado así el episodio. La actitud del presidente Illia, un hombre de paz, fue ejemplar.
Ningún argentino desea que se repita un hecho de esta magnitud, pero el silencio de nuestras autoridades ante las manifestaciones de este grupo RAM, que en nuestro hermano país de Chile ha ocasionado tremendos episodios de violencia, y que pese a que la Justicia había liberado a su jefe, volvió a ordenar su detención, está sembrando un camino de un posible y no deseado hecho de violencia interna.
Demasiado tenemos ya de herencia de este oficialismo.
Exsenador de la Nación (UCR- CABA)