La mar (no) estaba serena
Daniel Scioli conseguía siempre su mejor vidriera durante los veranos marplatenses. Se paseaba por La Rambla, nadaba frente a la Bristol y abrazaba sobre un escenario céntrico a sus artistas amigos, a quienes contrataba para alegrar gratis a los turistas. Era una suerte de "presidente del verano", como lo rotulamos desde esta columna.
Pero no las tenía todas a su favor: a pesar de que era poderoso gobernador de la provincia de Buenos Aires y expectante candidato presidencial, su esplendor se veía opacado por una incomprensible lluvia ácida desde el kirchnerismo, que así le pagaba su fidelidad sin el menor renuncio.
Este verano, en cambio, un tifón imprevisto se abatió sobre el actual diputado: Gisela Berger, su última pareja, lo ametralló virtualmente en un tuit lleno de bronca que luego amplió con graves denuncias. Si Scioli quería prensa hoy en la presentación de su nuevo libro, precisamente en La Feliz, no cabe duda de que eligió muy bien el día.
Ya la ruta 2 no luce su apabullante propaganda personalista como en el verano de 2015, y el naranja obsesivo de su época cedió paso al verde (¿esperanza?) de la actual gestión. Su sucesora, María Eugenia Vidal, es más sobria a la hora de promocionarse, pero no ignora el poder de la vidriera marplatense. Por segundo año consecutivo, eligió pasar sus vacaciones con sus tres hijos en la residencia oficial de Chapadmalal, matizando salidas al cine y al teatro (vio a Roberto Moldavsky y a Les Luthiers) y largas caminatas por la playa, con recorridas de gestión por el Partido de la Costa y Necochea, que se habían ofendido el año pasado por los exclusivos mimos a Mar del Plata.
Esta vez todo fue más llevadero (anoche estuvo en el programa de Mirtha Legrand desde esa ciudad) sin las tensiones del verano anterior con los bañeros y con los familiares de la tripulación del submarino ARA San Juan, entonces todavía con la angustia de desconocer el paradero del submarino. El desplante que esta vez le hizo el inefable intendente Carlos Arroyo no calificó siquiera para escándalo, pero alcanzó como botón de muestra para subrayar la interna municipal al rojo vivo (la ciudad sigue llena de baches y estuvo patas arriba varias semanas por su culpa y la de su peculiar secretario de Economía y Hacienda, Hernán Mourelle, que tiene el extraño y autodestructivo don de pelearse con todo el mundo). La conciliación obligatoria por 15 días con los municipales puso un poco de paz.
Cerca de la gobernadora está más que claro que lo quieren a Guillermo Montenegro como sucesor del díscolo Arroyo. Hijo de un submarinista y exjefe de la base militar de Mar del Plata, en unos meses aportará dos nuevos habitantes a la ciudad: los mellizos que espera con su mujer.
Tanta atención a Mar del Plata no es casual: tras La Matanza y La Plata, es la tercera región bonaerense en aportar más votos.
En lo político, Vidal tiene por delante dos enigmas por despejar: si desdoblará las elecciones en la provincia (algo que parece difícil que suceda, y que terminará consensuando hacia fines de febrero con el presidente Mauricio Macri) y la formalización de su aspiración a un nuevo mandato en la provincia, algo de lo que tampoco hay dudas. Las especulaciones sobre si ella podría llegar a ser la pieza de recambio para las próximas elecciones presidenciales fueron más de la oposición que del oficialismo, puesto que Macri siempre expresó su voluntad de competir por un nuevo mandato, incluso cuando su imagen estaba en caída, algo que viene revirtiendo en las últimas mediciones.
¿Qué cambió de la era Scioli a la era Vidal?: el consumismo artificioso que el anterior gobierno fogoneó con tarifas de servicios y de transporte regaladas ya no está y se extraña en medio de la recesión más aguda desde 2001/02; los espectáculos bancados por el gobierno bonaerense se mudaron del centro a Camet para hacer más fluido el tránsito. La elitista decisión de ceder las playas a concesiones privadas otorgadas antes de diciembre de 2015 dejó casi sin lugar libre a los turistas que no tienen para pagar una carpa o una sombrilla junto al mar. Por eso, la administración provincial dispuso desde el año pasado dos playas públicas bien equipadas y gratuitas. El mismo concepto se extendió en esta temporada a otras playas bonaerenses. Y a los importantes descuentos en supermercados, gastronomía y espectáculos con las tarjetas del Bapro, se sumaron los del Nación y Ciudad.
Así y todo, Carlos Rottemberg -el principal sismógrafo de esa plaza en el consumo teatral- ya vislumbra que en esta temporada la cantidad de espectadores en Mar del Plata podría retraerse un 40% respecto del verano anterior. La baja en el número de funciones a esta altura de la temporada es elocuente comparando con la anterior: de 160 se contrajeron a 75 (un 53% menos). Queda por dirimir si el actual será igual o peor al verano 2016/17 durante el que se perforó por primera vez el piso de las 200.000 entradas vendidas (la temporada récord fue en tiempos de Raúl Alfonsín, verano 86/87, con 760.000 espectadores).
Aunque están en vías de extinción los veraneantes de mes y de quincena -el balneario solo se llena los fines de semana-, algunos políticos eligen la vidriera marplatense como elongación previa a la carrera electoral.
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