Fuga
Paquistán.- El trajín cotidiano cada vez hace más difícil encontrar momentos de reposo que permitan distenderse y por un rato desentenderse de las obligaciones. Las estrategias para gozar de estos intersticios tan escasos como preciados pueden ser múltiples y cada quien recurre a la propia para lograr distraerse y resguardarse de los acechos de la faena. Hay quienes como artilugio buscan en los libros ese solaz que permite la evasión. Como este anciano en Paquistán, insospechado vendedor de ropa de mujer que, en un rincón de su tienda, cálidamente arropado por un halo de luz propio de un cuadro de Vermeer, se refugia en las páginas del Corán a la espera de sus clientas. Es imposible saber cuánto durará el descanso, pero, por más breve que sea, la lectura de un libro preciado garantiza la mágica fuga hacia una intimidad blindada entre el texto y quien lo lee, que nada ni nadie puede invadir.