Navidad en Cuba
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Por primera vez en 28 años, después de que Fidel Castro suspendiera su festejo en 1969, el pueblo cubano pudo celebrar la Navidad.
Pocos días antes de la Nochebuena, el único diario de Cuba y órgano de prensa del Partido Comunista local, Granma, publicó en su primera página un mensaje del papa Juan Pablo II en el que expresó su esperanza de que la Iglesia tenga mayor libertad para su misión evangelizadora en el país caribeño. Este gesto sin precedente fue una de las concesiones que el gobierno castrista hizo a la Iglesia Católica ante la histórica visita que realizará el Sumo Pontífice a la isla entre el 21 y el 25 del mes próximo.
Así como la celebración navideña posibilitó el acercamiento de muchos cubanos a este importante rito católico, también permitió advertir las penurias económicas que atraviesa la inmensa mayoría de los habitantes de la isla. Tal como se desprende de las crónicas que llegan desde La Habana, la gente volvió a recordar los tradicionales símbolos navideños, pero muy pocos estuvieron en condiciones de comprar un arbolito o un pesebre. Sus precios eran para los cubanos sencillamente inalcanzables.
Como consecuencia del bloqueo norteamericano y de las limitaciones que para el desarrollo económico de Cuba genera su propio sistema colectivista, el gobierno de Castro ha adoptado en los últimos años algunas medidas que señalan una tenue apertura. Así, han arribado capitales españoles consagrados al turismo, al igual que inversiones canadienses en las minas de níquel y mexicanas en refinerías de petróleo, en la industria cementera y en telecomunicaciones. Recientemente, el Quinto Congreso del Partido Comunista Cubano recetó la necesidad de una mayor eficacia gerencial del Estado y cierta participación de la iniciativa privada, para paliar las dificultades económicas.
Estos leves avances hacia una todavía lejana liberalización económica, al igual que la incipiente apertura religiosa advertida en los últimos días, más que un verdadero avance hacia un sistema democrático, son tan sólo indicadores del agotamiento de un régimen opresivo que busca desesperadamente la forma de recobrar oxígeno para mantenerse vivo y hacer frente a los anhelos de libertad que subyacen en la sociedad cubana. La autorización de Castro para que la cadena norteamericana CNN instale una oficina en La Habana debe interpretarse de igual manera, más que como un avance hacia una efectiva libertad de prensa.
Desde otro ángulo, el resurgimiento de las festividades católicas en el único país americano en el que se pretendió recrear el experimento leninista _uno de cuyos axiomas clásicos fue el establecimiento del ateísmo militante como política cultural y educativa del Estado_ puede ser considerado como una prueba más de la imposibilidad de negar indefinidamente a una sociedad la libertad de desarrollar y practicar su fe religiosa. Y como un testimonio revelador de la permanencia de las fuerzas del espíritu, que aún bajo la presión de los totalitarismos siguen latiendo en la conciencia de los pueblos y vuelven, tarde o temprano, a manifestarse en los escenarios públicos. Es de esperar que los tenues cambios que el régimen de Castro se ve obligado a imponer para hacer frente a las debilidades intrínsecas de todo totalitarismo y la lenta apertura al mundo _simbolizada por la esperada visita de Juan Pablo II_ conduzcan a una concientización del pueblo cubano acerca de la imposibilidad de superar el círculo de atraso que lo rodea sin un claro respeto por las libertades civiles.






