Pasar de año sin conocimiento es hipotecar el futuro
En julio de 2021 el Consejo Federal de Educación, constituido por representantes de educación de todas las provincias de nuestro país, estableció que los alumnos debían adquirir el 70 % de los contenidos priorizados y los saberes elementales de cada materia. ¿De qué manera alcanzarán los saberes necesarios los chicos de las provincias que han decidido el pase de año escolar de 2021 a 2022, incluso sin haber aprobado la totalidad de las materias? ¿Qué significa promover alumnos sin que hayan adquirido los conocimientos y competencias correspondientes? ¿Cuáles han sido los criterios pedagógicos para la promoción de año que han adoptado esas carteras educativas provinciales?
Pertenecemos a un Estado Federal y es tarea de cada provincia asegurar el cumplimiento del derecho a la educación. No obstante, esta característica no deslinda de responsabilidad al Estado Nacional para que promueva, proteja y garantice el derecho a la educación.La educación es uno de los medios fundamentales para promover y garantizar el progreso de nuestro país. Por eso es fundamental que a través del sistema educativo se garantice el acceso a la educación y que se logren los aprendizajes relevantes en el tránsito por los distintos niveles de enseñanza.
La Argentina enfrenta desde hace muchos años una crisis estructural en el sistema educativo y las medidas adoptadas por el Estado Nacional en el marco de la pandemia durante 2020 y 2021 vinieron a incrementar estos problemas.
Y si a esta situación le anexamos estas medidas demagógicas adoptadas por ciertas provincias de nuestro país, que lejos están de aportar soluciones, el daño que se le genera al futuro de nuestros niños y jóvenes –y en ellos a nuestro país– es inconmensurable. Permitir a los alumnos pasar de año sin lograr los conocimientos no es hacerles un favor sino hipotecar su futuro. Estas medidas atentan, además, contra el derecho constitucional de enseñar y aprender, abandonando a los estudiantes y quitándoles la posibilidad de educarse y formarse para el mundo que los espera. En tanto, no sólo los privamos de los conocimientos mínimos y priorizados de cada saber, sino también y, sobre todo, de los valores que la escuela debe transmitir. El esfuerzo, la dedicación, el estudio y el compromiso son valores que se encuentran sin rumbo frente a políticas públicas donde todos son lo mismo, se nivela para abajo y las desigualdades se incrementan.
Es imprescindible que acompañemos a nuestros jóvenes con educación y con evaluación, que conozcamos los problemas reales de nuestro sistema educativo porque solo de esa manera enfatizaremos las medidas necesarias para mejorar la calidad educativa, el desempeño de los estudiantes y el crecimiento del país. Con este tipo de políticas se quitan a los jóvenes las herramientas necesarias, lo que les dificulta cada día más la articulación de la escuela secundaria con los estudios terciarios y/o universitarios, y con el mundo del trabajo. Lo único que se hace con estas promociones demagógicas es conseguir frustración, condenar al fracaso colectivo y profundizar las desigualdades educativas y laborales.
La prioridad es reinsertar a los chicos que se han desvinculado del sistema educativo, y se debe trabajar incansablemente en la recuperación de contenidos y habilidades. Estas decisiones tomadas por algunas provincias y avaladas por el Gobierno muy lejos están de lo que requieren los niños de nuestro país. La educación es la herramienta para mejorar nuestras vidas. Por eso debemos tener un Estado que diseñe políticas transformadoras y no que acompañe estas medidas ilógicas. Nuestra educación no necesita promocionar estudiantes sin que hayan adquirido los saberes sino que requiere de más calidad, más inclusión, más formación permanente, más evaluación y más innovación.
Diputada nacional