Prejuicios sobre la elección presidencial
El examen del material periodístico, los análisis políticos y las declaraciones de significativos dirigentes sobre la elección presidencial arroja una conclusión: con excepciones, tienden a repetirse estereotipos, que a medida que se propagan se refuerzan, generando un clima de opinión que obtura cualquier consideración de alternativas. Aunque acaso no lo admitan, muchos piensan con prejuicios, más allá de su honestidad. Da la impresión de que esos preconceptos se alimentan de tres fuentes. Una es la cristalización del pensamiento, que se observa en los intelectuales afines a los partidos y en los analistas sin perspicacia. La otra es el interés de las fuerzas de mayor volumen electoral de simplificar la competencia hasta convertirla en una final entre dos antes de que empiece la campaña. Por último, las encuestas promueven una agenda prematura forzando decisiones aún indefinidas. Así, intelectuales, periodistas, consultores y políticos concuerdan en narrar la misma historia hasta que, repitiéndola una y otra vez, la instalan como el único curso posible de los hechos.
Recordaremos, para empezar, que el fundamento conceptual de estos prejuicios no tiene nada de novedoso. Al contrario, posee una extensa historia entre nosotros. Es casi un rasgo de identidad. Se trata de una concepción binaria del país. Según este argumento, hay dos Argentinas históricamente enfrentadas. Una es la buena y verdadera; la otra es la deplorable y falsa. El antropólogo Federico Neiburg, al abordar el modo en que los intelectuales interpretaron el primer peronismo, se refiere a este dualismo y ubica sus raíces históricas, que se remontan a Alberdi y Sarmiento: "Una Argentina era visible, urbana, moderna, cosmopolita... La otra era oculta, rural, tradicional... La primera aparecía como liberal y europeísta -en la valoración positiva- y como anglófona y francófona -en la valoración negativa. La segunda aparecía como más auténticamente nacional -en la valoración positiva- y como cerrada, hispanista y católica -en la negativa". En realidad, un diagnóstico común -el de un país mal integrado- expresado por visiones de apariencia irreconciliable. No sorprenda entonces la predicción de moda: será Macri o Cristina . La república versus el populismo o el pueblo versus sus enemigos, sin opción.
La segunda cuestión se refiere a dos miradas mal calibradas: la que sobre el peronismo posee el no peronismo y la que el peronismo proyecta sobre sí mismo. La mirada prejuiciosa sobre el peronismo, reforzada por más de una década de kirchnerismo, no admite matices: es un partido irremediablemente nacionalista, antidemocrático, estatista, corrupto y adverso al mercado. Este dictamen desecha el agónico llamado al consenso del último Perón, la visión social democrática de Cafiero, la heterodoxia de Menem. Tampoco parece interesado en registrar, en el presente, las señas de responsabilidad política de Pichetto , Urtubey y el conjunto de los gobernadores, ni la propuesta transversal de Lavagna . Omite también la visión sensata de innumerables legisladores e intendentes del interior que no salen en los medios. El prejuicio actual sobre el peronismo se basa en la sinécdoque: consiste en tomar la parte por el todo. Sin embargo, existe evidencia para afirmar que el peronismo es más que el kirchnerismo.
No obstante, también hay elementos para concluir que los estereotipos sobre el peronismo los alimenta el propio peronismo cuando ejerce una oposición oportunista o se niega a considerar cuestiones que ya no son ideológicas sino técnicas, inevitables para funcionar en la actual fase del capitalismo cuando se es un país emergente. Los peronistas eluden abordar con rigor, entre otros temas, el equilibrio fiscal, la eficiencia de la gestión estatal, los incentivos a la inversión extranjera, la modernización del sindicalismo y las reformas laboral, previsional e impositiva. Rechazan el desafío y lo hacen empleando un prejuicio arraigado: son medidas que expresan solo el interés de los grupos económicos dominantes. En definitiva, no exhiben, y acaso esta sea la mayor deuda, ideas sobre el perfil de la economía y la sociedad en épocas de revolución tecnológica y fracaso liberal. Por eso les cuesta tanto desembarazarse de Cristina. Parece que temieran volverse de derecha, alejarse del pueblo. No terminan de decidirse por una plataforma moderna y equitativa que les permita hacer pie en el siglo XXI antes de que sea tarde.
Este conjunto de prejuicios de uno y otro lado arroja pronósticos depresivos o eufóricos, centrados en Macri y en Cristina. Sus nombres son los significantes del bien y el mal, una dualidad que reemplaza la deliberación democrática genuina. Así, repitiendo antiguas mitologías y sondeos apresurados, el oficialismo y la oposición, y un amplio coro de opinadores, se ponen de acuerdo para confirmar una vez más que este país, fragmentado e imprevisible, no tiene el consenso indispensable ni el programa mínimo para afrontar las dificultades que le aguardan.