Recoger el llamado de Alfonsín
"Este día debe ser reconocido por los argentinos como el día de todos. Acá hemos ido a una elección, hemos ganado, pero no hemos derrotado a nadie, porque todos hemos recuperado nuestros derechos. Y entonces tenemos que saber actuar tal como lo hicimos durante nuestra campaña. Levantamos banderas de unión nacional, levantamos banderas de convivencia democrática, levantamos banderas de justicia social, levantamos banderas de solidaridad y de ayuda fraterna. Y de esta manera tenemos que trabajar para adelante", proclamó Raúl Alfonsín la noche del 30 de octubre de 1983. Fue una de las primeras definiciones cuando, hace 37 años, hablaba ya como presidente electo.
Al cumplirse un nuevo aniversario de las elecciones que marcaron la recuperación del imperio de la democracia en el país tras la última dictadura, aquellas expresiones de Alfonsín adquieren una significativa relevancia. Sobre todo, porque la Argentina de este tiempo ha dejado de lado aquella convocatoria amplia de ese político al que la voluntad popular le confería el desafío de construir los pilares para asentar una democracia duradera en el país.
La convivencia democrática, a la que el entonces Presidente electo instaba, ha sido reemplazada desde hace algo más de una década por la llamada "grieta", esa nueva acepción en el lenguaje político argentino que nos retrotrae a los años de la Argentina inmersa en las confrontaciones estériles y las negativas irreductibles. A ese escenario se lo conoció, en el siglo pasado, como "división" entre los argentinos.
Existe un nítido "divorcio" entre dos franjas de la sociedad. Una se identifica con el kirchnerismo, que desde 2003 se erigió en una variante dentro del peronismo; la otra, una expresión política refractaria al modelo K que surgió del acuerdo electoral entre la UCR, el PRO y la Coalición Cívica y que gobernó entre 2015 y 2019. El regreso al poder del kirchnerismo, tras derrotar al gobernante Juntos por el Cambio agudizó la "grieta". Aquello que propiciaba Alfonsín de levantar banderas de unión nacional contrasta hoy con una durísima confrontación entre el kirchnerismo y la oposición.
El gobierno se exhibe refractario a un diálogo franco con la oposición pero, también, con reconocidos especialistas que podrían hacer su aporte a fin de construir un plan que permita resolver el devastado presente económico y social. Una convocatoria del presidente Alberto Fernández no sería un acto de debilidad sino de fortaleza, como aquella que formuló en marzo pasado, cuando la pandemia de Covid-19 comenzaba a castigar a la Argentina. Entonces juzgó conveniente tender puentes a fin de actuar de consuno y establecer medidas dirigidas a enfrentar ese flagelo y recibió como respuesta la aquiescencia del arco político que se ubicaba en la vereda opuesta al proyecto que él conduce por decisión de la voluntad popular. Esa actitud del Presidente le valió, en aquel momento, reconocimiento de parte de la oposición y de la mayoría de la población al punto que tal circunstancia se patentizaba en los altísimos niveles de imagen positiva acreditada por la mayoría de las consultoras que realizan esos sondeos de opinión.
Alfonsín, hace hoy 37 años, convocaba a caminar hacia la plena reinstauración de la democracia y, al mismo tiempo, edificar las bases de su consolidación entre todos, desde su certeza de que un partido político en soledad no podría conquistar ese objetivo. Juzgaba imprescindible construir consensos frente a la ciclópea tarea que debía encarar sin que ello implicara que la oposición arriara sus banderas o no ejerciera el rol que debía cumplir.
Alfonsín estaba convencido de que respetar la institucionalidad constituía la piedra basal de la construcción de una sólida democracia y, por ende, entendía que era indispensable, entre otras circunstancias clave, la independencia de los poderes del Estado, lo que significaba que no debía existir interferencia alguna de uno sobre el otro.
Al asumir el 10 de diciembre último, Fernández reivindicó en su primer mensaje a Alfonsín, al decir que ese día se cumplía un nuevo aniversario en el que el Presidente radical "nos abría una puerta hacia el respeto a la pluralidad de ideas y nos devolvía la institucionalidad que habíamos perdido". Sin embargo, a diez meses de haber asumido, el gobierno parece haberse apartado del ese reconocimiento que le hizo a Alfonsín en cuanto a que el radical le había devuelto al país la institucionalidad. Ello se explicita en una controvertida reforma judicial que ha derivado en explícitas y profundas discrepancias entre el Ejecutivo y varios jueces e, incluso, una pública controversia con algunos miembros de la Corte Suprema de Justicia.
A diez meses de haber asumido, el gobierno parece haberse apartado del ese reconocimiento que le hizo a Alfonsín en cuanto a que el radical le había devuelto al país la institucionalidad
Otro costado de la debilitada fortaleza institucional se exhibe en el resquebrajado funcionamiento en que ha quedado sumergido el Poder Legislativo al compás de las decisiones adoptadas por las autoridades del Congreso de sesionar desde un mecanismo mixto -presencial y virtual- con el argumento de evitar el riesgo de contagios de coronavirus. Frente a ello, la oposición ha descerrajado su artillería verbal contra el oficialismo por lo que, lejos de cerrarse, la "grieta" se profundiza.
Pero, además, se ha agudizado la situación en el plano de la macroeconomía y en la economía doméstica de miles de hogares argentinos. Todo como consecuencia de las erráticas políticas implementadas por el kirchnerismo durante sus últimos 8 años en el poder, los yerros de la gestión de Cambiemos y los desaciertos, hasta el presente, de la administración de Fernández.
Tal escenario exige que oficialismo y oposición abandonen la puja, al menos hasta llegar a la campaña electoral del año próximo, para articular mínimos consensos y diseñar políticas que permitan torcer el actual rumbo porque, de lo contrario, la crisis podría ser aún mayor y las consecuencias caerán impiadosas sobre la clase media y aquellos sectores más vulnerables de la población.
En el actual y conflictivo escenario institucional, político, económico y social la prédica de Alfonsín, de aquel 30 de octubre de 1983, interpela al gobierno y a la oposición y en ella podrían abrevar para levantar, tal como aquel hombre alentaba, "banderas de solidaridad y de ayuda fraterna". No solo para honrar al presidente de la democracia recuperada hace 37 años sino para hallar las respuestas que la sociedad espera y renovar la esperanza, esa que infundía Alfonsín, para construir un futuro mejor al que transita el país en el presente. Ello, como proclamó Alfonsín esa noche del 30 de octubre de 1983 "…no va a ser nada fácil, pero no habrá nada imposible".