
Salud menstrual: un abordaje inmediato, integral y colectivo
La ausencia del Estado no es gratis, tiene costos. Y son más altos cuando se trata de mujeres. La brecha de ingresos, la informalidad laboral, las tareas de cuidado no remuneradas, entre otros obstáculos, marcan que la desigualdad y la injusticia social nos pone en una posición de mayor vulnerabilidad. Situación que se profundiza (¡como si fuese posible pensar algún grado mayor de inequidad!) cuando se trata de mujeres de comunidades postergadas: 7 de cada 10 personas con los ingresos más bajos son mujeres. Son ellas las que están más expuestas y las que menos herramientas tienen al momento de enfrentar esta pandemia. Son ellas las que más dificultades tienen al momento de asistir al trabajo o a la escuela. Son ellas a las que más incertidumbre les genera el futuro. Y son ellas, también, las que sostienen a sus familias y las que más sufren las carencias estructurales y sanitarias del hogar y del barrio en el que viven.
Y si bien hay cada vez más acuerdo con que la pobreza no es solo cuestión de ingresos, sino que responde a una causa multidimensional, aún cuesta comprender lo estructural de la pobreza menstrual y las consecuencias de ésta en las trayectorias de las personas menstruantes. Falta todavía para que se tome real conciencia, que no hay manera de plantear un programa serio para combatir la desigualdad y la pobreza, si este no contempla una política robusta en materia de salud menstrual.
Por eso, mientras seguimos insistiendo en la necesidad de que la provincia de Buenos Aires tenga una ley que garantice el real acceso a productos de gestión menstrual, generando información y datos confiables para los y las bonaerenses, y se refuerce la educación, nos propusimos un abordaje transversal a la vez de complementario a este debate, que empezamos a dar a fin del año pasado en la Legislatura.
La necesidad de acercar y desarrollar algo concreto me llevó a trabajar directamente en el territorio de manera más inmediata, integral y colectiva, acercándome a los barrios para conocer, junto con las voluntarias y referentes sociales, la relación con el tema, sus percepciones y preocupaciones. Desde allí logramos que sean ellas mismas quienes se conviertan en promotoras de la salud menstrual, generando un circuito virtuoso que brinde herramientas y soluciones.
En primer lugar, el abordaje es inmediato, porque era necesario comenzar ya. Los tiempos administrativos y burocráticos no pueden seguir condenando a generaciones enteras que ven vulnerados sus derechos más esenciales. Hoy hay 5 millones de personas menstruantes en la provincia, de las cuales la mitad presentan dificultades y falta de recursos, y entre ellas más de 700 mil no cuentan directamente con ingresos para acceder a un producto de higiene menstrual, viéndose obligadas a usar trapos, cartones, papel o cualquier otra cosa cuando están menstruando.
A su vez, la mirada es integral, porque no alcanza con transferencias monetarias ni con la sola provisión de los productos. Se necesita educación y generar las condiciones para poder salir de esa situación. Por eso, además de proponer y contactar a gente interesada en colaborar para que reciban donaciones de productos de gestión menstrual y se conviertan en puntos claves de esta red, hemos planteado una serie de capacitaciones que permitan conocer, profundizar y gestionar el ciclo menstrual. Sabemos que los tabúes y la desinformación atentan constantemente contra las buenas prácticas tapando temas de los cuales finalmente poco se habla. Y de lo que no se habla, “no existe” y lo que no existe no se soluciona.
Por último, no hay un programa efectivo si no se emprende desde lo colectivo. Y si bien la responsabilidad debe ser Institucional porque la educación y la salud son bienes públicos, es necesario también involucrar a los actores privados. Así como la pobreza es multidimensional, la solución también lo es. Ya ha quedado demostrado que solos no se puede y que tampoco hay margen para discusiones estériles. Por eso, tal vez a pequeña escala pero con la esperanza de que se vaya replicando, nosotras hemos comenzado. Ahora es necesario que haya un compromiso real de todos y todas para que las políticas de una vez sean preventivas y no siempre correctivas. El Estado no puede seguir llegando tarde, menos en un tema como este.
Ya en distintas partes del mundo y también en provincias argentinas se han empezado a plantear estrategias serias y políticas que resuelven la problemática de raíz. Por eso, frente a una pobreza feminizada hay que actuar de manera inmediata, integral y colectiva. La solidaridad no es la solución final ni definitiva, pero no hablar del tema tampoco lo es. Más que nunca necesitamos del compromiso real del Gobierno y de una ley que trascienda el poder de turno.
Diputada provincial por Juntos por el Cambio