Te quiero pero no te deseo
El deseo no es fijo ni estático. Puede estar sujeto a modificaciones e incluso a la anulación. ¿Por qué motivos el deseo de estar con el otro puede disminuir o desaparecer? A continuación, analizaremos algunas de estas posibles causas.
Los factores de la baja del deseo son múltiples. Muchas veces puede ser producida por un circuito que se retroalimenta: luchas de poder que generan trastornos en la comunicación y rutinización en la vida íntima (de modo que un elemento alimente al otro).
Hay parejas sostenidas en el tiempo en las que existen numerosas pruebas de amor pero carecen de deseo. Obviamente, esto también puede deberse a causas orgánicas; sin embargo, podemos pensar en lo siguiente:
Amor sin deseo puede manifestarse en parejas que están aburridas, que carecen de estímulos. Viven juntos y comparten cosas en común pero la pérdida del entusiasmo ha tenido lugar entre ellos. Un viaje corto, una visita a un lugar desconocido y otros estímulos similares pueden generar esos "pequeños cambios" tan necesarios en la pareja.
- a. Donde desean no aman y donde aman no desean. Algunas personas logran separar el amor del deseo construyendo así un vínculo de pareja a la cual aman y con quien comparten; y otro vínculo con otra pareja a la cual desean pero no aman. Dicha separación entre amor y deseo en algunos se debe a que buscan "sentir" un equilibrio, pues no han podido integrar ambos aspectos en una única persona. Cuando conocemos a alguien, le atribuimos distintos roles y nos enamoran ciertas conductas. Pero, con el paso del tiempo, muchas parejas van perdiendo esos roles que alguna vez los atrajeron. Entonces, por ejemplo, se quejan de que "él ya no es tan cariñoso", o "ella ya no es tan expresiva". Es precisamente esta pérdida la que hace que el deseo disminuya. Cuando dos personas que comparten sus vidas cuidan y reconstruyen los aspectos que fueron importantes durante la primera fase de atracción y los preservan en el tiempo, el deseo continúa entre ellos.
- b. Las crisis circunstanciales. En ocasiones, el deseo de estar con el otro puede verse opacado por alguna tristeza, algún conflicto, algún factor de estrés, alguna razón ajena al vínculo de pareja, lo cual casi siempre es interpretado por el otro como "ya no me deseás más". La pareja es el tercero que armamos entre los dos; una construcción dinámica de acuerdos permanentes. Cuando una pareja se "simbiotiza" y se fusiona, en la mayoría de los casos, el deseo desaparece: ya no hay sorpresa, no hay novedad, no hay ausencias. Este pegoteo puede obedecer a la inseguridad que conduce al temor de ser abandonado. De esta forma, se pierde lo nuevo, lo sorpresivo, lo novedoso, la individualidad, eso que nos diferencia del otro. Algunas parejas dicen: "Yo dejé a mis amigos, o dejé mi trabajo, o dejé mis sueños, por vos". Es muy importante mantener siempre los proyectos y los espacios personales, las diferencias y, sobre todo, el balance, explican los expertos, entre el compartir y el distanciamiento. Es decir, una constante: ni tanto distanciamiento que la pareja termine por quebrarse; ni tanto encuentro que la pareja pierda su diferenciación.
El deseo no surge de manera espontánea. Puede ser construido y debe ser alimentado. Para ello, todos los seres humanos necesitamos una dosis de "homeostasis"; es decir, de rutinas o conductas repetitivas que nos permiten ahorrar combustible psíquico (porque ya sabemos la manera en que responderá el otro). No obstante, también es fundamental una dosis de creatividad, de algo distinto. Cuando la homeostasis ocupa demasiado espacio, sobrevienen la rutina, el aburrimiento y el tedio; mientras que, cuando la creatividad ocupa demasiado espacio, sobreviene el desorden, el caos. Por eso, el equilibrio es una dinámica constante: nos conocemos, "sabemos los pasos del otro y los nuestros" pero, al mismo tiempo, existe un espacio abierto al cambio, a lo novedoso, a lo sorpresivo.
Podríamos describir el aburrimiento como la falta de mejora. Tal es el caso de un niño con un juguete que se imagina que un día es un robot y, al otro día, un avión… y, al día siguiente, ya no juega más porque "no lo pudo mejorar". Esta pérdida de creatividad también puede suceder en nuestras propias vidas cuando dejamos de crecer, de mejorar, de buscar lo nuevo. Simplemente, nos aburrimos.
Un sencillo ejercicio consiste en sorprender a nuestro compañero, o nuestra compañera, con algo diferente. Es decir, adoptar una conducta distinta frente a la merma de la espontaneidad y el deseo a lo largo de la vida, que se producen por factores como el estrés y la ansiedad, el nacimiento de los hijos, las situaciones amorosas complicadas, los años compartidos en pareja, los problemas en el trabajo, etc.
Uno suele esperar "el gran deseo", perdiendo de vista las pequeñas conductas, los pequeños cambios y las pequeñas sorpresas que pueden producir un nuevo despertar. Volver a conectarse con los propios sentimientos, disfrutar del momento presente, soltar los prejuicios y mostrarle al otro lo que nos agrada y lo que podría ser el comienzo de una nueva etapa.
Para concluir, tres ítems a recordar:
- a. Tener el mapa afectivo actualizado. Esto significa tener presente qué cosas nos gustaban al comienzo de la relación pero ya no nos agradan. Antes, por ejemplo, a ella le gustaban las flores pero hoy ya no. Ser capaces de hablar para mantener el mapa afectivo actualizado potencia el deseo.
- b. Cultivar la amistad con acercamiento en lo cotidiano. El sistema de cariño y admiración y el hecho de compartir permiten sentirse amado y apreciado.
c. Mantener los proyectos en común y los individuales. Muchas parejas se fusionan de tal manera que pierden sus amistades y sus preferencias personales. Mantener el "yo" y el "tú" y, a la vez, armar el cerebro de pareja, el "nosotros", brinda una mayor plenitud.
Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a Bernardoresponde@gmail.com