Un vínculo afectivo sano
Actualmente, los problemas de pareja tales como la infidelidad y la violencia de género parecen multiplicarse por doquier. Lo que muchos ignoran es que la causa principal es la dificultad para armar el vínculo afectivo, como explico en mi reciente libro Soluciones prácticas. Casi siempre, cuando dos personas se llevan mal, uno de ellos le reclama a su compañero/a: "Ya no me decís que me amás como antes".
Pero el planteo verbal no es lo principal sino todo aquello no verbal, es decir, lo que nos callamos. La demanda a través de la palabra surge cuando hay un vínculo sin palabras. Es entonces que la persona comienza a pedir una confirmación verbal para una cuestión que no es de la misma categoría. El deseo por lo verbal está basado en la ilusión de que así la relación mejorará. Pero necesitamos saber que el problema no es lingüístico.
El vínculo afectivo en la relación de pareja se trata justamente de "lo no verbal". Es en este espacio donde se demuestra el interés sincero por la otra parte. En la época del enamoramiento, ambos mostramos un interés que no es fingido y nos acercamos al otro naturalmente. Es así como lo no verbal (la actitud) coincide con lo verbal (las palabras). Y para comprenderse, es suficiente con una mirada.
Cuando hay problemas de pareja, por lo general, lo que no funciona es lo no verbal (no lo que se dice explícitamente, como muchos creen). Es decir, la conexión afectiva que provoca un interés sincero por la otra parte. Eso es lo que debe ser reconstruido. ¿Y cómo se reconstruye? Empecemos por analizar cómo no se reconstruye: no es expresando lo que mi compañero/a desea escuchar ni dándole o haciendo lo que él o ella espera recibir. Esta unión no consiste en palabras ni en acciones, sino en un interés que nace del corazón.
Solo existen dos formas de reparar el vínculo afectivo y son:
1. Rememorar juntos los momentos felices vividos.
2. Rememorar juntos los momentos tristes vividos.
Al recordar lo primero, ambos nos emocionamos y dicha emoción, que una vez sentimos en el pasado, se experimenta hoy nuevamente en el cuerpo. Por ejemplo, recordar el día del casamiento, o el día en que nacieron nuestros hijos. No hay nada más poderoso que revivir los buenos momentos. Pero a veces tenemos que entrenarnos para recordar, o volver a experimentar, los momentos agradables.
Al rememorar lo no tan grato, también volvemos a sentir en el cuerpo la emoción de atravesar y superar una dificultad y eso nos acerca al otro y nos ayuda a interesarnos con sinceridad por él o ella. Recordar tiempos de enfermedad, muerte o crisis económicas revive, no solo el dolor, sino también la satisfacción de haber salido adelante como pareja.
De este modo se sana el vínculo afectivo. Lo ideal es trabajar a diario para cuidarlo pero nunca es demasiado tarde para reconstruir lo que un día nos unió más allá de las palabras, y hoy parece hacer desaparecido. Una conexión de este tipo nos permite disfrutar de una relación sólida, a prueba de cualquier obstáculo, que puede dejar atrás cualquier tormenta. El desafío vale la pena, ¿no crees?
Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a Bernardoresponde@gmail.com