
Alerta en las islas por una bandera
Por Martín Rodríguez Yebra Enviado especial
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PUERTO ARGENTINO.– Las ráfagas de viento entrecortaban las palabras en la desolación de Darwin, entre 230 cruces solitarias. “Oíd mortales el gri-i-to…” Los cinco veteranos arremetieron con el himno completo, vista al cielo y con alguna lágrima que se les congelaba en la cara. Otra vez en las Malvinas, 25 años más viejos, frente al recuerdo de amigos perdidos en el horror y a metros de una imagen inesperada: una bandera argentina.
Lo que ocurrió ayer en el cementerio de los soldados argentinos caídos en la guerra no tenía precedentes. Al menos, nunca desde el conflicto hubo registros de una bandera argentina que flameara en las islas. La noticia voló los 100 kilómetros inhóspitos que separan a Darwin de la ciudad, y causó revuelo entre los isleños.
A las 12 en punto, Daniel Marini, Guillermo Vélez, Eduardo Conde y Ramón Robles, cuatro ex combatientes bonaerenses que regresaron juntos y por primera vez, sacaron la bandera y la ataron con cinta adhesiva al mármol que bordea el monumento a los caídos. Otro veterano, el correntino Mario Núñez, acababa de unirse a ellos.
Habían avisado a la prensa que iban a cantar el Himno y a rezar por sus compañeros caídos. Cinco medios argentinos, más la CNN y el diario británico The Daily Telegraph, se acercaron a ver el acto.
Era inevitable: la atención en el día del aniversario de la guerra estaba centrada en lo que hicieran los ex combatientes: los isleños sienten el 2 de abril como un día de "malos recuerdos" y tratan de que pase rápido, sin ningún hecho que lo haga memorable.
Por eso el impacto. "Fue irrespetuoso. Mucha gente podrá pensar que no debemos dejar que esto vuelva a pasar", afirmó a LA NACION el consejero Mike Summers, vocero del gobierno isleño.
Eso fue al atardecer, cuando la noticia se esparcía como pasa en los pueblos con los sucesos sorprendentes.
Pero mucho antes, a las 11, los ex combatientes habían llegado solos a Darwin.
Cuatro figuras
En la primera colina desde la que se divisa el cementerio, se distinguían las figuras de Marini, Vélez, Robles y Conde. Separados; entre las cruces.
Al llegar a la cerca que rodea el terreno, con un viento paralizante, se entendía mejor la escena: Marini lloraba sentado frente a la tumba de Alberto Chávez, uno de los seis amigos y compañeros del Escuadrón 10 de Caballería que perdió en la guerra. Robles -con una campera que decía "Volveremos" debajo de la silueta de las Malvinas- colgaba rosarios de las cruces. Vélez rezaba delante del cenotafio. Conde, con los ojos cerrados, apretaba y soltaba piedritas del suelo.
Después llegó Núñez -pantalón de combate y gafas negras- rodeado de un equipo que filma un documental sobre su regreso. Hubo abrazos. Entonces colgaron la bandera.
"Compañeros, hagamos un minuto de silencio por nuestros compañeros caídos aquí y en los años posteriores", gritó Vélez. Los cinco ex combatientes levantaron la mirada y esperaron. Hasta que Vélez arrancó con el Himno.
Por los caminos de ripio de los alrededores pasaba, nadie sabe si casualmente, el coche del jefe de la policía local.
La ceremonia terminó con un aplauso, con la bandera siempre a punto de salir volando.
"Habremos perdido, pero ésta sí que flameó en Malvinas." Marini disimulaba sus ojos rojos con unos lentes para leer. Es el dueño de la bandera: "La tengo en un pequeño santuario en casa y la izo todos los días", relató. Dijo que no pensaba traerla, por miedo a que se la quitaran en la base militar, al aterrizar.
"La llevé a Ezeiza, como para tenerla cerca, y antes de subir al avión me convencí de que debía traerla. No me arrepiento."
Descubrimiento
Estaba emocionado también por haber descubierto el nombre de dos de sus amigos, el cabo Chávez y el conscripto Mario Cañete. Les puso una placa al pie de la cruz. Los otros cuatro a los que venía "a encontrar" estarán en alguna otra de las tumbas rotuladas como "soldado conocido sólo por Dios".
Mientras Marini hablaba, Vélez acomodaba uno de los ramitos de flores de papel blanco y verdoso que intentan adornar unas cruces algo descascaradas.
"Estamos viviendo en un flashback permanente", explicó este empleado público de La Plata, dirigente de veteranos y ex estudiante de arquitectura a quien la guerra le cortó la carrera. "Apenas llegamos nos cruzamos con un grupo de Royal Marines. Tenían la mochila colgada y las armas en la mano. Nos miramos con Robles y le dije: «Negro, nos vienen a buscar». Al final no pasó nada, los encaramos y terminamos sacándonos fotos."
El viento dio un respiro en Darwin. Núñez comentaba con algunos de los asistentes la impresión de volver. Tenía a tiro de vista Goose Green, el lugar donde peleó una de las batallas más sangrientas de la guerra.
En eso, entró al cementerio Brian Donaldson, un guardia escocés, veterano también que vino a filmar un documental para la BBC. Recorrió el campo, miró la bandera como si no estuviera, se santiguó, pasó por delante de los ex combatientes y se retiró en silencio. Ni se saludaron.
El coche de policía volvió a pasar a una distancia prudente, casi imperceptible. Los veteranos comieron una vianda que les habían preparado en Darwin House, la hostería donde se alojaron. Tomaron mate. Y, antes de irse, cada uno rezó en silencio en una punta del cementerio.
Marini quitó la bandera. La ceremonia terminaba allí. Muchas fotos de esa escena ya viajaban para la capital de las islas...




