Canibalismo entre pigmeos, la crisis peronista
La admisión de debilidad del kirchnerismo es la manifestación de realismo más sincera que se le ha conocido en mucho tiempo
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Estamos en la era de la transparencia. De eso no dejaron dudas este jueves y en días anteriores los integrantes de la Cámara de Diputados de la Nación y los de la Legislatura bonaerense, así como las máximas autoridades de los dos poderes ejecutivos. El espectáculo que ofrecieron fue un digno reflejo del estado de situación, los modos, los hábitos y el sistema de relacionamiento de la dirigencia política en estos tiempos. El grotesco es el género de la hora.
Para empezar por lo estructural hay que decir que el oficialismo hizo una exhibición del profundo cambio en la correlación de fuerzas políticas que provocó la victoria del 26 de octubre. El Congreso en el que la Libertad Avanza (LLA) era una escuálida minoría y al que Javier Milei decidió darle la espalda en su asunción, hace dos años, se transformó ayer en un enfervorizado reducto dominado por libertarios y aliados. Ahí el Presidente fue ovacionado y la hostilidad fue ejercida por el oficialismo y padecida por los opositores.
La muy relevante primera minoría alcanzada por el bloque de LLA, con la suma de desertores de Pro y de la UCR, por un lado, más la ayuda del peronismo catamarqueño, que abandonó las filas de Unión por la Patria (UP), se demostró y se celebró en la escandalosa sesión de jura de los nuevos diputados. La plana mayor libertaria disfrutaba su hora de gloria desde los palcos que había copado y desde la presidencia de la Cámara, sin ruborizarse por las provocaciones y el hostigamiento de los propios a sus rivales. Todo lo contrario.
Fue un preludio de lo que aún los opositores más cerriles presuponen que serán las sesiones extraordinarias, en las que se tratarán el presupuesto 2026 y las cruciales reformas laboral y fiscal.
Sobre las dos primeras iniciativas, hasta los cristinistas recalcitrantes dan por hecho que se impondrá la voluntad oficialista. Aunque los aliados y los legisladores que responden a los gobernadores amigables aspiran a introducir algunas modificaciones, sobre todo en el cálculo de gastos e ingresos.
La admisión de debilidad del kirchnerismo es la manifestación de realismo más sincera que se le ha conocido en mucho tiempo. No hay lugar para la negación. El peronismo cuenta con la menor representación institucional desde la recuperación de la democracia, hace 42 años, tanto en el Congreso como en gobernaciones; padece una crisis de liderazgo inaudita, tiene condenada y presa en su casa a la dirigente aún más popular y carece de figuras con algún consenso interno y atractivo externo. A eso se añade un clima de opinión adverso como nunca y un apoyo mayoritario a políticas y cosmovisiones que están en las antípodas de lo que hoy representa el peronismo para la mayoría.
Por eso, es lógico que para sus dirigentes sea un motivo de celebración que solo se hayan escindido del bloque de UP los tres diputados que responden al negociador mandatario de Catamarca, Raúl Jalil.
“Después de esa previsible fuga, al final, los 93 diputados están en un solo bloque. Es un montón porque podríamos haber terminado repartidos en tres bloques”, se consuela una de las personas que interactúa con Cristina y Máximo Kirchner. Similar es lo que dicen en el massismo, donde se alegran por “el reconocimiento” que tuvo Cecilia Moreau, ratificada como vicepresidenta primera de la Cámara. Después de casi dos décadas de hegemonía y épica, el perokirchnerismo se contenta con logros modestos y festeja hasta los corners a favor.
La guerra bonaerense
La valoración de las pequeñas cosas se entiende mejor a la luz de la cruenta disputa que atravesó el peronismo bonaerense y sufrió hasta lo indecible Axel Kicillof durante el tratamiento en la Legislatura del proyecto de endeudamiento de la provincia, aprobado en las primeras horas del jueves después de una larguísima semana plagada de conflictos, que se zanjaron con concesiones del gobernador.
La ampliación del directorio del Banco Provincia (Bapro) y el toma y daca de puestos en una provincia con serios problemas financieros expresa tanto las debilidades y conflictos que dominan al perokirchnerismo, hasta en su bastión, así como el concepto transaccional dominante en la política provincial y el criterio político, antes que la racionalidad económica, con el que se manejan las cuentas públicas. Más aún cuando en este contexto de estrecheces se miran los rubros del presupuesto entre los que se sumó la inaudita creación de organismos como un instituto para financiar la producción de películas. No parece la mejor estrategia de marketing para una época en la que el equilibrio fiscal goza de una popularidad sin precedentes.

Sin embargo, aunque son los máximos responsables, no todo cabe achacárselo al peronismo bonaerense gobernante. Los votos aportados para que se apruebe la renegociación de las deudas provinciales (aunque no el nuevo endeudamiento) y las concesiones logradas por Pro abrieron un novedoso frente de conflicto entre el macrismo y el mileísmo, además de alguna sugestiva distracción libertaria que benefició a Kicillof.
“Lo que pasó en La Plata es lo de siempre: negociación de votos por lugares. En las legislaturas provinciales es así. Las discusiones son más transaccionales que las negociaciones en el Congreso, donde mandan lo partidario, lo ideológico o los intereses provinciales. En realidad, en el peronismo hay más clima de quilombo que quilombo real”, minimiza (y naturaliza) una de las voces destacadas del cristinismo.
No es lo que piensa el entorno de Kicillof. Consideran que la disputa con el cristinismo y La Cámpora es prácticamente insaldable y ven en ese espacio la decisión de seguir deteriorando al gobernador para limitar sus chances de ser n el candidato presidencial del peronismo en 2027.
La ven como una estrategia a la que consideran que es funcional el massismo, que también tensó las negociaciones sobre el endeudamiento y se llevó dos de los cargos en el Bapro. La ambivalencia, así como la capacidad de presión y negociación de Sergio Massa, nunca descansan. Siempre en busca de una nueva oportunidad para volver a ser la opción peronista. Su condición de último puente entre cristinistas y kicillofistas en guerra le provee oportunidades.
“La interna quedó pésima. A Axel le pusieron en juego la gobernabilidad y hubo que ceder. El tema es que ellos lo consideran el enemigo porque no tienen ningún candidato con posibilidades y buscan limarlo para que se someta”, dice una de las voces influyentes del kicillofismo.
La intensidad de la disputa, así como la debilidad del peronismo, llegan a tales niveles como para que fuentes del oficialismo bonaerense admitan con ironía y algo de resignación que desde la dolorosa derrota del 26 de octubre y, más precisamente, durante estas últimas dos semanas se vive lo más parecido “a escenas de canibalismo entre pigmeos”. En su declive, el gigante voraz que fue el kirchnerismo corre el riesgo de autofagocitarse.
El reconocimiento de que hay altísimas probabilidades de sufrir nuevas derrotas en el Congreso de la Nación ante las iniciativas mileístas lleva al peronismo a mirar más allá de los próximos tres meses. Marzo es el horizonte con el que sueñan para empezar a encontrar alguna luz (tenue) en medio de la noche, aunque admiten que eso no depende mucho de sí mismos.
“La situación de la economía real es muy crítica y no se puede sostener así mucho tiempo. Hay que esperar al segundo trimestre. Los que hoy son aliados o funcionales es probable que deban revisar sus posiciones. Lo mismo que parte de la sociedad. Confiamos en la capacidad del Gobierno para cometer errores y en los efectos negativos de sus políticas económicas, que se van a empezar a sentir mucho”, dice una fuente perokirchnerista con acceso a la casa prisión de San José 1111, que mantiene contactos con el massismo y con ministros e intendentes kicillofistas.
La apuesta del peronismo es a la equivocación oficialista, mientras tratan de encontrar y acordar algunas propuestas alternativas, sin mostrarse solo como refractarios a todas las reformas del Gobierno. Saben que no hay plafón social para eso. Pero, por ahora, son solo tentativas.
Los problemas, sin embargo, no son solo del peronismo. En su momento de mayor debilidad, el macrismo sumó un conflicto con LLA por los dos cargos que la oposición renovaba en el directorio del Bapro. Gracias a una jugada pergeñada por Cristian Ritondo, mantuvo esos lugares y evitó que fueran para los libertarios. Un problema para el flamante ministro del Interior mileísta, Diego Santilli, que perdió a manos de sus (¿ex?) socios los espacios que los libertarios pretendían se les cediera.
La relación después de la exitosa excursión de pesca rentada que hizo Patricia Bullrich para seguir adelgazando el bloque de Pro en Diputados no es la mejor. Revolvió heridas que quedaron del armado electoral. “Que no se quejen por lo del Bapro, como nosotros no nos quejamos cuando nos perjudicaron en los cierres de listas o cuando vinieron a comprar diputados”, argumentan cerca de Ritondo.
Esto, otra vez, recién empieza. Ahora son los días de jubileo mileísta, que goza sin pruritos de su renovado poder, mirando las escenas de canibalismo entre pigmeos, que les ofrece la oposición peronista.
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