Cristina Kirchner y Sergio Massa, con estrategias diferenciadas
La vicepresidenta no acordó con la oposición y estará sola en el recinto; el diputado negoció para evitar ruidos y hará una sesión mixta
Las imágenes son contrastantes. En la Cámara de Diputados los líderes parlamentarios del oficialismo y de la oposición, encabezados por Sergio Massa, decidieron poner fin a sus diferencias para anunciar que las sesiones, en tiempos de pandemia, se reactivarán con un formato mixto, esto es, telemáticas para la mayoría de los legisladores y presencial para una minoría. En el Senado, en cambio, la convocatoria a la oposición fue solo una formalidad: con el apoyo de su bloque, Cristina Kirchner desoyó los reclamos e insistió en que ella sola reinará en el recinto.
"Un sistema mixto propicia un trato desigual y discriminatorio entre los senadores. Nos parece inaceptable que los senadores tengan distintas posibilidades de participación. El trato debe ser igual para todos", fue la respuesta de los senadores José Mayans y Anabel Fernández Sagasti -dos laderos de la vicepresidenta- al pedido de la conducción de Juntos por el Cambio para que se instauren, como en la Cámara de Diputados, las sesiones mixtas.
El mensaje traduce literalmente la voluntad de Cristina: las sesiones deben ser plenamente remotas con la única presencia de la presidenta del Senado. El metamensaje, más sutil, es que los diputados, con Massa a la cabeza, pecan de "discriminatorios" con sus sesiones mixtas.
El radical Luis Naidenoff, jefe del bloque de senadores de Juntos por el Cambio, no podía dar crédito a la respuesta del Frente de Todos.
"Nos ningunean porque somos minoría", se lamentaban los opositores. Mario Negri, quien comanda al interbloque opositor en la Cámara baja, se comunicó en las últimas horas con Máximo Kirchner, el jefe del bloque de diputados oficialistas, para solicitarle que interceda ante su madre.
"Máximo jugó muy bien en el acuerdo que cerramos en Diputados. Tal vez logre disuadirla", se esperanzaban en la oposición.
El acuerdo sellado en la Cámara baja fue el epílogo de varios días de cortocircuitos entre oficialistas y opositores, entrampados en una discusión estéril.
Mientras Massa parecía obsesionado en instrumentar cuanto antes las sesiones telemáticas sin demasiada burocracia legislativa, Negri, desconfiado, insistía en mantener las sesiones presenciales hasta tanto estuvieran garantizadas todas las condiciones de seguridad del nuevo sistema.
Anclado en un punto muerto, el conflicto amenazaba con escalar. Ante la avanzada de Massa, Negri hizo venir la semana pasada a la Capital a los diputados de su bancada; imposibilitados de volar en plena cuarentena los legisladores, en una "gesta patriótica (así la denominaron) viajaron con sus autos particulares desde los puntos más remotos del país con el lema "El Congreso debe sesionar".
Para neutralizar la jugada opositora, Massa convocó a una reunión de líderes parlamentarios para discutir la modalidad de las sesiones, a sabiendas de que el resto de los bloques y una quincena de diputados "rebeldes" de Pro que responden a Emilio Monzó (un buen amigo de Massa) habían anticipado su apoyo al sistema telemático de debate.
Entre desconfianzas y recelos mutuos, ambos trenes parecían a punto de colisionar. Un llamado telefónico de Massa a Negri descomprimió el conflicto.
"Hay dos alternativas: trabajar en un acuerdo o ir a la guerra", sinceró Negri. Esa misma tarde, tras cuatro horas de discusión a puertas cerradas, los jefes de bloque del oficialismo y de la oposición anunciaron que había fumata blanca.
Fue un acuerdo salomónico en el que el Frente de Todos y Juntos por el Cambio debieron ceder posiciones para poder llevar agua a sus molinos.
La oposición admitió las dificultades operativas y los riesgos sanitarios que implicaban las sesiones presenciales, aunque estas se realizaran en la cancha de River Plate, como llegó a sugerir Alfredo Cornejo, jefe de la UCR.
Massa, por su parte, concedió que cualquier innovación tecnológica en los debates debía contar con una regulación estricta y una temporalidad acotada.
Así las cosas, se llegó a una fórmula de consenso: las sesiones serían mixtas. La mayoría de los diputados participarían del debate de manera remota mientras que medio centenar de legisladores, entre autoridades de la Cámara y de bloque, supervisarían la marcha de la sesión dentro del recinto.
Este nuevo sistema solo regiría por 30 días, mientras se prolongue la cuarentena por la pandemia de coronavirus; de ser necesario, el plazo puede prorrogarse previo acuerdo de los jefes de bloque.
Sellado el principio de acuerdo, las Comisiones de Modernización y de Peticiones, Poderes y Reglamento pusieron manos a la obra y, en tiempo récord, diseñaron y aprobaron el nuevo protocolo para el funcionamiento de las sesiones remotas.
El martes próximo, en un final a toda orquesta, los jefes de bloque del oficialismo y de la oposición rubricarán el protocolo y acordarán el temario de la primera sesión remota en la historia de la Cámara de Diputados.
Massa se había entusiasmado con convocarla esta semana que comienza, pero no quiere correr riesgos hasta garantizarse que el nuevo sistema funcione a la perfección.
"Sergio es consciente de que si la sesión fracasa por cuestiones técnicas, el costo será todo suyo", explican en su entorno.
El presidente de la Cámara baja se muestra optimista; si todo resulta como lo planeó, el rédito de haber logrado reactivar las sesiones en plena pandemia será suyo. Para ello debió pactar con la oposición; un camino que Cristina Kirchner, la mandamás del Senado, prefirió por ahora esquivar.