Dan detalles del secuestro de las monjas francesas
MADRID.- Tres sobrevivientes de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) testificaron ayer ante el juez Baltasar Garzón a raíz del proceso judicial que se sigue en Francia por los ciudadanos de ese país desaparecidos en la Argentina durante la última dictadura militar.
El juez español esperaba contar con la presencia de su colega francés Leloir, pero éste no acudió y fue Garzón quien tomó declaración, en su nombre, a Nilda Orazi, Alicia Milia y Mirta García Iglesias.
Las dos primeras, prisioneras en la ESMA, dieron testimonio sobre el crimen de las dos monjas francesas, Renée Duquet y Alice Dumont, a las que vieron en el centro naval y de cuyo asesinato poseen pruebas. El juicio francés incluye los casos de otros ocho ciudadanos franceses desaparecidos.
"Yo vi a las monjas francesas en la ESMA. Hablé con Alice Dumont. Vi que la llevaban al baño, estaba en condiciones fatales. A ambas las torturaron mucho. Pero las dos estaban bien moralmente", contó Nilda Orazi a La Nación . Orazi, exiliada en Alicante, pasó por el Club Atlético y la ESMA. En el primero, dijo, la tortura era "inmediata y salvaje"; en el centro naval, "más refinada, más psicológica", aunque, agregó: "Si el infierno existiera sería lo más parecido a un campo de concentración".
Alicia Milia, que vive en Alicante, dijo que las monjas "llegaron a la ESMA el 8 de diciembre de 1977 y estuvieron allí cuatro días. Fueron torturadas, como los familiares de la Iglesia de la Santa Cruz secuestrados". Milia encontró a la monja Alice Dumont en La Capucha. "Ella estaba muy mal, sucia. Le di una blusa mía. Hablé con ella. Su preocupación era por el jovencito rubio que tanto las había ayudado. Quería saber si había logrado evadirse. Ese jovencito rubio era un infiltrado de la ESMA, Alfredo Astiz. Se lo dije: "El fue quien los trajo acá". Entonces vino un guardia y nos separó. Luego la aislaron."
Los marinos decidieron eliminar a las dos religiosas. Las llevaron al Tigre. Alicia Milia recuerda que "el operativo estuvo dirigido por el capitán Schelling. Cuando volvieron, Febres, de la Prefectura Naval, se acercó a un grupo de prisioneros y tenía barro en los zapatos. Le preguntamos por qué. Respondió: "Tuvimos que fondearlas en el río". Fue poco prudente, pero se jactaban de las cosas que hacían".
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